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teatro

Garrote vil, épica escénica

'Corredera', una dramatización de Miguel Ángel Martínez Perera que nos instala en la posguerra incivil en Gran Canaria

Garrote vil, épica escénica

De este autor canario, nacido circunstancialmente en Pontevedra en 1974, poco sabíamos en las Islas, dado que sus poemarios sucesivos (1), pese a estar premiados en concursos del género, han tenido la acostumbrada invisibilidad crítica que encadena a las nuevas generaciones, que tal parece una ristra de galeotes en espera del caballero andante que los libere para desamordazarlos y revelarlos a sus lectores coetáneos. Como poeta, Martínez Perera ha mostrado una equidistancia entre la reflexión ética de alcance universal y el quiebro lírico que la vivencia autobiográfica imprime de modo proyectivo a los jóvenes poetas que confrontan sus ilusorios ritmos emocionales con la dura realidad secular.

Así sucedió en Testamentos del mar nuestro (1999), donde la mitología clásica mediterránea se vuelve un pretexto para fijar en cada dios o diosa helenos, en cada personaje de la inmortal poesía homérica, un referente potencial para hablar del presente inmediato: madres, niñas, sangre, guerras ("esta tierra de infiernos") donde ("hay una isla de cal/ y canto en cada patio prometido"). Se trata de una elaboración lírica transversalmente especular al mundo clásico, que alcanza extrema densidad en poemas como Marte, Venus, Plutón, Circe, Prometeo, Dafne o Gea. La contingencia humana le sirve a Martínez para reconvertir el mito en una fuga que tiene regusto de poesía social y de cierto toque surrealista en la inventiva.

Pero, tras algún ensayo previo, e inédito, de dramaturgia de especie clásica, nuestro autor se decide a explotar la mitología de su propio territorio geográfico. Y así nace Corredera, una dramatización que se instala en la posguerra incivil en Gran Canaria. De la lírica a la épica, pero pertrechado de las utilidades necesarias a tal transvase; dramaturgia expresionista - diríamos- como evidencia la puesta en tablas de Números redondos, primera parte del libro que reseñamos. Los siete cuadros de este drama histórico se centran en el totalitarismo del régimen nazi, con una variabilidad situacional que va desde la intervención del ministro de la legación española en Budapest - el llamado Schindler español - en favor de los sefardíes magiares, el diálogo de una prostituta alemana que recibe a un teniente de la Luftwaffe desfigurado por graves quemaduras, quien, apoyándose en una muleta, no viene a ella en busca de sexo sino a charlar, confesándole que fue él quien machacó a martillazos los dedos de su padre, pianista, y que abjura del nazismo y le facilita la fuga al extranjero. Rara catarsis previa al suicidio del piloto. Los cuadros siguientes escenifican situaciones que despliegan igualmente los sufrimientos infringidos por el III Reich y, a la par, el terrorismo estalinista, con crudeza descriptiva en los abusos sexuales.

De repente -en el quinto cuadro escénico- el eje de traslación argumental se localiza en el barrio de Vegueta. Ya va descendiendo el autor de lo general a lo particular: es la confesión de un joven falangista que colabora en la "cacería de ratones colorados" para tirarlos por la sima de Jinámar. Entra en escena el obispo Pildáin y se rememora el conocido episodio de la carretera de La Laja. Es aquí donde la estructura espacio/temporal que se fragua definitivamente en Corredera empieza a insinuarse como un modelo de inclusión de un segundo plano presencial que se consolida como la carpintería dramática urdida por Martínez en estilística propia. De repente, en el sexto cuadro, hay un salto al estudio del fotógrafo Robert Capa en Montparnasse, cuya modelo publicitaria mimetiza con sus posturas las diferentes situaciones de las fotos tomadas por Capa en la Guerra Incivil española.

Dice la acotación del autor: "Estamos en un tiempo fuera del tiempo, ya que los personajes son en realidad fantasmas. Por esta circunstancia se justifican los saltos temporales, la estructura circular de la escena e incluso el lenguaje poético y las imágenes oníricas con la que se expresan los personajes."(pg. 84) El diálogo entre ambos tiene una intensa y desenvuelta poética que descongela el terror que emanaban los cuadros precedentes, y decidimos señalarlo como el mejor cuadro de la obra. De algún modo este texto, que gana el Ier Certamen Internacional de Textos Teatrales Juan Luis Galiardo 2016 "por su calidad literaria, su cuidada poética, la originalidad de su construcción y por llevar a los escenarios un tema tan delicado y controvertido como los totalitarismos" - según expresó el jurado del mismo, se instala como precedente estilístico que se explayará a lo largo de Corredera con indudable capilaridad argumental.

