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Para salir de la rueda del hámster

Hartmut Rosa habla en su libro 'Alienación y aceleración' de tres ámbitos por los que nuestra época se acelera: la tecnología, el cambio social y la vida cotidiana

Hartmut Rosa.

En general se considera que lo propio del mundo moderno es la revolución científica, el abandono de la religión, la libertad individual y la sociedad de mercado. Sin embargo, estas caracterizaciones quedan incompletas si no nos ocupamos de la peculiar construcción moderna del tiempo: la aceleración. ¿Qué es exactamente lo que se acelera en nuestra época? El filósofo alemán Hartmut Rosa lo tiene claro. Según explica en su libro Alienación y aceleración (Katz, 2016), son tres los ámbitos que aumentan su velocidad: la tecnología, el cambio social y la vida cotidiana.

Es evidente que, desde los transportes a la informática, la historia de la tecnología moderna supone el incremento de la velocidad. El progreso tecnológico ha contraído el espacio y el tiempo. De modo análogo, las transformaciones sociales ya no tienen lugar entre generaciones, ahora los cambios radicales de costumbres y formas de vida se dan a lo largo del ciclo vital de una misma generación. Igualmente, la vida cotidiana sufre la presión continua de la escasez de tiempo. Se suponía que el avance tecnológico ampliaría el tiempo libre, pero extrañamente sucede al revés. La amenaza de los plazos tortura los quehaceres diarios hasta que la tensión rompe el arco y el individuo se para en seco, extenuado, ante el agujero de la depresión.

¿Cuáles son las causas de la aceleración? Una es económica y otra, cultural. Por un lado, nuestra sociedad está propulsada por la economía capitalista. La lucha por los beneficios o el prestigio convierte a los actores sociales en competidores permanentes. Cada vez es más difícil encontrar esferas de la sociedad sustraídas a la lógica de la concurrencia. Las relaciones familiares y amorosas también asumen el modelo de las transacciones económicas. Todo vale con tal de no ser considerado un fracasado. La velocidad es un factor decisivo porque, como se sabe, "el tiempo es oro". Los lentos están condenados al olvido al borde del camino y, para colmo, son declarados culpables de su propia marginación.

Por otro lado, el segundo motor es la búsqueda de un sustituto de la religión. La aceleración esconde una represión religiosa. El enmascaramiento consiste en la realización febril de todas las experiencias posibles. La identificación con la totalidad del mundo a través de la suma de las vivencias imaginables querría olvidar la limitación humana y la muerte. Se puede decir que la modernidad quiso borrar del mapa la religión, pero falsas trascendencias se han colado por la puerta de atrás.

El imperativo de la aceleración es tan extremo que el individuo se ha convertido en un mero recurso que debe plegarse a su ritmo desbocado. Por eso, según Hartmut Rosa, los patrones temporales del siglo XXI sugieren paralelismos con las formas de dominación totalitaria. Para pensarlo considera cuatro rasgos definitorios de los regímenes totalitarios: primero, ejercen una presión sobre los individuos que anula su libertad; segundo, son omnipresentes, pues invaden todos los ámbitos de la sociedad; tercero, se presentan como inevitables en la forma de destino o "segunda naturaleza", y cuarto, es casi imposible criticarlos.

El carácter totalitario de la aceleración contradice las promesas del proyecto ilustrado, a saber, la autonomía individual y el gobierno democrático. Los ideales de la Ilustración ya no se realizan ni siquiera para una minoría (como sucedió en algunos momentos entre la Revolución Industrial y los últimos suspiros del Estado de Bienestar), pues la turbina económica somete a todos, desempleados, trabajadores y empresarios, a un régimen de aceleración que convierte sus vidas en imparables ruedas de hámster. Los pequeños oasis de desaceleración, como las vacaciones o las sesiones de yoga, suelen tener un sentido funcional, pues pretenden recuperar fuerzas para asegurarse más velocidad que los adversarios en el siguiente tramo de la carrera al éxito.

Por eso, para la Teoría Crítica, esa filosofía que sí arrima el hombro para acabar con las causas del sufrimiento social, es necesario un análisis a fondo de las condiciones y efectos de la aceleración. En esa dirección, Hartmut Rosa propone desempolvar el concepto de alienación, un arma de la crítica del joven Karl Marx. La alienación remite a aquella situación en la que el individuo, sin estar obligado por nadie, vive y actúa de un modo que en realidad rechaza. La persona alienada está interiormente desdoblada, fuera de sí, carece de centro y libertad. La alienación actual es consecuencia de la aceleración. Ciertamente, el tiempo posibilita la relación con los otros y el mundo. Entrar en un "campo de resonancia" con los otros implica respetar y reconocer sus ritmos. La paciencia, la espera y la confianza significan dejar ser al otro quien es. Sin experiencia del tiempo se diluyen tanto el yo como la percepción del mundo. Por eso señalaba Marx en los Manuscritos de 1844 que la alienación respecto de sí mismo y respecto del mundo son fenómenos correlativos. Lo mismo podemos decir del tiempo necesario para la deliberación democrática. La democracia es irreconciliable con el torbellino cinético. Solo esto, aunque hay muchas más razones, debería mantenernos escépticos y despiertos frente a las ilusiones populistas de la ciberdemocracia.

La enajenación temporal del siglo XXI se comprende bien si tomamos en cuenta lo que se ha llamado la "paradoja subjetiva del tiempo". Cuando realizamos actividades que nos entusiasman, el tiempo pasa más rápido que al asumir tareas que nos aburren. Sin embargo, en el recuerdo, el tiempo vivido intensamente da la impresión de ser mucho más largo. Una experiencia intensa acorta el tiempo, pero gana espesor en la memoria. Lo sorprendente es que la tradicional "paradoja subjetiva del tiempo" ya no es la regla. La tarde pasada frente a las imágenes volátiles de las pantallas, zapeando o navegando en internet, transcurre velozmente. No obstante, cuando recordamos esa tarde, el tiempo parece increíblemente breve y vacío. La correlación entre tiempo intenso y memoria larga se transforma hoy en la reducción y vaciamiento del tiempo tanto vivido como recordado. ¿Por qué ocurre esto? Porque ante la pantalla no realizamos experiencias, no insertamos lo que sucede en la trama vital de nuestro ser corporal y nuestra biografía, en la relación entre memoria y esperanza. La velocidad impide que el tiempo deje huellas.

Al recuperar la idea de alienación, Hartmut Rosa recuerda que los elementos para resistir a la dominación de la velocidad están en la promesa no cumplida de la Ilustración. La llamada "crítica ética" toma como punto de partida la idea de "vida buena" y el deseo de felicidad, intuidos especialmente por quienes aspiran a rebelarse contra la tortura psíquica del tiempo menguante y la culpa por no cumplir con todos los "shocks" de la sociedad de consumo. Quienes sufren los golpes de la depresión o la ansiedad necesitan, a menudo sin saberlo, poner palos en la rueda del hámster. El asunto, sin embargo, no se resuelve solo con esfuerzos individuales, la respuesta es política. El régimen de la velocidad se obstina en repetir que "el futuro ya acabó". En realidad, la aceleración hacia ninguna parte oculta la parálisis en un ficticio final de la historia. De ahí que echar mano del freno de emergencia, tarea de una verdadera "nueva política", sea la condición para abrir el futuro.

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