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Entrevista a Alberto Rodríguez

"Los jóvenes cineastas canarios deberían salir de las Islas"

"En 1998 tuve mi primer trabajo remunerado en el mundo de la animación y desde entonces no he parado", rememora el director de cine

"Los jóvenes cineastas canarios deberían salir de las Islas"

El director de cine de animación Alberto Rodríguez (Santa Cruz de Tenerife, 1973) no tiene perro actualmente, pero sí una bonita historia relacionada con ellos. "Cuando tenía 18 o 19 años y aún vivía en casa de mis padres, llevé una noche sin avisar un cachorro que me habían regalado. Me costó una discusión con mi padre, en teoría el perro debía volver a su lugar de origen al día siguiente. Eso nunca ocurrió, ya que fue precisamente mi padre quien más se encariñó con Wally, que así se llamó el perro. Duró la friolera de 17 años en casa, era un chucho con mucha personalidad y que no solamente mi familia recuerda con cariño".

El pasado miércoles, la academia española de cine comunicó que el primer largometraje de Alberto Rodríguez como director, Ozzy, filme hispano canadiense sobre un grupo de perros que quieren evadirse de una cárcel, está nominado a dos Premios Goya, a la mejor película de animación y al mejor sonido. Con Paola Torres, nominada al mejor vestuario por 1898. Los últimos de Filipinas (Salvador Calvo), Rodríguez es uno de los dos canarios que hay este año en la terna de nominaciones. Es, además, el favorito para ganar la categoría de mejor película. De las tres finalistas, es la única estrenada en salas, con una taquilla de cerca de dos millones de euros. La gala que desvelará los premiados de los 31 Premios Goya se celebrará el sábado 4 de febrero en Madrid. Si el pacífico beagle Ozzy se lleva el 'cabezón', el tinerfeño será el primer director de cine de las Islas en lograr que una película suya sea considerada la mejor del año.

Mi momento preferido de Ozzy es cuándo los guardaespaldas de Don Vito descubren que el nombre del chihuahua que ejerce de capo de la cárcel es en realidad "Sugar" y el collar con el que lo vestían en su familia de color rosa. En cambio, Alberto Rodríguez se queda con "cuando Ozzy está en el despacho del alcaide y este lo obliga a que engañe a Don Vito. La secuencia tiene un planteamiento muy clásico, planificada para ver tanto el que habla como la reacción del que escucha, con cámaras por encima del hombro. Y funciona muy bien. Algo similar sucede antes de la carrera final, en el vestuario, cuando Ozzy es un mar de dudas sobre el plan que el mismo ha ideado para escapar y su amigo, el perro salchicha Fronky, encolerizado, le recuerda la razón por la que deben seguir adelante en la huída. Son diálogos que hacen que el espectador se olvide de que está viendo una película de animación".

¿Qué le diría a un académico para que vote por su película?

Nunca tomaría la iniciativa de hablar sobre mi trabajo si no se me pregunta antes. Con mucha prudencia, solo les invitaría a que vean la película, pero solamente porque considero que, para cualquier cinéfilo, Ozzy tiene muchos guiños divertidos a grandes clásicos. Terminar un proyecto así te deja agotado, hay muchos momentos emocionalmente difíciles, el cansancio es tal que cuesta distinguir lo que haces bien o mal, tienes que tomar decisiones a diario, el equipo te pregunta constantemente y necesitan respuestas inmediatas.

En situaciones así, ¿qué es lo más importante como director?

Tienes que tener los noventa minutos de película visualizados en tu cabeza, es la única forma de dar respuestas coherentes y mantener la producción en los tiempos previstos. Cuando se acaba el proyecto tienes la sensación de haber estado dos años viviendo en otro planeta. Llegas incluso a tener un sentimiento de rechazo, así que cuando empiezan a seleccionar la película en festivales, llegan los datos de taquilla, las nominaciones? es cuando te das cuenta de que el proyecto ha gustado. Los premios son fantásticos y ayudan mucho cuando sucede, pero si algo te apasiona nunca trabajas pensando en premios, el premio es poder hacerlo.

Películas comerciales como Ozzy a menudo son denostadas por una parte de la crítica.

El público es muy diverso. Hay momentos en que solo necesitas que no te hagan pensar demasiado, hay otras veces que te apetece una buena historia. Nunca antes ha habido tanta oferta para ver como ahora y se siguen produciendo miles de películas cada año. Hablando de animación, producir una película es extremadamente lento y complicado en algunos casos, y es absolutamente necesario garantizar el retorno de la inversión para poder cubrir gastos y poner en marcha nuevos proyectos.

¿Con qué mensaje de los que lanza su película se queda?

