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"Todos somos un poco espías"

El escritor y exespía inglés John le Carré comparte con los lectores la historia de su vida en el libro de memorias 'Volar en círculos', publicado por Planeta

De niños, en casa (éramos cinco), todos queríamos ser héroes o espías, imaginábamos que nuestra vida de adultos no tendría ninguna complicación salvo las inherentes a nuestra ocupación de héroes o espías. Qué duda cabe de que aún no habíamos leído El espía que surgió del frío de John le Carré, donde un agente británico llamado Alec Leamas es sacado por sus jefes de la clandestinidad en la Alemania Oriental para darle un trabajo en un despacho, convertido así en un ciudadano "normal", lo que le lleva a beber ingentes cantidades de alcohol y a caer cada vez más en la autodestrucción hasta llegar a la humillación pública.

Puede que el espionaje no compense, pero la infancia y todo lo asociado al desarrollo social, emocional y cognitivo del niño, si uno sobrevive a ella, puede acabar convirtiéndole en un escritor de éxito. Y si no, que se lo pregunten a David John Moore Cornwell, más conocido por el seudónimo de John le Carré, cuyas esperadísimas memorias, Volar en círculos, acaba de publicar la editorial Planeta. En ellas Le Carré recrea episodios de su infancia junto a su progenitor, Ronnie Cornwell ("embaucador, farsante, ocasional visitante de la cárcel y, además, mi padre"), y lejos de su madre, Olive (Glassy) Cornwell, de la que jamás recordó un gesto de cariño hacia él.

Como si quisiera dar armas a sus detractores (que le acusan de haber trabajado para el MI5 cuando era estudiante en el Lincoln College, Oxford, espiando a algunos compañeros simpatizantes de la extrema izquierda para obtener información sobre posibles agentes soviéticos, y luego para el MI6 en Alemania), Le Carré confiesa en sus memorias que "hay muchas cosas sobre las que prefiero no escribir, como las hay en la vida de cualquiera. [...] De mi trabajo para la Inteligencia británica no quiero añadir nada a lo que ya han escrito otros [Adam Sisman en John le Carré: The biography, 2015], de manera inexacta, en otros sitios. En esto me siento obligado por un resto de anticuada lealtad a mis viejos servicios".

Esto no quiere decir que en Volar en círculos Le Carré no se moje hablando del tema del espionaje: "Espiar y escribir novelas están hechos el uno para el otro. Ambas cosas exigen una mirada atenta a la transgresión humana y a los numerosos caminos de la traición. Los que hemos estado dentro de la logia secreta no la abandonamos nunca del todo. Aunque no compartiéramos sus hábitos antes de ingresar, los compartiremos por siempre jamás. [...] El espionaje no me hizo descubrir el ocultamiento. Las evasivas y el engaño fueron las armas necesarias de mi infancia. Durante la adolescencia, todos somos un poco espías, pero yo ya era un veterano. Cuando el mundo secreto vino en mi busca, me sentí como en mi propia casa".

Los primeros borradores de lo que más tarde sería Un espía perfecto (hay edición española en Booket, 2016), escrita en 1986, estaban inspirados en la vida tempestuosa de su padre: "Ronnie pasó toda su vida andando sobre la capa de hielo más fina y resbaladiza que uno pueda imaginar. No le parecía una paradoja figurar en la lista de los más buscados por fraude y presentarse al mismo tiempo en las carreras de Ascot, en el recinto de los propietarios, luciendo una chistera gris. La recepción en el Claridge's para celebrar su segundo matrimonio tuvo que interrumpirse mientras él convencía a los inspectores de Scotland Yard para que aplazaran su arresto hasta el final de la fiesta. [...] Graham Greene dice que la infancia es el saldo que tiene un escritor a su favor. Si es así, yo nací millonario".

El caso es que Le Carré no tuvo que inventar mucho para escribir Llamada para el muerto, El espía que surgió del frío, El topo, La gente de Smiley, Un espía perfecto o El sastre de Panamá, obras que le han convertido en uno de los escritores de novela de suspense y espionaje más grandes del pasado siglo.

Pero sin duda su obra más ambiciosa de su carrera es Volar en círculos, en la que el autor nos muestra, con espléndido pulso literario, los entresijos de su vida y su arte: "Me encanta escribir sobre la marcha en libretas, mientras camino, en los trenes o en los cafés, y luego volver corriendo a casa para seleccionar lo mejor del botín. [...] Nunca he escrito de otra manera que no fuera a mano. Quizá sea arrogante por mi parte, pero prefiero mantener la tradición centenaria de la escritura sin mecanizar".

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