La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

AMALGAMA

Calle de la inteligencia

En Europa, unos 100 millones de ciudadanos piensan en perseguir a las alimañas, marcarlas por su religión

Calle de la inteligencia

Nos encontramos saliendo de una época comercial, en la que la energía se ha dirigido al dinero, a Moloch, como símbolo de éxito, y con ello, a todo lo que conlleva: una parte dionisíaca, que es la del libertinaje y el desenfreno, y otra parte apolínea, que es la de la tranquilidad para cultivar lo razonable y el conocimiento de sí mismo. Pero todo acaba y ahora parece que toca la guerra, después de setenta años de pax europea. De forma que los actuales barbaroi, aprovechándose de un peligroso mecanismo de culpa instaurado por el cristianismo y su atracción fatal por el martirio y el sacrificio, vienen, atraídos por la sangre cual escualos, a matar, y así lo hacen al estilo de como lo han hecho con un sacerdote católico de 84 años en Normandía, decapitado. Los representantes políticos, aturdidos y abducidos por la democracia como sistema político tributario de pura adoración irracional, sólo se empeñan en ocultar a la población lo que infundiría en ésta una sed inenarrable de antidemocrática venganza, y el estallido del odio, grabados en lo profundo de nuestro cerebro reptiliano. En la sala Bataclán, de París, y con toda alevosía, los gobernantes escondieron a la población que las víctimas fueron sodomizadas, castradas, puestos sus genitales en la boca y sacados sus ojos de las órbitas, aparte de las consabidas violaciones y torturas antes de ser asesinadas. Lo que está ocurriendo se oculta alevosamente. Pero la naturaleza es como es, y cuando se taponan todas las salidas, el efecto final es el estallido. En Europa, unos 100 millones de ciudadanos piensan en perseguir a las alimañas, marcarlas por su religión, y devolverles un cúmulo de barbaridades. En España el paso, por lo pronto, está cambiado, y prima la izquierda radical e ingenua. Vemos a Cañamero, que no sabe hablar y que defiende en su camiseta al matón Bódalo, y los de su mismo partido se aprestan a quitar el nombre de Millán Astray, fundador de la legión española, y a sustituirlo por la calle de ¡La Inteligencia! Pues la mona aunque se vista de seda, mona es, y mona se queda. Si acercamos el foco al suceso de Unamuno con Millán Astray, al final vemos que Millán era un militar culto y curtido, al que el 12 de octubre de 1936, Unamuno, que paradójicamente se había sumado al golpe militar, pero veía lo que se venía encima, tildó de inválido en el momento en el que el general Millán, llamó cánceres a extirpar a Cataluña y al País Vasco. Unamuno dijo: "Acabo de oír el grito necrófilo e insensato de ¡viva la muerte! Esto me suena lo mismo que, ¡muera la vida!", y siguió: "Me duele pensar que el general Míllán Astray pueda dictar las normas de psicología de las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre, no un superhombre, viril y completo a pesar de sus mutilaciones, un inválido, como dije, que carezca de esa superioridad de espíritu suele sentirse aliviado viendo cómo aumenta el número de mutilados alrededor de él". Aquí fue cuando Millán gritó "¡Muera la inteligencia!", y no porque él no la tuviera bien demostrada, sino porque se refería a la inteligencia antagonista y débil. Unamuno redobló su apuesta y contestó: "¡Éste es el templo de la inteligencia! ¡Y yo soy su supremo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta". El general Millán se controló, señaló a la esposa de Franco, y ordenó: "¡Coja el brazo de la señora!", lo que Unamuno hizo, y salió. Vuelve la lucha entre la furia desatada y el autoproclamado sumo sacerdote. Ahora vemos que, de repente, no es tiempo de convencer, sino de vencer. Luego, ya se verá.

Compartir el artículo

stats