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poesía

El extraño silencio del ciudadano Arthur Rimbaud

"Es evidente que se desentendió de su poesía", afirma Mauro Armiño, editor y traductor de la 'Obra Completa', con su correspondencia y poemas escatológicos

Verlaine y Rimbaud (primero y segundo por la izquierda). LA PROVINCIA / DLP

"Mi alma, del coito material celosa"

A. R.

En su "Soneto del ojo del culo" ("Sonnet du trou du cul"), Arthur Rimbaud (Charleville, 1854 - Marsella, 1891) escribió, por ejemplo: "Oscuro y fruncido como un clavel violeta / respira, humildemente agazapado en el musgo, / húmedo aún de amor que sigue la dulce huida / de las blancas Nalgas hasta el corazón de su pliegue".

Forma parte de los escatológicos versos zutistas (que alude a una jerga de malditismo críptico, ideada junto a Verlaine y otros poetas, que componían el llamado Círculo de los Zutistas, con tertulias "muy etílicas" en un recoleto hotel del bulevard de Saint-Michel), un total de veintidós poemas que no habían sido incluidos en las ediciones anteriores de la poesía completa de Rimbaud en castellano. Junto a esa novedosa serie, adosada a elocuentes poemas en prosa, como "Un corazón bajo una sotana" -donde el poeta denuncia la pederastia clerical inspirada en el colegio en el que estudió-, la totalidad de sus composiciones de esa primera etapa, en latín, y de su correspondencia, lustran la cuidadísima edición de la Obra completa bilingüe de Arthur Rimbaud, que acaba de publicar la editorial Atalanta en un único y lujoso volumen de 1.500 páginas. La edición y traducción corren a cargo del crítico teatral y literario Mauro Armiño (Madrid, 1944), quien, lejos de cualquier visión hagiográfica del fundador de la poesía moderna, se ciñe a la letra de un genio poético que permaneció oculto por mucho tiempo y llevó una vida marcada por la penuria y la perpetua huida de sí mismo, al punto de renegar de su poesía, para acabar sus días como traficante de esclavos y de armas en Abisinia.

"Nos creemos que Rimbaud era Rimbaud en tiempos de Rimbaud, pero, especialmente en su caso, no fue así", explica Armiño, que tiene un amplio historial de traductor de clásicos franceses, como Proust, Molière, Rousseau, Voltaire, Camus... y que está a punto de presentar también, a mediados de abril, los cuentos completos de Zola, en un volumen de mil páginas, en la editorial Páginas de Espuma. "En rigor, como poeta, Rimbaud no empezó a existir hasta el siglo XX, pues su libro emblemático, Una temporada en el infierno, que fue el único que alcanzó a publicar en vida, sólo llegó a exactamente seis destinatarios, incluido su amante Paul Verlaine, ya que la edición quedó postrada en un cajón de la editorial, en Bruselas, hasta 1901, diez años después de la muerte del autor". [Por dos veces, Armiño ha sido Premio Nacional de Traducción, por su versión de las memorias de Giacomo Casanova, y, curiosamente, por traducir del gallego a Rosalía de Castro, además de ser el traductor del catalán de numerosas piezas de Flotats, sin ir más lejos de Serlo o no, la obra que el grupo representa este fin de semana en el Teatro Cuyás de Las Palmas].

Las más célebres consignas de Rimbaud (a quien Paul Claudel llamó "místico en estado salvaje"), como "ser sublime sin interrupción", "ser absolutamente modernos", o su proclama del poeta como un visionario, que informaron el espíritu de la modernidad poética hasta las vanguardia, se las sacudió de la solapa, a sus 20 años, tras haber culminado, en algo más de año y medio, la totalidad de su obra. "Lo borró todo de golpe, como un papirotazo, en su vida de adulto", asevera Mauro Armiño. "Su silencio, inexplicado e inexplicable, es un telón negro que Rimbaud echa sobre su propia vida poética. Al abandonar la escritura y cambiar de continente, Rimbaud dejó literalmente el mundo que había conocido, y pasó a vivir a otro planeta, tras su marcha a África, que, en la época, era como otra galaxia. No es exagerado afirmar que Rimbaud renegó de todo su pasado, o lo denegó, para convertirse en un oscuro comerciante. Se desconocen sus motivos, y eso agrega misterio a su aureola, pero no creo que ése fuera el camino marcado por su proclama de ser absolutamente moderno. Al contrario: con paso firme, Rimbaud desandó lo andado", sostiene el también autor del extenso y didáctico estudio preliminar del volumen.

