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¡Que vienen los rusos!

Los escaparates de las librerías se llenan de novedades editoriales para conmemorar el centenario de la Revolución rusa, que se cumple en febrero de 2017

El cineasta Norman Jewison cuenta en su haber con una de las mejores comedias sobre la guerra fría, ¡Qué vienen los rusos! (1966), sobre un submarino ruso que encalla en un lugar apartado de la costa de Estados Unidos. La tripulación decide salir a buscar combustible y, de paso, poder orientarse sobre su ubicación, pero los lugareños creen que se trata de una invasión y organizan una milicia ciudadana a cargo de un ex-combatiente de la Segunda Guerra Mundial. El título me ha venido a la cabeza precisamente repasando las novedades editoriales que se avecinan para conmemorar el centenario de la Revolución rusa que se cumple en febrero de 2017, y que condujo al derrocamiento del régimen zarista, y a la instauración, en octubre de ese mismo año, de otro régimen, liderado por Lenin, políticamente marxista, con el apoyo del Partido Bolchevique y la lealtad las clases más bajas.

Entre los primeros títulos en llegar se encuentran: El ocaso de la aristocracia rusa (Tusquets) de Douglas Smith, Historia de Rusia en el siglo XX (Crítica) de Robert Service, El pueblo en guerra (Hermida) de Sofía Fedórchenko, En los orígenes de la revolución permanente (Siglo XX) de Alain Brossat, Los Romanov 1613-1918 (Crítica) de Simon Sebag Montefiore, Rusia en la larga duración (Viejo Topo) de Samir Amin, Medianoche en el siglo (Alianza) de Victor Serge, Cartas desde la revolución bolchevique (Turner) de Jacques Sadoul y, sobre todo, La Revolución rusa (Debate), escrito por uno de los mayores expertos en historia de Rusia y la extinta Unión Soviética, el historiador americano de origen polaco Richard Pipes, a quien algunos ha acusado de "demonizar a Lenin".

Lo que hace que el libro de Pipes sea tan interesante, más que cualquier otra obra escrita sobre la índole represiva, extremista y violenta del régimen soviético, es que saca a la luz la verdadera intención de la revolución bolchevique, empeñada no sólo en desmantelar el antiguo régimen sino en acelerar a marchas forzadas el curso de la historia para dar vía libre a la megalomanía de Lenin: "No es necesario creer que la historia la hacen los 'grandes hombres' para reconocer la inmensa importancia que tuvo Lenin para la Revolución rusa y el régimen que surgió de ella. Lo cierto no solo es que el poder que acumuló le permitió ejercer una influencia decisiva sobre el curso de los acontecimientos, sino también que el régimen que estableció en octubre de 1917 fue, por decirlo así, una institucionalización de su personalidad. El Partido Bolchevique fue una creación de Lenin; como su fundador, lo concibió a su propia imagen. [...] Así pues, la Rusia comunista fue desde el comienzo, y de un modo poco habitual, un reflejo de la mente y el espíritu de un hombre".

Independientemente de que la Revolución Rusa fuera más intelectual que de clase, la revolución bolchevique se fundó en la intolerancia ideológica, la estigmatización colectiva y el terror al entregar el verdadero gobierno al pueblo que "saquea, roba y mata ante la calma y la indiferencia generales", como escribe Jacques Sadoul en Cartas desde la revolución bolchevique. El político y escritor francés estaba en Petrogrado cuando estalló la revolución de octubre: "El sistema soviético es más verdadero, más profundamente popular, más apto para satisfacer las aspiraciones de las masas, más vivo y más flexible. Pero todas estas ventajas tienen sus contrapartidas. El régimen soviético presupone, me parece, una educación política y social relativamente desarrollada entre los obreros y los campesinos. A falta de esta preparación indispensable, corre el riesgo de determinar, con más facilidad todavía que el régimen burgués, la anarquía o la tiranía de un puñado de hombres [...] seguidos ciegamente por unas masas groseras, movida solo por los apetitos y sentimientos proletarios". Tanto el libro de Pipes como el de Sadoul -el primero desde fuera y el segundo desde dentro-, reflejan una época de euforia y angustia que, en muchos aspectos, se parece a la nuestra, a pesar del siglo que nos separa.

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