La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

CONTRA LOS PUENTES LEVADIZOS

Facha(das)

Pintada en una fachada. LA PROVINCIA / DLP

Tenía pensado hablarles de las excelencias de la novela de Eric Lundgren Fachadas, publicada por Malpaso, de sus personajes singulares (Molly Norberg, una mezzosoprano desaparecida en extrañas circunstancias; su marido, y protagonista de la novela, Sven Norberg, que emprende su búsqueda cada noche; el hijo del matrimonio), de su trama laberíntica y oscura como los edificios de Trude, la ciudad ficticia del Medio Oeste americano donde transcurre la acción, pero el anuncio la semana pasada del nuevo Gobierno de Mariano Rajoy (Rafael Catalá, Fátima Báñez y Cristóbal Montoro continúan en sus cargos; Juan Ignacio Zoido, María Dolores de Cospedal y Álvaro Nadal entran en el Ejecutivo), me ha hecho recordar una frase del escritor y columnista Juan Soto Ivars, leída en su libro Un abuelo rojo y otro abuelo facha (Círculo de Tiza): "España necesita urgentemente un libro de autoayuda".

A mí no se me ocurre ninguno mejor que el suyo. En Un abuelo rojo y un abuelo facha, Ivars nos cuenta su historia personal a la par que hace buen periodismo, ese periodismo que, como decía Francisco Umbral, "mantiene a los ciudadanos avisados, a las putas advertidas y al Gobierno inquieto". Todo el mundo sabe que la historia la escriben los vencedores, pero ese cliché deja de lado un detalle crucial: con el tiempo, los vencedores siempre son los progresistas, porque la sociedad no puede parar de evolucionar frente a la inacción del conservadurismo. Por eso, escribe Ivars, necesitamos "una izquierda que busque el cuello de los traidores de la izquierda, que busque incluso el cuello de la gente sin cuello. Necesitamos una izquierda que nos apasione y nos haga huir despavoridos cuando un pensamiento de derechas nos cruce por la mente".

A estas alturas de la película ya ni si quiera hace falta recurrir al mito de las dos Españas, la que quiere progresar y una minoría privilegiada que se comporta como simples villanos televisivos. En realidad es más sencillo que todo eso: "Caín sigue siendo la izquierda y Abel la derecha", como dijo en cierta ocasión Umbral. "Abel es el agricultor que cuida muchos sus frutos, sus cosas, no se qué -la Biblia dice que para ofrecérselos al Señor-, y Caín es el trashumante que cruza el mundo. Claro, siempre hay más revolución, más inquietud, más novedad, más progreso, en el hombre errante y aventurero que en el primer burgués que es Abel, el hombre que tiene ya muy montada su granja avícola, y de ahí no hay quien le mueve".

Hoy en día ya no necesitamos cruzar las fronteras de casa (Bienvenido a la república independiente de tu casa, era el lema de la campaña de primavera de IKEA de 2006) para tener la sensación de ser diferentes. Y es que, como señala Ivars en Un abuelo rojo y un abuelo facha, "somos un pueblo que busca el sentido de ser pueblo y lo pierde por el camino, como si buscásemos las llaves antes de salir de casa, las encontrásemos, las metiéramos en el bolsillo del abrigo y al cerrar la puerta nos percatásemos de que no lo llevamos puesto". Al margen de lo que uno pueda pensar acerca de la izquierda y la derecha españolas, no es verdad que sean iguales. No sería verdad que son iguales ni siquiera aunque la izquierda fuese incapaz de evolucionar de su etapa actual de crisis.

Compartir el artículo

stats