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Un atlas literario para perderse

La editorial Impedimenta publica 'Trazado', una joya para 'letraheridos' que dibuja los mapas y paisajes imaginarios de algunos clásicos de la literatura

Un atlas literario para perderse

La sala de espera de Beckett, las campiñas inglesas de Jane Austen, los senderos homéricos que conducen a Ítaca o los mares que surcó el Pequod de Melville forman parte de los mundos literarios impresos en el imaginario colectivo. Y estos paisajes fantásticos, que se cimientan en la palabra y se construyen en la imaginación, posibilitan un mapa infinito con tantas geografías literarias como lectores.

Pero según la premisa de que todo texto debe leerse en su contexto, y así "comprender la imagen completa", unida al deseo de revisitar y representar las historias universales inscritas en nuestra memoria poética, la editorial Impedimenta publica la obra Trazado. Un atlas literario. Esta joya para bibliófilos y letraheridos dibuja un bellísimo recorrido cartográfico por 19 clásicos de la literatura -tras una criba inicial de 50-, que abarcan desde el siglo IX a. C. hasta 1973 con una variada miscelánea de géneros, épocas y autores.

A partir de la cita inaugural de Ralph Waldo Emerson que reza que "todo escritor es un explorador. Cada paso lo adentra en territorio desconocido", el cartógrafo e ilustrador californiano Andrew DeGraff emprende el reto de ilustrar aquellos territorios literarios que hemos imaginado - o que los escritores nos han permitido imaginar- para trazar un nuevo "contexto" espacial a algunas de nuestras novelas favoritas.

Junto con Daniel Harmon, autor de los sugerentes textos a pie de mapa y editor del volumen, la confección de Trazado requirió investigar, bosquejar y pintar estas escalas y rutas ficticias, pero también unir líneas de puntos, rellenar espacios en blanco y dar muchas vueltas alrededor de los libros. El resultado es un atlas que hibrida literatura, diseño e ilustración pero donde "son los libros los que guían a los mapas", como apunta DeGraff en su invitación al viaje.

Trazado delinea la trayectoria del delirio de Hamlet, aunque "la obra de Shakespeare le deba todo a las palabras", y retrata la soledad de la Desesperanza de Robinson Crusoe en medio del azul. "Estos mapas reflejan la manera en que el trabajo y las palabras -después de todo, el poder de nombrar las cosas es mágico- logran transformar el entorno", revela el autor sobre estos lugares invisibles, pero transitados.

La recreación "subjetivamente objetiva" de los relieves, ríos, ciudades, bibliotecas, templos y atolones, basada tanto en relecturas rigurosas como en incorporaciones ficticias, materializan "esa sorprendente cantidad de escenarios, barcos y edificios reales que desfilan a lo largo de las obras de ficción".

Algunas novelas dibujan prosas plagadas de referencias, como la fábula de la circunnavegación de Julio Verne, colmada de ferrocarriles y barcos; mientras que otras travesías, a pesar de las brújulas, desembocan en un enigma, como la ruta del Capitán Ahab en Moby Dick, pues "nombrar no equivale a saber" y Melville nunca revela qué es realmente la ballena blanca.

Pero lo más interesante es que este atlas literario también se interna en senderos modernos y complejos como la huella kafkiana de Informe para una academia o La biblioteca de Babel de Jorge Luis Borges, que no aloja ni personajes ni movimientos, por lo que la mirada del lector es el eje que articula ese mapa metalibresco.

Con todo, sus autores advierten que los mapas se disfrutan más si se han visitado sus correspondientes libros, pero que también hacen una invitación a descubrir las historias que respiran detrás de las cartografías de Trazado. Por lo general, algunos mapas se parecen a los lugares que imaginamos, otros, no tanto; pero todos invitan a perderse en ellos porque los libros, como los mapas, son lugares de misterios y preguntas donde, en el momento más fortuito, el lector se encuentra consigo mismo.

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