La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

lectura novedades

"Tenía ganas de envenenar a un monje"

Se cumplen 30 años de la adaptación cinematográfica de 'El nombre de la rosa', una excusa perfecta para recordar el 'best seller' de Umberto Eco

Sean Connery y Christian Slater en 'El nombre de la rosa'. LA PROVINCIA / DLP

Si de alguien se puede afirmar que fue profeta en su tierra es de italiano Umberto Eco, cuya novela El nombre de la rosa (1980) se convirtió no sólo en un éxito literario, sino también en un éxito cinematográfico sin precedentes para una obra repleta de referencias filosóficas, históricas y literarias. Ahora se cumplen 30 años de la adaptación al cine de la novela, dirigida por el director francés Jean-Jacques Annaud, quien afrontó el difícil reto que suponía llevar a la pantalla el conocido best seller de Eco. La complejidad que de por sí entraña la adaptación cinematográfica de obras literarias se multiplicó en esta ocasión al tratarse de un artificio narrativo, híbrido de novela histórica y novela policíaca, en el que además los libros (en especial el segundo libro de la Poética de Aristóteles, perdido supuestamente durante la Edad Media) son los verdaderos protagonistas de la historia.

El nombre de la rosa fue la primera novela escrita por el ensayista italiano, tras publicar una veintena de libros sobre semiótica, lingüística, estética y moralidad: El problema estético en Tomás de Aquino, Arte y belleza en la estética medieval, Apocalípticos e integrados, Las poéticas de Joyce, La definición del arte, Sociología contra psicoanálisis y El superhombre de masas, entre otros. Mucho se ha especulado sobre el salto de Eco a la narrativa. Lo cierto es que no tuvo nada de extraño, como el propio autor escribió en Apostillas a El nombre de la rosa: "Escribí una novela porque tuve ganas. Creo que es una razón suficiente para ponerse a contar. El hombre es por naturaleza un animal fabulador. Empecé a escribir en marzo de 1978, impulsado por una idea seminal. Tenía ganas de envenenar a un monje".

En El nombre de la rosa, un joven novicio llamado Adso de Melk nos cuenta su viaje en compañía del sabio franciscano fray Guillermo de Baskerville (una suerte de Sherlock Holmes y Guillermo de Ockham, considerado por algunos estudiosos como una de las "mentes especulativas más grandes de la Edad Media") hasta una apartada abadía benedictina. Los monjes que la habitan viven por y para los libros. Cuando seis monjes mueren asesinados uno tras otro, Guillermo de Baskerville busca la verdad de la silenciosa guerra interna que se libra en la abadía, desentrañando los indicios de sus recelos, deseos y miedos: "Durante el período que pasamos en la abadía, siempre vi sus manos cubiertas por el polvo de los libros, por el oro de las miniaturas todavía frescas, por las sustancias amarillas que había tocado. [...] Parecía que sólo podía pensar con las manos".

La novela se inscribe pues en un único territorio, pero lo que narra abarca todo el siglo XIV, pues no sólo se centra en la forma de vida de los monjes de "la abadía del crimen", uno de los primeros títulos que Eco barajó para la novela, sino que también lo hace en la ideología y forma de pensar y sentir del siglo XIV, con frases en latín y salpicada de referencias teológicas y símbolos, comenzando por su propio nombre, donde la imagen de la rosa simboliza el diseño del laberinto de la biblioteca en el que se oculta el libro que puede corromper el espíritu humano, y que es capaz de matar a aquel que lo lee: "Los libros no están hechos para que uno crea en ellos, sino para ser sometidos a investigación. Cuando consideramos un libro, no debemos preguntarnos qué dice, sino qué significa".

Si bien El nombre de la rosa acaba, y no se trata de ningún spoiler, con la frase latina: stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus ("De la rosa nos queda únicamente el nombre"), de la novela nos queda mucho por descubrir todavía. Al igual que hizo James Joyce con Ulises, Eco quiso crear una obra repleta de significados ocultos cuyo descubrimiento tuviese ocupados a los críticos durante generaciones. No cabe duda de que consiguió su objetivo. Aun así, hay que decir que no se trata de un callejón sin salida como la novela del escritor irlandés. Como ocurre con la adaptación de Annaud, interpretada por Sean Connery y Christian Slater, ésta es también una obra al tiempo rigurosa y seductora. Su 30 aniversario es la excusa perfecta para adentrarse en un libro que, de buen seguro, enganchará al lector.

Compartir el artículo

stats