Ozzy es una parodia con una historia de un personaje que, después de hacer un viaje contra su voluntad, regresa siendo una versión mejor de sí mismo, dentro de un tono de cómico y adornado por el género carcelario. Pero es cierto que luego muchos espectadores hacen suya la historia y cada uno encuentra su significados. Al tratarse de una película pensada para un público infantil, y con una distribuidora que cuida mucho este tipo de detalles, nos esforzamos en que todas las posibles interpretaciones fuesen siempre positivas.

En lo técnico, ¿qué ha sido lo más difícil de lograr?

Acabar la película en el tiempo establecido. Todo el 3D se realizó en los estudios canadienses de Tangent Animation, en Toronto, ellos diseñaron el flujo técnico de producción, eligieron el software y también el equipo humano para los distintos departamentos, en total unas 150 personas. Todo esto hubo que hacerlo en tiempo récord. Usamos además un software de animación relativamente nuevo en producción de largometrajes, Blender, gratuito pero muy potente y versátil. El hándicap era que hubo que diseñar un flujo de producción nuevo desde cero, en paralelo al propio proceso de hacer la película. También fue difícil encontrar a gente con experiencia que trabajase en el proyecto, ya que coincidió con un pico de producción en Toronto, con casi todos los artistas ocupados. Hubo unos meses en que contratamos a estudiantes con muy poca experiencia. Aunque había gente con mucho talento, siempre se tarda un poco en coger el ritmo de producción.

Cuénteme alguna anécdota del proceso.

Como aún estábamos en una etapa muy temprana del proyecto y no estaba asegurado cuál iba a ser el casting final de voces, hablamos con Stephen Hughes para la grabación de las voces de referencia, con el que yo había coincidido en la serie Pocoyó. Hizo algo impresionante, fue capaz de grabar todas las voces del guión de un tirón y a tiempo real. Ni siquiera los técnicos de La Bocina, el estudio encargado del sonido, habían visto algo igual. Iba cambiando los registros a la vez que leía el guion e interpretaba a cada uno de los personajes. Lo hizo tan bien que algunas de las voces finales en la versión inglesa siguen siendo la suya.

¿La animación es un oficio del que se puede vivir en España?

Sobre 1998 tuve mi primer trabajo remunerado en el mundo de la animación y desde entonces no he parado. El sector engloba decenas de oficios diferentes, y cada producción requiere profesionales capacitados en cada uno de ellos, dibujantes, modeladores, animadores, técnicos de sistemas, programadores, iluminadores, editores, productores, coordinadores, etc. Si vives en Londres o Canadá, y en cualquier conversación del supermercado alguien te pregunta a qué te dedicas, nadie se sorprende cuando dices que trabajas en animación, es algo perfectamente habitual desde hace décadas.

¿Ve viable consolidar un sector de animación en Canarias?

El que sea posible o no es directamente proporcional a las facilidades que el lugar ofrezca al desarrollo de la actividad. Siempre pongo el mismo ejemplo: Nueva Zelanda también está formada por un conjunto de islas, geográficamente están mucho más distantes de Europa que Canarias y más o menos a la misma distancia de Los Ángeles. Allí Peter Jackson creó Weta Digital, los estudios donde no solo realiza sus producciones, como la trilogía de El Señor de los Anillos (2001, 2002, 2003), sino que también da servicios para otras producciones. Desde allí se han creado innumerables producciones de éxito para todo el mundo como Avatar (James Cameron, 2009), Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio (Steven Spielberg, 2011) o El Libro de la Selva ( Jon Favreau, 2016). Es una carrera de fondo, Jackson lleva treinta años haciendo cine, y es solo uno de los ejemplos que podríamos poner.

¿Cómo se llega hasta ahí?

Hay que tener claro que el motivo lógico de incentivar una actividad es crear una red empresarial que crezca de forma exponencial, sea competitiva y duradera en el tiempo, de esta manera, a medio y largo plazo, los beneficios, no solo económicos, superarán con creces lo incentivado. Cuando se potencia un sector, no solamente es este el que crece, también lo hacen muchos otros alrededor, por ejemplo el de servicios, en definitiva es bueno para todos. Hay que observar cómo lo hacen en otros países que han hecho de la industria de entretenimiento un sector competitivo y rentable, y adoptar y adaptar medidas similares.

Le he oído animar a los jóvenes cineastas canarios a que viajen fuera de las Islas para conocer otros modos de trabajo. ¿En qué medida eso es importante?

Lo considero imprescindible, pero sea cual sea la profesión. Ya habrá tiempo de volver, se pierden muchas cosas quedándose ahí. Recomiendo encarecidamente a todo aquel que tenga la más mínima oportunidad de trabajar en otro sitio que lo haga, poniendo por delante si es necesario la experiencia a lo económico. Si se es joven y no hay grandes responsabilidades, vale la pena ganar un poco menos por una experiencia que siempre lo merecerá.

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