La primera vez que oyes hablar de la novela Ulises de James Joyce es de manera anecdótica. El periodista y escritor alemán Kurt Tucholsky dijo que era como el concentrado de carne Bovril: "No se puede comer, pero te permite preparar muchas sopas". El historiador literario Kevin Birmingham, galardonado con el premio Truman Capote de Crítica Literaria 2016 por este ensayo recientemente publicado por Es Pop Ediciones, lo tacha de "libro peligroso". ¿Por qué? Pues porque pese a su innegable mérito, Joyce vio como su obra maestra era prohibida tanto en Estados Unidos como en Gran Bretaña (Virginia Woolf se negó a publicarla en Hogarth Press, la editorial que fundó en 1917 junto a su marido Leonard Woolf) y juzgada en tres ocasiones por obscena. Según Birmingham, "las transgresiones de Ulises fueron el primer elemento que la mayor parte del público conoció sobre la novela. [...] En el transcurso de una década, Ulises se convirtió en una sensación clandestina".

Raras veces un libro se hace famoso realmente "de la noche a la mañana", pero en este caso podemos usar la expresión sin temor a equivocarnos. Ulises, publicado por la librera y editora Sylvia Beach en 1922 en París, se convirtió en una sensación internacional. Aunque sería exagerado afirmar que el apoyo inicial al libro de Joyce fue universal. El escritor inglés D. H. Lawrence se quedó atascado en la lectura de la voluminosa obra, y dijo: "¡Dios mío, qué burda olla pútrida es James Joyce! Nada más que colillas viejas y pedazos de col de citas de la Biblia y lo demás estofado en el jugo de la deliberada obscenidad periodística". La escritora americana Edith Wharton no fue mucho más complaciente, y definió la novela de Joyce como "un inflado revoltijo de pornografía".

Las únicas cosas que la mayoría de la gente sabe sobre Ulises son las que ha oído en cotilleos o ha leído en los artículos de los suplementos literarios (o sea, que en realidad no sabe nada). En El libro más peligroso: James Joyce y la batalla por Ulises, Birmingham narra los hechos que llevaron a Ulises a ser la creación incuestionable que es hoy en día (como poco figura en todas las listas de las 100 mejores obras de la historia de la literatura), y que sólo supieron ver en el momento de su publicación Sylvia Beach y T.S. Eliot, quien escribió en la revista literaria estadounidense The Dial que Ulises era "un paso en la dirección adecuada para establecer un mundo moderno posible para el arte". A ninguno de los dos le pareció particularmente obscena. A diferentes personas, diferentes criterios.

Ulises narra los acontecimientos vividos, a lo largo de un día, por Leopold Bloom y Stephen Dedalus en Dublín, en un vagabundeo que recorre nuevamente las míticas etapas de la Odisea: el primero va a la busca inconsciente de un hijo que venga a sustituir al que se le murió de niño; el segundo tiene necesidad, también de manera inconsciente, de una figura paterna que le sirva de punto de referencia en sus inquietudes intelectuales. En su ir y venir por las calles de Dublín se encuentran brevemente en la sede de un periódico, en la Biblioteca Nacional y, por último, en los bajos fondos, donde Leopold/Ulises opera una suerte de rescate de Stephen/Telémaco, el cual, estando ebrio, es agredido por dos soldados ingleses. Leopold se lleva a casa de Stephen, donde los dos charlan de literatura, mujeres, asesinatos y suicidios, mientras la mujer de Leopold, Molly Bloom, ya en la cama, recuerda su primer encuentro con Leopold y su propuesta de matrimonio: "Sí dije sí quiero Sí", frase con la que acaba la novela.

Nunca una historia ha dado tantos motivos literarios y culturales (desde 1954 se celebra en Dublín el Bloomsday, en honor de Leopold Bloom, reproduciendo el recorrido del personaje) como la de Ulises. Si bien no todo lo que dicen o piensan los personajes resulta descifrable siquiera para el lector más sensible, el efecto que produce es el de una belleza carente de claridad. Y es precisamente esa falta de claridad y transparencia la que ha llevado a Ulises, en sólo unas pocas décadas, a pasar "de ser una insurgencia a ser una institución", como escribe Birmingham en su magnífico trabajo de investigación. Hayan o no leído la novela de Joyce, todos los lectores sacarán provecho de acompañar a Birmingham en su indagación.