Entre la oleada de primeros libros de la temporada, El motel del voyeur (Alfaguara) de Gay Talese, merece especial atención. Comparece el autor de Honrarás a tu padre en esta obra de periodismo narrativo con un lenguaje próximo al "realismo sucio", aunque sin incurrir en esas vulgaridades que tanto gustan a los que practican el grado cero de la escritura. Su realismo, que se corresponde con el de los grandes cultivadores del género (Raymond Carver, Sam Shepard, John Fante, o su sucesor, su hijo Dan Fante), es visible en su tema, atmósfera y estilo. Voyeurismo, prácticas sexuales de todo tipo, lugares marginales y sórdidos componen este discurso narrativo que nada tiene que envidiar al que se desprende de las fotografías eróticas de Elmer Batters, el célebre fotógrafo americano que en los años 50 y 60 del siglo pasado hizo de las medias, las piernas y los pies de sus modelos los elementos cardinales de su obra.

No basta con tocar ciertos temas ni cultivar determinadas formas para ser "sucio" o duro; la escritura tiene que nutrirse de una sustantiva fe en el mundo representado, o en el caso de Talese, en el principal protagonista del relato, Gerald Foos, un hombre de mediana edad que a principios de 1980 le escribió una carta donde reconocía haber remodelado un motel en Aurora, Colorado, para crear un falso techo en las habitaciones y poder observar los encuentros sexuales de sus huéspedes, llevado "tan solo por mi ilimitada curiosidad acerca de la gente, y no únicamente como si fuera un voyeur perturbado. [...] Sexualmente hablando, durante estos quince años he presenciado, observado y estudiado de primera mano el mejor sexo entre parejas, espontáneo, no de laboratorio, y casi todas las demás desviaciones concebibles".

En El motel del voyeur, Talese reincide en los temas, formas y estructura de su obra más polémica La mujer de tu prójimo, donde se introducía en las interioridades de alcoba de la sociedad americana. Ahora, sin embargo, el discurso se hace más ácido, más impío y afilado, aunque a veces el autor da la sensación de querer convertir la realidad sórdida en realidad costumbrista. El motel del voyeur está escrita con mucho oficio y bastante sal, si bien el relato dista de resultar convincente o verdadero, como manifestó un periodista de The Washington Post al tratar de verificar que el motel Manor House pertenecía verdaderamente a Foos durante los años en los que afirmaba haber espiado a las parejas.

¿Engañó Foos a Talese? ¿Es verdad que fue testigo del estrangulamiento de una mujer en una de las habitaciones del motel? Estas y otras preguntas son irrelevantes. Y lo son, precisamente, por el arte narrativo de Talese, un arte que sólo tiene una regla: "Lo que está bien escrito es verdad, y lo que está mal contado es mentira", como dijo Carmen Martín Gaite. Al igual que La mujer de tu prójimo, El motel del voyeur aboca al lector a una vorágine de sensaciones que aturde, marea y nubla los sentidos. Cada nuevo libro de Talese te hace sentir como un niño con zapatos nuevos, como un descubridor de algo jamás vislumbrado por un ser humano. No hay guías, ni brújula ni mucho menos migas de pan que le ayuden a uno a encontrar el camino. Talese no es un malabarista del lenguaje como Truman Capote. Prefiere el ataque directo al hueso.