La Provincia - Diario de Las Palmas

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pensamiento

Símbolos y drag queen

'Sethlas' mostró una estética plasticidad, pero ganó con su ataque al árbol caído de la religión cristiana, de la que queda el recuerdo de la represión y no del misticismo

Espectáculo con motivo de la inauguración del túnel de San Gotardo, de Suiza a Italia, hace seis meses. LA PROVINCIA / DLP

El carnaval de Las Palmas de 2017 ha dado como ganadora, por mor del público asistente, que le votó masivamente vía SMS, a la Reina Drag Sethlas, con la fantasía "Mi cielo. Yo no hago milagros, que sea lo que Dios quiera". El espectáculo dado por su autor, Borja Casillas, aspirante a profesor de religión, fue de los mejores, por la riqueza, el colorido y el atrevimiento. La representación mostraba el transformismo de una Virgen María en un Cristo crucificado, que tras mutar, chilla: "¿Quieres mi perdón? Agáchate y disfruta", y se agarra la pierna como ofreciendo sus partes pudendas, con todo lo que llevaba de significante en el entorno de jocosidad y arrastre moral en el que se manifestaba. Resulta inequívoco que el mensaje era contra la Iglesia Católica y su desencuentro costumbrista con la homosexualidad, lo cual es también indiscutible, pues sólo hace falta abrir el Antiguo Testamento y leer en Levítico, 20:13: "Si alguno se acuesta con varón como los que se acuestan con mujer, los dos han cometido abominación; ciertamente han de morir. Su culpa de sangre sea sobre ellos". En este especial momento histórico, postmoderno, la iglesia en peso es acusada de pederastia y una especie de castigo popular recae sobre ella, de forma que todo ataque al clero y sus símbolos, es tomado por el público histérico como el cumplimiento de una debida condena. Y de ahí que, a pesar de que un jurado dudoso y dividido no iba a darle a la Drag Sethlas su premio primero, el público asistente, a fuerza de SMS, fue el que, sin dudas, se lo dio. Pero no nos engañemos: si analizamos las encuestas digitales que en varios periódicos se hicieron desde el siguiente día, la norma fue que el 60 por cien considerara inadecuado el espectáculo ganador, y el 39 por cien lo considerara adecuado, o a la inversa, 40 contra 60, dependiendo del medio. Y si, atendiendo a un perfil más cualitativo, leemos los comentarios de los lectores, la mayoría lo fueron en contra y solicitando respeto. Podemos decir casi que la población se dividió en dos opiniones encontradas. Por el contrario, ese mismo día, salió a la palestra la enorme ofensa que los cristianos, denominados en este caso ultracatólicos, hacían a la población, con el autobús denominado "transfóbico", y cuya infamia hablaba de pura anatomía: "Los niños tienen pene, las niñas tienen vulva, que no te engañen". Obvio. Pero la autodenominada multitud progresista, en la época de la postverdad, lo tradujo como un ataque a no se sabe quién, y llamaron todos a rebato: Carmena en Madrid, Colau en Barcelona, y también en Valencia, corrieron a prohibir la presencia del autobús infame en las calles, y se pidió por socialistas y podemitas que actuara la fiscalía por delito de odio contra los trans-género. Visto al revés, los cristianos habrían de pedir amparo también a la fiscalía por haber sido odiados en la gala de la reina trans-former. El propio Donald Trump ha firmado una ley para que los trans se decidan y no tengan un derecho especial a orinar en los dos baños a la vez, el de mujeres y el de hombres, cuestión que es irrelevante respecto a la inalienable decisión sexual de cada quien, pero que sí lo es por mera higiene, pues, por ejemplo, a las candidiasis esto no les afecta y saben dónde posarse con mayor eficacia. En toda esta dinámica social lo que se ve prima facie es que las perspectivas están saliendo de la discusión racional y se están posicionando en la visceralidad del sentimiento de rabia e ira. En el propio parlamento, en España, un país actualmente pacífico, las posiciones políticas, a causa de la degradación propia de cuarenta años de democracia heredada por impresentables políticos decadentes, la rabia ha llenado el congreso de gamberros de un lado y de otro, al punto en que ya se amenazan, se traen como símbolos a Bodalos, Cañameros, Rufianes, Hasel, Def con Dos, y raperos de medio pelo cuyo único valor está en defender