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CONTRA LOS PUENTES LEVADIZOS

¡Vámonos, extranjera!

La escritora china Sanmao, seudónimo de Maoping Chen. LP / DLP

En 1976 la escritora china Sanmao, seudónimo de Maoping Chen, publicó Cuentos del Sáhara, que ahora aparecen por primera vez en España con el título Diarios del Sáhara, publicados por la editorial independiente :Rata_, escrito con dos puntos y guión bajo, como si fuera una rata. Un año antes, a mediados de 1975, Sanmao y su marido, el español José María Quero, habían abandonado el Sáhara en medio de las protestas por la soberanía del territorio que se disputan todavía hoy el Frente Polisario, que constituyó en 1976 la República Árabe Saharaui Democrática, y Marruecos. Medio siglo de vida artística y de lucha por la autodeterminación del pueblo saharaui que convergen en este libro autobiográfico que en la actualidad está siendo traducido a decenas de lenguas en todo el mundo y que convirtió a su autora en una leyenda en China, donde tiene millones de lectores.

En China, Sanmao es conocida bajo el nombre de Echo Chen, dos alias diferentes para la misma historia de amor que tiene lugar en las páginas de Diarios del Sáhara, y que no es otra que la suya propia. Sanmao siguió a José hasta el Sáhara, donde él había encontrado un trabajo a jornada completa y ella esperaba encontrar una vida de aventura como otras heroínas intrépidas antes que ella (Gertrude Bell, Isabelle Eberhardt, Annemarie Schwarzenbach), aunque lo que allí encontró la dejó a medio camino entre el desconcierto y la desilusión: "Al principio, mis días eran muy solitarios. Todos los vecinos eran saharauis, y yo no sabía hablar árabe... En África muy pocas mujeres hablaban español, y sus hijos lo hablaban a medias. [...] No quiero estar lamentándome continuamente de mi soledad, pero en los primeros tiempos casi me parecía imposible soportarla, y quería recoger mis bártulos y regresar a Europa".

Por suerte para los lectores, Sanmao no regresó a Europa, sino que pasó dos años en el Sáhara con José hasta que estalló el conflicto entre el Frente Polisario y las fuerzas armadas de Marruecos y Mauritania, a resultas del cual la pareja fijó su residencia en Gran Canaria (en Playa del Hombre, en Telde), Tenerife y La Palma, donde José, buceador profesional, murió practicando submarinismo en 1979. Su inesperada muerte, como la de Sanmao poco tiempo después (la autora se suicidó en 1991 en un hospital de Taipei, enrollándose alrededor del cuello unas medias de seda), no sólo dio lugar a toda una leyenda de marcado sabor romántico, sino, con el paso del tiempo, al nacimiento de una escritora que hizo de su vida, su amor y su tristeza, una tristeza que no era de este mundo, su mejor obra.

Sanmao murió con una imagen bien impresa en su retina, el Sáhara, y el sonido de una voz familiar: "¡Vámonos, extranjera! José me llamaba así desde hacía muchos años, y no era porque justo en aquella época la obra de Camus estuviera de moda, sino porque esa palabra me definía a la perfección. Nunca me he sentido parte de ninguna mayoría, y a menudo tomo caminos diferentes de los que escogen los demás, y hago cosas que me resultan difíciles de explicar al resto de la gente". No hay nada que explicar. Sólo leer los Diarios del Sáhara, lo más parecido a un exorcismo, pero también la crónica del esplendor en el desierto.

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