La música de Animal Collective ha sido considerado como la quintaesencia de los nuevos parámetros del pop del siglo XXI por muchos medios especializados, y lo cierto es que la definición no resulta nada extraordinaria por su ansias de innovar desde un punto de vista siempre tan sutil como desacomplejado y sin perder la frescura y espontaneidad que define a un género de estas características.
Esta formación de Baltimore no se ha dormido en los laureles durante los dieciséis años que lleva en activo. Y este décimo trabajo es una buena muestra de ello ya que se revela, nuevamente, como un verdadero tratado de rock versátil e imaginativo en donde utilizan los elementos más interesantes de la new wave y el arty rock de los últimos treinta años para dotarlos de un impulso mucho más fresco y contemporáneo que enlaza con lo que ofrecía su anterior Centipede Hz, además de volver sobre los pasos que caracterizaron sus inicios como grupo a principio de siglo.
El disco comienza con un tema entre funky y jungle de título Floridada, muy apropiado, por cierto, para estos meses de verano, pero con ese toque de excentricidad marca de la casa. En Hocus pocus ponen al día el legado de bandas de los noventa americanas como Residentes, Devo o Wall of Voodoo. Otros como Vertical desprenden los aires del mejor cut'n'pass similar a The Avalanches. El grupo desprende la esencia del mejor jazz contemporáneo con un toque de vanguardia en Lying in the grass. Y tiene tiempo para rememorar la esencia de bandas de clara idiosincracia anglosajona tan encantadoras como They Might Be Giants en Natural selection o en la magnífica Bagels in Kiev.
Un sensacional trabajo que sigue manteniendo al grupo entre lo más recomendable del momento y que muestra el éxito del riesgo