Así pues, tras iniciarse a los 14 años, con poemas en un latín perfecto, con sólo 20 años había completado su creación poética. Debió de ser un enfant terrible de veras intratable, ¿no? "Tal cual. Cuando Rimbaud llega a París, muy consciente de su genialidad precoz, todos comenzaron a rehuirle. La mujer de Verlaine, por ejemplo, lo echa de la casa como agua sucia. Y los nuevos amigos que iba haciendo con extrema facilidad, porque además era un joven muy elocuente y bien parecido, con unos magnéticos ojos azules, no tardaban en esquivarlo. Era soberbio y muy maleducado, que agredía a quien le prestara atención. Tenía un comportamiento salvaje, sin paliativos. Literalmente: lo mismo te podía dar una patada, que, si lo metías en tu casa, te robaba. Los nuevos amigos poetas lo invitaban a una lectura de sus creaciones, e igual alzaba la voz en medio del auditorio, al grito de "¡Vaya mierda!", y portaba siempre un bastón-estoque... Era de cajón que muy pronto él mismo rompiese con todos y con todo. Pero nunca sabremos los motivos que espolearon su antes y después, más allá de las meras especulaciones", subraya Armiño.

En el mentado "Soneto del ojo del culo" -que, en parte, fue escrito al alimón con Verlaine, antes de la violenta ruptura-, se lee, a cuarteto seguido: "Filamentos semejantes a lágrimas de leche / han llorado, bajo el viento cruel que los rechaza, / a través de pequeños coágulos de rojizo abono / para irse a perder donde la pendiente los llamaba".

Debe de ser una fijación, esto de la descripción pormenorizada del "trou du cul", como si hubiese querido fundar su hogar más seguro, bajo el tejado de las nalgas, al calor del esfínter. Porque, no sólo incidirá en ciertas variaciones del tema (como en el chocante "Vers pour les lieux", "Versos para los retretes", que podría figurar como un deslenguado grafiti en un baño público: "De este asiento tan mal formado / que hace nuestras entrañas embrollarse, / el agujero debió ser construido / por verdaderos canallas"). Además, nuestro vate maudit alude a una escatología semejante en el ultimísimo escrito literario de su vida. Se trata de una carta de 1875, dirigida a Ernest Delahaye (su intermediario epistolar con Verlaine), en la que Rimbaud satiriza, bajo el epígrafe de Sueños, la cerrada atmósfera de un dormitorio comunal en un cuartel, refiriéndose a gases y quesos franceses, con un vals de fondo. Así, dice ahí, por ejemplo: "Hay hambre en el dormitorio cuartelero / es cierto... / Emanaciones, explosiones. Un genio: ¡Soy el Gruyere! (...) El Genio: ¡Soy el Brie! / Los soldados cortan en su pan: ¡Es la vida! / El Genio: ¡Yo soy el Roquefort!...". Esa será la última vez, a sus 20 años de edad, que Rimbaud esboce un texto literario, pues en la abultada relación epistolar ulterior, que Armiño inserta al completo, con inventarios de negocios, peticiones de facturas, cartas a su madre y a su hermana, desde su movido periplo africano, no habrá más una alusión literaria, o la literatura, de ningún tipo. "Es como si nunca antes hubiese escrito", subraya Mauro Armiño. "Acaso, por eso mismo, el fragmento de esa carta entusiasmó tanto a Andrè Breton. Lo llegó a calificar como el testamento espiritual y poético de Rimbaud, y dice de él que supuso su despedida del estado adulto para pasar a 'idente", relata.

Parecería, entonces, que Rimbaud, tras haber alcanzado la trascendencia poética, nos legara un mensaje desolador, de escepticismo, ya tan pronto, sobre cualquier posibilidad de trascendencia poética? Ese silencio final, su renegarde la poesía, ¿no constituye el legado de una modernidad seriamente averiada, interrumpida de antemano? la fatídica herencia de una modernidad imposible? "Comparto esa visión. Con Rimbaud aprendemos que la modernidad es imposible; sólo es un momento de ruptura con lo anterior, y que, a su vez, puede verse superada por otra ruptura. A lo largo del siglo XX, hemos visto todo un abanico de vanguardias sucediéndose y autoproclamándose como la última gran modernidad? Una de las grandezas de Rimbaud, al observarlo desde la perspectiva actual, es que nos ayuda a desmontar esa falacia sucesiva".

