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Ralph Ellison, fundido en negro

El sello Debolsillo rescata la obra del escritor afroamericano que mejor denunció la discriminación racial en un país cegado por el prejuicio

El momento no podía ser más oportuno para reeditar en bolsillo, aunque merecía tapa dura, la novela El hombre invisible y el libro de relatos Vuelo a casa, ambos del escritor afroamericano Ralph Ellison (1914-1994), un escritor que en la década de los cincuenta y sesenta del siglo pasado puso de manifiesto su constante preocupación por la raza y la identidad dentro de su obra. Después de que la semana pasada un policía blanco matara a otro hombre negro, ahora en Charlotte, Carolina del Norte (desde enero de este año hasta el presente se han contabilizado 123 hombres afroamericanos muertos a manos de agentes de policía, según el diario The Washington Post), las palabras del trigésimo noveno presidente de los Estados Unidos Jimmy Carter ("I say to you quite frankly that the time for racial discrimination is over" ("Te digo con franqueza que el tiempo de la discriminación racial ha pasado"), parecen una burla suprema.

Hoy más que nunca las palabras iniciales de El hombre invisible (Debolsillo, en la traducción canónica de Andrés Bosch de 1966) resuenan con fuerza: "Soy un hombre invisible. No, no soy uno de aquellos trasgos que atormentaban a Edgar Alan Poe, ni tampoco uno de esos ectoplasmas de las películas de Hollywood. Soy un hombre real, de carne y hueso, con músculos y humores, e incluso cabe afirmar que poseo una mente. Sabed que si soy invisible ello se debe, tan sólo, a que la gente se niega a verme. Soy como las cabezas separadas del tronco que a veces veis en las barracas de feria, soy como un reflejo de crueles espejos con duros cristales deformantes. Cuantos se acercan a mí únicamente ven lo que me rodea, o inventos de su imaginación. Lo ven todo, cualquier cosa, menos mi persona. Mi invisibilidad tampoco se debe a una alteración bioquímica de mi piel. La invisibilidad a que me refiero halla su razón de ser en el especial modo de mirar de aquellos con quienes trato".

El origen de la invisibilidad del protagonista de Ellison no es otra que su color negro, que le lleva no sólo a sentirse ignorado e inexistente en el seno de la sociedad en la que vive, sino también a llevar una existencia subterránea en un sótano cerrado y olvidado, en una zona limítrofe, iluminado con la electricidad que le roba a una compañía de servicio público con la que libra una batalla "por haberme sacado tanto dinero antes de que aprendiera a protegerme". Sólo con el prólogo, la historia le habría reservado a Ellison un sitio en el Olimpo, que ocupa junto a Richard Wright y James Baldwin. Pero si eres un lector insistente, querrás saber más cosas del narrador, como que cuando ganó una beca para estudiar en una universidad de negros es humillado por los blancos; al llegar se percata de que el rector desprecia las inquietudes de los negros de Estados Unidos. La vida fuera del campus también es corrupta. Ni siquiera la religión es un consuelo, pues un predicador, a ojos de los blancos, no difiere mucho de un criminal.

A los 19 años, Ellison ya había vivido casi todas las experiencias que le abastecerían de materia prima para El hombre invisible y los trece relatos de Vuelo a casa (Debolsillo, en traducción de Mariano Antolín Rato), escritos entre 1937 y 1954, y compendiados por el editor John F. Callahan tras la muerte de Ellison en 1994. El primer relato, Una fiesta abajo en la Plaza, donde un grupo de hombres blancos acorralan, desnudan y queman con gasolina a un negro, sólo podía haber sido escrito por el autor de El hombre invisible. Incluso hoy, en una época tristemente afín a su oscura atmósfera (que traen a la mente las palabras de Baldwin: "Ser un negro en este país y ser relativamente consciente es estar en una rabia casi todo el tiempo"), resulta perturbador escuchar a su joven narrador decir: "Yo estaba allí, ¿sabes? Yo estaba allí viendo todo eso. Fue mi primera fiesta y la última. Dios, pero aquel jodido negro era un tipo duro. ¡Aquel asqueroso negro Bacote era un cacho de asqueroso negro!"

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