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La Edad de las Luces

Con su trigésimo sexto álbum, Van Morrison regresa a su etapa más brillante y optimista de principios de los setenta

Aunque Van Morrison lleve más de dos décadas repitiendo una fórmula que podría resultar algo previsible para algunos de sus seguidores, los discos que publica el norirlandés siguen siendo verdaderos manuales sobre c?ómo dar vida a un pop agradable que adapta formas cercanas al folk, la música celta, el jazz y el blues de una manera sutil y convincente. Composiciones, en definitiva, que atraen por igual a los puristas como a los renovadores de una música principalmente melódica. Este disco supone, además, una vuelta a su época más diáfana de principios de los setenta tras unos años de cierta oscuridad y pesimismo. Con dos grandes temas que brillan con luz propias (Everytime I see a river y Keep me seeing) el trigésimo sexto álbum del autor de Moondance es el primero que incluye material propio desde Born to Sing: No Plan B y las novedades radican en la manera en la que da protagonismo a la guitarra espa?ñola en alguna ocasión (Out in the cold again) o cómo sale a relucir todo su talento para mostrar su mejor potencial en clave de jazz-gospel en otro de los momentos más inspirados de la obra (Holy guardian angel). Sin embargo, el león de Belfast es capaz de retrotraerse al rock and roll de los años cincuenta y crear una canción que parece homenajear al mismísimo Elvis (The pen is mighter than the soul) y otra a Chuck Berry (la maravillosa Going down to bnger) cuando no actualiza el sonido de las primeras cantantes negras (Look beyond the hill y Too late). Todas las canciones son de su autor?ía, a excepción de una versión vitalista Share your love with me de Alfred Baggs y Don Robey que no desentona entre las suyas. Otra obra que confirma a Morrison, una vez más, como otro de los grandes mitos del rock que no defraudan.

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