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CONTRA LOS PUENTES LEVADIZOS

Poema vegetal

'Le tombeau des lutteurs' (1960), de René Magritte. LA PROVINCIA / DLP

Puesto a pensar en un instante de mi infancia, entro rápidamente en perplejidad: se me aparecen todos y ninguno en particular. En la memoria profunda conviven los instantes recordados y los olvidados, los sentimentales y los estéticos. A este último pertenece un recuerdo que me persigue desde hace algún tiempo, y que puede no corresponderse con la realidad. Me acuerdo de que jugaba de niño con mis primos en un jardín de plátanos detrás de la casa de mi abuelo. El cielo sin una nube, el calor, el color amarillo de los plátanos, las risas, la independencia con que nos movíamos entre las acequias, la viveza del recuerdo, me hacía sentir que estaba en el paraíso, ese "poema vegetal", como lo llamó el filósofo francés Gilles A. Tiberghein, sobre el que se ha escrito y divagado en exceso en un mundo en el que el calentamiento global no está, precisamente, contribuyendo a su preservación.

Todo esto me lo ha hecho recordar el ensayo, amenísimo, de Santiago Beruete Jardinosofía: una historia filosófica de los jardines, publicado por Turner, en el que el antropólogo y filósofo español habla de cómo la jardinería y la filosofía ayudan cada una a su manera a restablecer nuestra confianza en el mundo: "Si, como sugiere Aristóteles, los hombres aspiran por naturaleza a la felicidad, parece lógico y razonable que busquemos un lugar donde hacer realidad ese íntimo anhelo de paz y dicha. Ese espacio idílico, edénico, a la par que bello y saludable, eutópico, por usar la expresión de Assunto [pensador italiano, pionero en el estudio de la naturaleza y el paisaje desde una perspectiva filosófica], no es otro que el jardín. [...] Frente a una existencia frustrante, mezquina y desdichada, el jardín permite soñar con un mundo mejor".

Acaso no es lo mismo con lo que sueña la protagonista de La señora Dalloway de Virginia Woolf, una mujer londinense de clase alta que intenta equilibrar el mundo que la rodea llenando su casa de flores: "La señora Dalloway dijo que ella misma compraría las flores. [...] Avanzó, con paso ligero, alta, muy erguida, para ser inmediatamente saludada por la señorita Pym. [...] ¡Ah, las flores! Espuelas de caballero, guisantes de olor, ramos de lilas; y claveles, grandes cantidades de claveles. También había rosas, lirios. ¡Ah, sí! Aspiró el dulce olor del jardín terrenal mientras hablaba con la señorita Pym [...] Y era el momento entre las seis y la siete cuando todas las flores -rosas, claveles, lirios, lilas- brillaban; blanco, violeta, rojo, naranja intenso; cuando todas las flores parecían arder con un fuego interior, suavemente, con gran pureza, en los macizos neblinosos".

En Jardinosofía, Beruete sostiene que los jardines traducen la esencia de una época y sus gentes mejor que su historia sociopolítica. "El jardín es", según el autor, "una imagen del universo a escala humana, un cosmos en miniatura, limitado y manejable, una representación simbólica de la realidad". El filósofo francés Michel Foucault, por su parte, lo expresó así: "El jardín es la parcela más pequeña del mundo y es por otro lado la totalidad del mundo". Coged un ejemplar de este libro: el aire fresco y la grata compañía de las flores os esperan a lo largo de la lectura.

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