la violencia, el crimen etarra, o el sentirse anti-sistemas, pero sin más razón que la de molestar, pues sus cabezas no dan para más. Y por otra parte se reacciona con ir a pegarles, única solución en este diálogo de sordos, y que será la que prevalezca por mero principio de Arquímedes. De ese odio sin conocimiento histórico que grita "Arderéis como en el 36" (ignoran que los incendios comenzaron en el 32, y en el 36 comenzó la revancha de los ardidos), vienen los lodos que ya hoy motivan planteamientos como el de la gala drag de 2017 en Las Palmas, de estética plasticidad, pero que no hubiera ganado si no hubiera sido por su ataque directo al árbol caído de la religión cristiana, de la que queda el recuerdo de la represión, y no del misticismo, y la cual, al derivar en la denominada teología de la liberación, se ha suicidado al entregarse al vacío de la justicia social, cuyos protagonistas deben ser los políticos, como ya advirtió su propio Cristo: dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Pero lo olvidaron y ahora sólo queda esperar su armagedón, augurada por estos símbolos que para ellos constituyen blasfemia y en realidad son ánimo aniquilante de sus enemigos. Entretanto, otras religiones sin complejos, que practican la mezcla política y la profecía, barren de calle porque enarbolan, sin complejos, el principio de la violencia. Nadie se les atreve por amenaza directa a su integridad, lo cual es tan obvio que traslucía en todos los comentarios de las redes sociales. Dentro de este enorme principio de claudicación de lo que ha sido la religión occidental, que ha propiciado la Ilustración, pervive a duras penas la religión que la decadente Europa de los funcionarios ha querido hacer desaparecer de su origen histórico, al punto de prohibir su santoral fundacional incluso en las monedas. El simbolismo mostrado por la Drag Sethlas, fue muchísimo más grave en la inauguración, hace seis meses, del Túnel de San Gotardo, de Suiza a Italia, el más grande del mundo, 57 kilómetros y 11 mil millones de euros, que tuvo la presencia de varios mandatarios europeos (Merkel, Hollande, Renzi?) y un momento inaugural extraño, que quiso simbolizar algo luciferino. Ante el estupor de los espectadores, una tropa de 600 artistas iniciaron un espectáculo dirigido por el dramaturgo alemán Volker Hesse, y cuya ceremonia fue tildada de Misa Negra en diversos medios de toda tendencia, con danzas disruptivas, oferta de corderos a degüello, presidencia continua de Baphomet, el macho cabrío representante de Satanás, numerosas representaciones de orgías mediatizadas por un ángel desnudo con pechos de mujer y cara de niño diablo. Fue una larga hora de adoración a los cuernos de Belcebú. Todavía no está claro el por qué se decidió esta deriva hacia lo oscuro en la entrada al centro de la montaña horadada por el túnel de San Gotardo y, a la vez, a tres horas de distancia del CERN, el logro tecnológico de equipo más avanzado de Europa, con una multitud de artistas simulando copulaciones hetero y homosexuales, CERN en el que, un par de meses después, se ejecutó otra obra satánica profanadora de la Shiva hindú. Son los símbolos que excreta esta nueva Europa. En ese contexto freudiano es en el que podemos situar a la Drag Sethlas (por cierto, Seth es el dios maligno de los antiguos egipcios, es la deidad de la fuerza bruta, del caos, la sequía, las tormentas, de forma animalesca y cuadrúpeda, hocico curvado, orejas de perro y cola, quien mató a Osiris e hirió gravemente a Horus), contexto de autodestrucción de la propia cultura original, purga psíquica del sentimiento de culpa, auto-aniquilación de valores de conservación, autoagresión a lo propio y acogimiento de una contracultura religiosa ajena que ha prometido aniquilarnos. En fin, con los sentimientos encontrados, y ahora in crescendo, ya se acaba la fiesta, y en vez de seguir transgrediendo, ha llegado la hora para los agraviados de defender sus orígenes fundacionales. No hace falta creer para respetar la historia original, y así se lo están ganando los ingenuos de "Arderéis como en el 36". Se acaba su tiempo exclusivo, comienzan a provocar una reacción contraria, han excitado al monstruo, y con la Irae Dei despierta, observaremos a ver quién lleva el gato al agua.

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