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Petros Márkaris, incombustible

El comisario Jaritos conserva toda su vitalidad en 'Offshore', donde se recrea con ingredientes únicos la situación económica de Grecia

Hace unas semanas, Francisco García Pérez escribía sobre las últimas entregas de Andrea Camilleri y John Connolly, así como de sus respectivos personajes, Charlie Parker y el comisario Montalbano, y defendía que se notaba un cierto agotamiento en las historias, tramas y personajes de estos autores. No le falta razón, son muchas novelas en las respectivas sagas y las ideas parecen debilitarse y hasta agotarse. En estos días, las librerías han colocado en sus escaparates la última obra de Petros Márkaris, Offshore, otra aventura de su comisario Kostas Jaritos. Antes de comenzar la lectura, nos asaltó la duda de si ese agotamiento afectaría también a Márkaris, a sus tramas y a su protagonista. Sin embargo, nos encontramos con una novela que respira vitalidad y nuevos ingredientes, como si la Grecia actual tuviese mucho que aportarnos todavía en una especie de enseñanza inagotable. Vayamos a ella.

Dos cuestiones destacan en el escenario sobre el que se desarrolla la trama: la descripción de la Semana Santa ortodoxa por las calles de Atenas y la nueva situación económica de Grecia. Los hechos descritos en la novela se desarrollan mientras los griegos siguen la tradición de la Semana Santa y contemplan las procesiones del Epitafion -lujoso icono bordado en tela que durante las misas del Viernes Santo y el Sábado Santo sale en procesión por las calles de cada parroquia-, toman la mayiritsa -sopa pascual preparada con diferentes partes del cordero con la que se rompe el ayuno de Cuaresma- y, en la cena de Sábado Santo, los comensales chocan los huevos pintados -equivalente a los huevos pintos de nuestra tierra- hasta que uno queda intacto, indicando que su poseedor tendrá un año de buena suerte. Interesante la comparación entre la Semana Santa ortodoxa griega y la católica o la protestante de otros países (p.22).

La Grecia que nos presenta es diferente a la de sus cuatro entregas anteriores - Con el agua al cuello; Liquidación final; Pan, educación, libertad y Hasta aquí hemos llegado- que se desarrollaban en plena crisis económica y en un ambiente de pesimismo y crispación, la "tetralogía de la crisis", como se las denominó. Ahora, es una Grecia con esperanza: las elecciones las ha ganado un supuesto PNC, Partido Nacional por el Cambio, partido al que llama transversal porque sus miembros no vienen de un solo partido político sino de muchos; están saliendo de la crisis porque se ha comenzado a vender, a privatizar, todas las propiedades públicas; los sueldos comienzan a subir, los capitales regresan a Grecia y diferentes bancos que nunca habían tenido sede en la península helena, ahora comenzaban a instalarse.

En ese ambiente de lenta recuperación económica se producirán dos asesinatos, casi seguidos. Le corresponderá a un siempre escéptico comisario Kostas Jaritos resolverlos, antiguo aficionado a consultar las dudas del lenguaje en su diccionario Dimitracos y a recorrer las calles de Atenas en su Seat, coche que compró para ayudar a la maltrecha economía española. Así, nos dará una definición de la diferente tipología de investigadores de la ficción: "Hay policías a quienes les gusta investigar y policías a quienes les gusta cerrar los casos" (p. 81). Por "a quienes les gusta cerrar los casos" se refiere a aquellos autores a quienes les preocupa quién es el asesino y por "les gusta investigar" se refiere a los que lo importante es por qué se mata. En Offshore las víctimas son dos personas relacionadas con el mundo de las finanzas, los armadores griegos y los capitales nacionales que regresan en esa nueva situación de bonanza. Se ha detenido a los supuestos autores de estos crímenes; sin embargo, nada es tan sencillo ni es lo que parece en las calles y plazas de Atenas, desde Sintagma a Plaka, plagadas de kioscos, procesiones y gente que comienza a sonreír.

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