No hay duda del peso que el malogrado escritor David Foster Wallace (1962-2008) tiene en la literatura americana de los últimos dieciséis años. No obstante, la naturaleza exacta de esa influencia es difícil de definir. Gran parte de la obra de Wallace no es tan atractiva como la del resto de sus compañeros de generación (Jonathan Franzen, Dave Eggers, William T. Vollmann), sobre todo en la forma de su expresión y en el oscuro manejo del lenguaje. Como escribió Rodrigo Fresán: "Wallace es un escritor y, además, un idioma. Hay que aprender a hablarlo y a escucharlo y a leerlo". Y qué mejor manera que empezar por leer los relatos, ensayos y materiales inéditos reunidos bajo el título de Portátil. Son pocos los autores actuales capaces de producir obras de un aliento tan vasto y de tan alto peso específico.
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