Este drama en doce cuadros (2) es la primera puesta en tablas del gran mito grancanario del s. XX. Martínez decidió desembocar su entrenamiento previo en la sordidez europea - con perfiles expresionistas y brechtianos - para impregnarse del pathos que comunica la desdichada vida y cruel final que le aportaba el caso de Juan García. Un doloroso ayer puesto en escena próximamente por la Compañía Profetas de Mueble Bar en el Teatro Cuyás, quienes en el montaje de la pieza habrán comprendido en su justa medida la complejidad de la dramaturgia que propone Martínez, inaugural entre los modelos de narratividad lineal comúnmente propuestos en el teatro actual. De la lírica a la épica documental, tal es la andadura de M. A. Martínez, pues contrariando el estilo "naturalista" al uso echa a andar el "Verfremdungseffekt" (efecto de extrañamiento) que distingue el teatro épico de Bertolt Brecht, donde los actores se dirigen directamente al público buscando un distanciamiento emocional que suscite en la audiencia una reflexión crítica, más allá del consabido anecdotario histórico del suceso en sí.

Tal es la "marca Martínez", su "more proprio": la armadura dramática de un mito popular que ya tenía versiones literarias (Lezcano, González Déniz, Socorro), pero que se hacía preciso hacer vibrar de viva voz ante un público poroso a la rememoración diacrónicamente distanciada, haciéndonos recordar la fiereza y la ternura de Valle Inclán, de Arthur Miller, de Alfonso Sastre o A. Buero Vallejo. Teatro al que seguiremos llamando "comprometido" a falta de mejor calificación, lo que no señala exclusivamente que sea la política su generatriz, sino que hay en él un aliento ético y humanitario contaminante, que deberíamos superponer a la causalidad factual del momento histórico del "sucedido".

A Martínez le debió fascinar el trío que forman Juan García el Corredera, el Obispo Pildáin y el verdugo Bernardo Sánchez (que da garrote vil al republicano teldense en 1959), tanto como para montar sobre estos tres caracteres el peso mayor de su obra. Bien es verdad que necesariamente acompañados por las dramatis personae del contexto histórico real. Porque lo que se ve en el escenario pasó más o menos así: es el doloroso ayer minuciosamente documentado, sólo que se verá dramatizado circularmente, iniciándose la acción con el cadáver yacente del Corredera, mientras un capitán médico da el informe oficial de su reconocimiento y "detrás de sus palabras puede escucharse el aullido lastimero de un perro lejano".

La carpintería dramática discurre alternando monólogos dirigidos a un público que se toma como personaje y cuadros escénicos que sistematizan cierta interacción de planos en simultaneidad o intersección, a veces en tres planos, que es la aportación transversal de Martínez al documento historiado. Acaba la pieza en una apoteosis coral donde cada personaje se remite a su discurso argumental en actuación simultánea, dejando la última palabra a Juan García para referir el origen del mote con el que se le ha conocido, siguiendo una acotación de "oscuro final" que nos parece harto simbólica.

Importante e impactante en forma y contenido, auguramos que Corredera causará sensación, pues es una bomba de efecto retardado que avivará la conciencia histórica perdida del episodio de Juan el Nuestro, ahora rememorada en encarnadura dramática singular, alzado como se ve el mito popular desde el infame garrote vil a la épica escénica que lo aureola, en definitiva, como un perdedor resucitado con plusvalía moral ejemplarizante. "La propuesta dramática se afronta con gran riesgo y gran valentía" - escribe el Profesor Jesús Páez en el enjundioso prólogo a esta edición - "precipitando la culminación de una obra teatral de perfecta factura." No se la pierdan pues, si quieren estremecerse con la verdad, que contiene violencia, ternura, bromas, solidaridad familiar y amistosa, disparos, ladridos de perros; todo ello soportable, cual es la belleza de la verdad desnuda. Como dejó escrito Albert Camus en L'Été (El Verano): "Sí, existe la belleza y existen los humillados .Por difícil que sea la empresa, querría no ser jamás infiel a la una ni a los otros."

(1) Filosofía de octubre (1997), Llanura abisal (1999), Testamentos del mar nuestro (1999). (2) Números redondos. Corredera Prólogo de Jesús Páez Martín. Accésit del XVII Premio Internacional de Teatro de Autor Domingo Pérez Minik 2014. Esperpento, Ediciones teatrales. (2016)

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