Pero, con todo, Rimbaud es un poeta eternamente vigente. Le hablo, a Armiño, del peligro de que su obra se asocie a una espontaneidad y genialidad salvaje por parte de los más jóvenes? ¿No se corre el peligro de confundirlo con un puro 'adanismo' desilustrado?? "Es algo que queda desmantelado en el hilo conductor del libro. Rimbaud dominaba a los clásicos y, desde luego, domeñaba el latín, como muestran sus primeros poemas en prosa. No hay nada de adanismo ni de espontaneidad en sus versos. Claro, que el sistema de enseñanza de la época -infinitamente mejor que el actual- exigía esos aprendizajes a los muchachos a partir de los diez años. Por eso, puse un empeño especial en recoger, en esta Obra completa, tanto las traducciones del latín como textos de creación propia en esa lengua hechos por Rimbaud. Otra cosa muy distinta al adanismo es la inocencia salvaje de que está dotado para, en apenas dos años y medio de escritura, lograr desbaratar las reglas de la poesía anterior, hecha de recuelos del romanticismo y de pompa parnasiana".

Cuando se le pregunta por lo exhaustivo, justamente, de su edición, la apabullante inclusión de cartas intrascendentes, con facturas y relaciones de negocios (que muestra, por cierto, su ansiedad por cobros retrasados, en epístolas recurrentemente firmadas por un tal "Rimbaud, comerciante francés"), Armiño dice que en eso consisten las ventajas de no ser él mismo un poeta. "Los poetas tienden a hacer traducciones no tan copiosas y, a menudo, no tan literales. Muchas veces, recrean los textos y hasta, por así decirlo, 'meten cuchara'. No los critico, pues hay traducciones de Octavio Paz o de Juan Ramón Jiménez, por ejemplo, poetas de gran envergadura, que aportan mucho a los poemas que traducen. Pienso, bote pronto, en la traducción que hace Juan Ramón del soneto "Negra sombra", de Rosalía de Castro, una autora que conozco bien, porque la he traducido, y su versión es soberbia. Sin embargo, particularmente, como simple traductor de a pie, no me considero con derecho a cambiar, a redondear o, menos aún, a mejorar un poema ajeno, como sí hacen los autores citados". Armiño reconoce también que es mucho más difícil traducir verso que prosa. "La poesía tiene un aspecto intraducible que no tiene la prosa, sobre todo si es clásica, y sigue lo que ha sido su esencia desde la Edad Media: ritmo y rima. Y, en el caso concreto de Rimbaud, se añade una dificultad más: la indefinición, o muchas veces, la ambigüedad, del significado del poema. No en balde, él dota a la poesía de una nueva versatilidad propia de la poesía moderna y contemporánea".

Se le plantea también que, según algunos de sus exégetas, la genialidad de Rimbaud (su hondura, sus fondos abisales, sus cimas sensoriales e irracionales?) es de tal magnitud, que, en poesía, se puede llegar tan lejos como él, pero que, en cambio resulta imposible ir más lejos que él. "Sí. Soy consciente de que hay exégetas que mantienen el nombre de Rimbaud como la última Thule de la poesía. Pero la poesía no es una cuestión de ir más o menos lejos. De hecho, creo que Mallarmé, por ejemplo, fue más lejos con Un coup de dés ( Una partida de dados). Dependerá del punto de vista de las interpretaciones: la poesía del siglo XX ha tenido aportaciones que están en ese límite, como el surrealismo. Cada época tiene sus poetas, que muchas veces se superponen sobre los hombros de los poetas del pasado".

Aprovechando la primicia, en castellano, de la inclusión de los versos zutistas, completemos ese canto al "cul", su logrado vaivén. Dice: "Mi sueño empalmó a menudo en su ventosa; / mi alma, del coito material celosa, / hizo de él su lagrimal salvaje y su nido de sollozos". Y, entre nalgas -con rectal tiento- concluye el poeta: "Es la oliva desfallecida, y la flauta mimosa; / es el tubo por donde desciende el celestial guirlache: / ¡Canaán femenino en los trasudores encerrados!"

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