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tecnologías

Realidad aumentada

Silicon Valley empieza a ver a 'Pokémon Go' como un acontecimiento rupturista, algo que cambia las reglas del juego

Estoy en la preciosa ciudad de Avilés, en Asturias, donde se celebra la V Edición de Celsius 232, el Festival de Terror, Fantasía y Ciencia Ficción. Y hasta aquí ha llegado el fenómeno de Pokémon Go: decenas de personas pasean por el casco histórico de la ciudad, mirando fijamente a sus teléfonos móviles, y haciendo gestos extraños. ¿Qué está pasando?

El juego se basa en la llamada realidad aumentada o realidad enriquecida; una forma de interactuar con tu entorno en la que, gracias a un ordenador, puedes obtener más información de la que el mundo real contiene de forma natural, añadiéndola digitalmente. En mi novela Los que sueñan que presento precisamente en el Celsius, el personaje protagonista, Dante, tiene injertado en su corteza cerebral un aparato que le permite percibir el mundo de esa manera, obteniendo información extra que lo complementa. Así, mientras camina o habla, su ordenador le aconseja caminos mejores para recorrer, o le chiva las respuestas más adecuadas para sus charlas con otras personas.

Eso es por ahora ciencia ficción, pero no lo es tanto el uso de la realidad aumentada en los dispositivos móviles y tablets, mediante diversas apps: que así se llaman los programas que se ejecutan en aquellos aparatos. Desde lo más sencillo, que es un mapa de conducción en tiempo real vía GPS, que todos los conductores hemos utilizado alguna vez, a guías que se usan en el interior de los museos, que conociendo tu posición física te suministran sonidos e imágenes que complementan lo que ves, pasando, claro, por los videojuegos, que tradicionalmente siempre han sido pioneros en usar cualquier tecnología informática novedosa.

Pokémon Go es un juego de realidad aumentada, en el que puedes ir paseando por tu ciudad (te mantiene localizado por GPS) y capturando a la vez pokémons (unos personajes de una serie de videojuegos y de dibujos animados que tienen poderes mágicos; fueron creados por el desarrollador de entretenimiento electrónico Satoshi Tajiri) que salen a tu encuentro en el mapa real de tu entorno.

Los desarrolladores de Pokémon Go no se esperaban lo que ha pasado, un éxito sin precedentes. El juego es sencillo, rápido y barato. Nintendo, la empresa creadora del producto, tenía una mala racha por las escasas ventas de una consola de videojuegos, la Wii U, y lo estaban pasando fatal. De repente la empresa ha pegado un salto enorme, recaudando por ahora 7.500 millones de dólares, y duplicando su cotización en bolsa.

Pero lo más sorprendente ha sido lo que ha pasado entre la gente, entre los usuarios del juego. Todo el mundo quiere jugar a Pokémon Go, caminar por las calles de su ciudad mirando la pantalla del móvil, donde el juego les mostrará en realidad enriquecida los pokémons que les rodean y que pueden y deben capturar para seguir ganando puntos, caramelos y polvo estelar (no me lo invento, es así; ambos ingredientes dan más poder a tus pokémons y por tanto de pondrán en mejor situación cuando te enfrentes a otros).

A veces esas cosas pasan, y sin saber por qué un pequeño detalle de desarrollo convierte a un juego normal, que no es gran cosa sobre el papel, en un suceso mundial. Pasó con Angry Birds, o con Candy Crush, y ha ocurrido otra vez con Pokémon Go.

Si la gente ya va como perdida por la calle mirando a sus móviles mientras se comunican por Whatsapp o Facebook, pero olvidándose de mirar hacia delante (a todos nos ha pasado alguna vez), la locura se ha desatado con Pokémon Go, y las gentes se encuentran en los parques o en las calles, y distraídos cazando pokémons o enfrentando los suyos con los de otros, pueden sufrir graves accidentes, algo con lo que, sin duda, el desarrollador no contaba. No es la primera vez que pasa, aparte de con los móviles. En países más conscientes que el nuestro, como Reino Unido, las campañas para que la gente no camine por la calle con sus auriculares a todo volumen, algo que causa varias decenas de muertes por atropello al año, son moneda común.

La vida humana, y ahora más que nunca, está en continuo cambio, y las tecnologías que nos llegan cambian nuestras vidas sin que nadie haya probado previamente las consecuencias de esos cambios en nuestras sociedades, o en nuestras existencias cotidianas. Estamos viviendo un perpetuo experimento, entre gozoso y peligroso, de la mano de cada nueva técnica o producto masivo que se lanza al mercado. No sé si la realidad aumentada ha venido para quedarse; la realidad virtual, otra forma de inmersión en los mundos digitales, no está funcionando como esperaban los fabricantes. Así, al menos tenemos el consuelo de que el experimento es bidireccional: la incertidumbre se reparte tanto entre nosotros, los consumidores, como entre ellos, los creadores de tecnologías.

Los genios de Silicon Valley definen una tecnología buena y positiva como aquella que genera un acontecimiento rupturista, algo que cambia las reglas del juego para siempre en las sociedades. Facebook, Whatsapp, el iPhone o Internet, lo han sido, como lo fue en su día la radio, el cine, la televisión o los libros impresos. Pokémon Go está causando tales estragos que podría ser un nuevo acontecimiento rupturista. Sólo el tiempo lo dirá.

Por de pronto, la gente lo consume ávidamente, puede que haya que cambiar la legislación para que se multe a los jugadores que lo usan mientras conducen o caminan, y ya se han dado casos surrealistas, como el de una chica que jugando con esa app se encontró un cadáver en mitad de un seto, o la locura que se generó en el Central Park de Nueva York hace poco, algo que ocurre cuando el juego propone zonas reales en las que hay que interactuar, tales como Gimnasios Pokémon (donde puedes enfrentar a tus pokémons) o los PokeStops, a los que los jugadores acuden masivamente. Al mismo tiempo, personas con graves problemas de relación interpersonal los están superando jugando a esta app, que les fuerza a salir a la calle y caminar entre la gente. Así, el juego está creando interesantes serendipias a su alrededor. Y otras no tanto, como el hecho de que un grupo de carteristas coordinado pueda aprovecharse de atraerte a un PokeStop llenándolo de pokémons y aprovechar para robarte, por ejemplo.

En fin, estamos ante un juego relativamente sencillo que origina una interacción social de alta complejidad y una suerte de efecto mariposa al salir al mercado. A veces esas cosas ocurren, y la inmensa mayoría de los creadores de startups en el mundo darían un riñón por saber cuáles son los ingredientes para que estas explosiones inusitadas de éxito se produzcan.

Pero precisamente son inusitadas por eso: porque nadie, ni sus propios creadores, las esperaban.

(*) El director de cine Elio Quiroga es ingeniero informático y autor de las novelas 'El despertar', 'Los códices del Apocalipsis' e 'Ydill' y ganó el galardón literario Minotauro en 2015 por 'Los que sueñan'. Entre sus películas destacan: 'Fotos' (1996), 'El último minutero' (2004), 'La hora fría' (2006), con las que ha conseguido diversos premios y nominaciones.

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