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Autognosis y psicología analítica

'Mundo, año, hombre (Diarios 2001-2007)' está lleno de experiencias de la vida y el mundo en las personas, países, paisajes y culturas

Tiempo, memoria y autoconocimiento dan armadura conceptual a este libro de Ándrés Sánchez Robayna, tercera entrega de sus Diarios. Advierte en el prólogo que "uno de los motivos por los que escribi Diarios es porque me siento incapaz de hacer pensamiento puro, 'filosofía' (...) y eso quiere decir para mí, ante todo, pensamiento puro separado de la vida -y menos aún al margen de la vida cotidiana". Sin embargo, aquellos tres conceptos de larguísima tradición filosófica aparecen sutilmente articulados en 550 páginas como inseparables de su vida. No sería humana la segregación de la vida materal y la vida del alma, ramas del mismo tronco. La "poderosa realidad afectiva de la vida anímica" -leemos en Dilthey- es examinada en la historia y en los análisis del hombre por 'los grandes poetas y filósofos', dos órdenes de iluminación más afines de lo que parece y se cree. Gran poeta, Robayna piensa filosóficamente en el verso y también en su prosa de ensayista o narrador-glosador que escruta el tiempo histórico y el cronológico, lo cotidiano y su trascendencia, lo individual y lo colectivo.

Este tercer diario, ordenado por años (siete) y meses, contiene experiencias innumerables de la vida y del mundo en las personas, países, paisajes, culturas, comportamientos, creaciones y destrucciones de su deambular físico y mental. Viajes -interiores o geográficos- lecturas, descripciones, ideas, crítica politica, sarcasmo y ternura, contactos y reciprocidades con escritores y artistas son plasmados en lenguaje directo, que sigue siendo inteligible cuando las notas tomadas al paso fecundan pequeños ensayos para su inclusión en el libro. La bien trabajada naturalidad del relato procura la asequibilidad del pensamiento, dinamizada por la curiosidad universal y la voluntad de estilo. Sus reflexiones sobre la literatura, la música y todas las artes personalizan las deducciones de una agudeza psicólogica que es menos explicativa que descriptica y analìtica, siguiendo la diferenciación de Dilthey.

Y no es casual la repetida cita de este fundamental pensador de los siglos XIX y XX, tan respetado por Ortega y Gasset, porque, al poco de adentrarnos en la lectura del Diario, vemos que la acti-tud conductora es la autognosis, (selbstbesinnung) o conocimiento de sí mismo. La psicología descriptiva y analìtica suele partir del análisis de la percepción -personal e intransferible- para desembocar en el asociacionismo basado en elementos desde los cuales se intenta construir toda representación superior. En otras palabras, la conciencia trascendental se resuelve una y otra vez en conciencia histórica, que no desemboca en el relativismo porque en todos los casos se reafir-ma aquella psicología frente a la ruina de los sistemas. Es la actitud radical del hombre que se interroga, consciente de no ser un ente "permanente" sino una vida manifestada en caracteres tales como historicidad, forma estructural y cualidad. El narrador retiene, por tanto, las premisas del poeta en otro orden de escritura y va descubriendo su ser como entidad histórica, no como un ente inmutable, una naturaleza o una substancia.

Queda dicho que Robayna nos habla de sí mismo, con mayor intensidad a medida que avanza en la autognosis, sin caer en el "irritante narcisismo psicológico" que atribuyó Bourget a las diez mil páginas de los diarios de Amiel. En su caso, el diario pretende y consigue un aura de objetividad que no elimina -tampoco se recrea en ellas- confesiones subjetivas aparecidas de repente, sin contextos justificatorios. Como ésta: "Días de atroz nihilismo. Hastío, aislamiento intelectual. Me resisto todo lo que puedo a esta desesperación, esta desilusión que, sospecho, tiene mucho que ver con traiciones y desengaños sufridos en los últimos tiempos". Son confidencias aisladas que subrayan diltheyanamente la "poderosa realidad afectiva de la vida anìmica".

Un libro fascinante que cataliza con fuerte garra la atención lectora. Por sus páginas desfilan nombres y obras insignes junto a los affetti, trascendentes o no, de la criatura humana. El tiempo es en el relato la platónica "imagen móvil de la eternidad", lo que pasa como movimiento de una presencia que no pasa. Esa imagen móvil contempla el antes y el ahora, intuye el después y arranca agustinianamente de la realidad como mediadora entre lo eterno y el puro devenir de inasibles "ahoras". Cada párrafo es un ahora proyectado en la pantalla del devenir. Porque el tiempo "reposa en el ser" (Plotino) y es prolongación sucesiva de la vida del alma. Historia, presente y porvenir en la riqueza de una experiencia personal que no cesa. Y "entre el recuerdo yla esperanza levanta el ser su casa acogedora".

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