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CONTRA LOS PUENTES LEVADIZOS

Un escultor del tiempo

Decía Marguerite Yourcenar, en El tiempo, gran escultor, que "el día en que una estatua está terminada, su vida, en cierto sentido, empieza

El cineasta ruso Andrei Tarkovski. LA PROVINCIA/DLP

Decía Marguerite Yourcenar, en El tiempo, gran escultor, que "el día en que una estatua está terminada, su vida, en cierto sentido, empieza. Se ha salvado la primera etapa que, mediante los cuidados del escultor, le ha llevado desde el bloque hasta la forma humana; una segunda etapa, en el transcurso de los siglos, a través de alternativas de adoración, de admiración, de amor, de desprecio o de indiferencia, por grados sucesivos de erosión y desgaste, la irá devolviendo poco a poco al estado de mineral informe al que la había sustraído su escultor". Algo análogo su puede decir de la obra cinematográfica del cineasta ruso Andrei Tarkovski, de quien la editorial Errata naturae acaba de publicar Atrapad la vida. Lecciones de cine para escultores del tiempo, que recoge los apuntes que el director de Sacrificio preparó para sus clases en la Goskino (la Comisión Cinematográfica del Estado Soviético) entre 1967 y 1981. El cine de Tarkovski es inolvidable por muchos motivos, pero eso no ha impedido que sus películas no hayan llegado al gran público, o, lo que es peor, hayan sufrido el desprecio o la indiferencia de los que, llevados por intereses mezquinos y lucrativos, entienden el cine como entretenimiento y no como un modo de fijar el tiempo: "El tiempo fijado en sus formas y en sus manifestaciones efectivas: éste es, para mí, el meollo del cine y del arte cinematográfico. Esta idea me hace pensar en todas las posibilidades del cine que aún no han sido exploradas y, por tanto, en su inmenso futuro". Sobre esta premisa el director de La infancia de Iván, Andréi Rubliov y Stalker construyó sus hipótesis de trabajo, tanto detrás de la cámara como delante de la pizarra en la Goskino. Tarkovski fue un escultor del tiempo (que no "en el tiempo", como reza el título erróneo de la versión española de su obra más conocida y divulgada Esculpir en el tiempo, traducida del alemán por Enrique Banús Irusta, publicada por Rialp), dueño de una percepción del mundo anormal, al nivel más inmediato, físico, que le convirtió en un artista de vanguardia, cuando la vanguardia era el cine poético, contra el que el cineasta dirige sus dardos más venenosos en Atrapad la vida: "No hay arte que pueda compararse al cine en cuanto a la fuerza, la precisión y el rigor con que éste es capaz de reproducir la percepción de los hechos que se dan y se modifican en el tiempo. Por eso me fastidian sobremanera las pretensiones del actual cine poético, pues llevan a un distanciamiento del hecho, del realismo del tiempo, generando únicamente afectación y manierismo". Cualquier momento y cualquier motivo son buenos para volver a Tarkovski. Ahora podríamos celebrar los 30 años de su muerte (murió en París el 29 de diciembre de 1986), pero la excusa, si hay que buscar una, es la excelente edición de estas lecciones de cine para escultores del tiempo, traducidas directamente del ruso por Marta Rebón y Ferrán Mateo, en las que el escritor y cineasta soviético prepara al lector para lo trascendente para mostrarle luego lo inmanente. Atrapad la vida nos brinda la oportunidad de acercarnos a la obra y las enseñanzas de Tarkovski como una manera de atrapar el mundo fugitivo que habitamos. ¿Están preparados? Cámara? Sonido? Claqueta, cinco y? Acción.

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