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AMALGAMA

La selección política

Doug Jones ha demostrado que hay simulaciones que apoyan la teoría del "nepotismo socialmente impuesto"

La noche electoral del 26J fue un verdadero espectáculo patafísico: las encuestas de todo el país fallidas como nunca, excepto si las horquillas eran gigantescas; el partido socialista resucitado a la vez que cumplía con ahondar su suelo histórico; las caras en el partido Unidos Podemos constatando el hecho Unidos Perdemos y, en su fiesta final, las damas llorando a moco tendido, incluida la encuestadora Bescansa; entretanto Ciudadanos, a la contra, mostraba la sonrisa más rotunda y amplia aunque perdía siete; y el presidente del Partido Popular salía discretamente beodo a saludar su victoria pírrica -en expresión de Losantos: el presidente "tiene buen vino"-, entretanto los identitarios de Hogar Social, tildados descuidadamente de nazis, hacían el trabajo de Podemos, disparando bombas fétidas en ese acto del Partido Popular, disfrazados de presos y gritando "no hay escaños para tanto chorizo", siendo reducidos al calabozo por la fuerza policial en uso de la ley mordaza. Visto desde el salón de casa el espectáculo era de película italiana, y utilizando el zapping, el compás de diversión alcanzaba límites de éxtasis. Sin embargo, también hay ciencia detrás de ello. La página web de un partido de la oposición señalando los parientes en el Ayuntamiento de Madrid colocados por los representantes de Ahora Podemos es tan larga que ocupa más de 70 cargos relacionados por parentesco o afinidad. Otro ejemplo canónico lo representa la expareja de Pablo Iglesias en el Ayuntamiento de Rivas Vacía Madrid, donde el hermano y el padre de la misma recibieron varios millones en adjudicaciones donde ella decidía. Si nos vamos al partido del color contrario, el popular, son campeones tanto por parentesco como por afinidad, pues la familia social está más compacta. En el resto de los partidos, más o menos, lo mismo. Y se ve esto como un grave contratiempo social y moral, cuando que es algo explicado por las más profundas leyes de la evolución. Se trata de la selección de parentesco o selección familiar, que recoge los cambios en las frecuencias génicas a través de las generaciones provocadas por las interacciones entre individuos emparentados: un gen que codifique un carácter que mejore la aptitud de los individuos que lo porten aumenta la frecuencia en la población, y al revés, un gen que disminuye esa aptitud individual resulta eliminado. Pero de esto saltamos a la paradoja de que un gen que provoque un aumento de la aptitud de los parientes, aunque disminuya la aptitud del individuo que porta el gen, puede no obstante aumentar de frecuencia. De aquí nacen las denominadas actitudes altruistas, en las que un individuo vela para su parentesco, aun a costa de su desventaja individual. Esto generó el concepto de selección familiar, que se advera entre los insectos y muchos mamíferos, como el humano. La teoría de selección familiar por parentesco fue formalizada en una ecuación denominada regla de Hamilton, por William D. Hamilton, que la publicó en 1964. Esta ecuación explica el comportamiento de las abejas obreras en la colmena, cuando las obreras, a costa de su muerte, salvan a dos o más hermanas que pueden ser reinas, pero que serán las encargadas de transmitir los genes de la abeja obrera muerta. Las ardillas muestran un comportamiento semejante ante un depredador, siendo que una emite un silbido que, además de alertar y salvar a las demás, atrae a sí al depredador para ofertarse mártir en lugar de las ardillas salvadas. El comportamiento de Tania Sánchez, la expareja de Iglesias, es similar a la hora de sacrificar su moral pública en beneficio de sus parientes, por ejemplo. Y algo semejante podemos constatar en el trato que se pide por sus congéneres políticos a Bárcenas, después de haber sido de los individuos más importantes del partido. Muy recientemente, un artículo del antropólogo Doug Jones, de la Universidad de Utah, ha demostrado una vez más que ciertas simulaciones matemáticas apoyan la teoría del "nepotismo socialmente impuesto" para ayudar a parientes lejanos. Lo ha explicado en la revista de biología PlosOne. Jones ha realizado simulaciones por ordenador con sociedades pequeñas, pero también remarca que en las grandes naciones "sigue siendo importante que las personas sean familiares". Pues no nos rasguemos las vestiduras cuando los políticos se ayudan unos a otros de forma que aunque desde fuera se pueda ver distinto: sencillamente están siendo presas del mecanismo de selección de parentesco, como las ardillas o los insectos.

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