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Alberto García Saleh

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Lo fácil sería decir que Bronco suenan a los Jesus and Mary Chain del primer álbum, pero con su tercer trabajo la banda norteamericana, una vez más, sorprende positivamente al oyente. Si su debut, Can't get past the lips, era una reinterpretación del primer punk realmente peculiar e interesante. El segundo, Just enough hip to be woman, mostró una desenfadada forma de acercarse al indie en todas sus vertientes. Ahora, con este Double vanity, el grupo se introduce de lleno con el otro estilo determinante de la música alternativa: el noise. Así, el disco comienza con cuatro canciones con la sombra del grupo de los hermanos Reid siempre presente, con ramalazos de My Bloody Valentine y cierta fijación oscura en la onda Red Lorry Yellow Lorry y que explotan de manera más evidente en Fantasy boys o Highly Unintentional. Pero incluso el cuarteto hace paradas por el universo de Suicide en Señora Borealis. O sorprende con melodías tipo Soak up the sun que, al igual que sucedía con la banda escocesa a la que tanto admiran, esconde la esencia del pop clásico.

No es fácil encontrar un grupo con un decálogo tan amplio y solvente, estilísticamente hablando, como Terrie que, con su segundo álbum, vuelven a sorprender con un pop multidireccional, siempre agradable y contundente, con la mirada puesta en los estilos más interesantes de los últimos treinta años. Así ocurre desde el primer tema, Évoli, en el que parecen unos Alaska y Dinarama reinventados en sus mejores tiempos de la movida madrileña. Estudio de arquitectura suena casi como un tributo a grupos de los ochenta con cierto aire de oscuridad como Las Monjas o Las Chinas. O sorprenden con esos magníficos aires psicodélicos de Tus ojos son puñales. También crean pasajes deliciosos que rozan la sonoridad eurolatina a lo Henry Mancini como Aliento final. O se introducen de lleno por un pop sesentero y refrescante en Cállate o Gafas estrábicas. El grupo madrileño recrean la esencia de la new wave en plan B 52's o Gruppo Sportivo con títulos como Déjate brillar e incluso logran la melodía perfecta en canciones tan adictivas como Dos cabezas.

Mantienen un sano mimetismo con grupos de los ochenta como The Fall o The Crass. No sólo en un interés por las estructuras matemáticas, sino en la actitud y la imagen. Un ejemplo podría ser el amaterismo o descuido estudiado en sus portadas y el despliegue de fotografías, datos y comentarios políticos del interior. Lo cierto es que esta banda de Pittsburg logra vertebrar un sonido particular construido con esencias que van de Sham 69 a Pixies, pasando por los Undertones en su manera anárquica de jugar con las melodías y de forma muy parecida a banda actuales como Parquet Courts o Protomartyr. Eli Kasan imita la forma de cantar de Mark E. Smith, aunque el sonido de los primeros Wire o Gang of Four esté muy presentes en todo este álbum. El grupo se introduce por el terreno del art-rock más radical e impredecible en Red alphabet. Y recogen la herencia del movimiento skinhead de formaciones como The Bussiness en Cold gold (LA's alright). Quizás se trate del grupo extranjero que más se parecen a los inclasificables Patrullero Mancuso.

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