Procedente de los Bad Seeds de Nick Cave, la carrera de Mick Harvey en solitario no tiene nada que envidiar al que fuera su jefe hasta 2009. Aunque mucho menos popular que aquel, el guitarrista australiano ha confeccionado una de las discográficas más completa e interesantes de los últimos años, convirtiéndose en la quintaesencia de ese crooner moderno que introduce elementos de lo más dispares en sus canciones que van de la música ligera al rock más pantanoso, pasando por los retazos punks y góticos de sus inicios.
Un ejemplo de su versatilidad y buen gusto, es la larga lista de bandas sonoras que ha compuesto para directores siempre independientes y el número de bandas y cantantes a los que ha producido con resultados sobresalientes.
Pues bien, Harvey regresa, una vez más, al cancionero de Serge Gainsbourgh, para este nuevo trabajo, pero los hace de una manera muy diferente a como lo hiciera con sus dos primeros discos. Aquí el músico australiano opta por temas muy pocos conocidos del cantante francés, aunque conserve el mismo propósito que entonces que consiste en cambiar dichas composiciones tanto en el proceso que el resultado final las haga parecer irreconocibles. Así sucede con la inicial The man with the cabbge head con aroma noise incluido, a la que, por el contrario, sigue una sinuosa Deadly tedium con un falso aroma bohemio. Harvey llega a la cima en tres temas que por sí solos justifican la adquisición de este trabajo. El primero, SS c'est bon, que podría pasar por una letanía de Bauhaus, recobra toda la de la atmósfera de la música siniestra de los ochenta. El siguiente, I envisage, se introduce por terrenos más cercanos a la vanguardia de Suicide. Y con Boomerang demuestra su capacidad para crear la joya pop perfecta.
