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'Las llamas sobre el agua' conmemora el vigésimo aniversario del Taller de Traducción Literaria de la Universidad de La Laguna

Charles Baudelaire. LA PROVINCIA / DLP

Las llamas sobre el agua es el título de esta antología subtitulada "Versiones de poesía moderna", más bien "muestra" o "ejemplo", que conmemora el vigésimo aniversario del Taller de Traducción Literaria (TTL) de la Universidad de La Laguna, dirigido por el poeta, profesor y traductor Andrés Sánchez Robayna. Es el tercer volumen que publica la editorial Pre-Textos con trabajos de ese singular laboratorio lingüístico. Antes vieron la luz Ars poetica, en 2006, y De Keats a Bonnefoy, en 2011.

Más allá de la celebración de la mencionada efeméride, el libro reúne poemas de autores tan modernos como Samuel Taylor Coleridge; Charles Baudelaire; Emily Dickinson; Stéphane Mallarmé; Gabriele D'Annunzio; Camilo Pessanha; Stefan George; Tudor Arghezi; Gottfried Benn; Georg Trakl; Fernando Pessoa; Giuseppe Ungaretti; Jean Cocteau; Nelly Sachs; Francis Ponge; Henri Michaux; Murilo Mendes; Rose Ausländer; Carlos Drummond de Andrade; Edvard Kocbek; Giorgio Caproni; Paul Celan; Eugénio de Andrade; Dane Zajc; Salah Stétié; Kajetan Kovi; Klaus Rifbjerg; Antonio Prete; Robert Bringhurst; Abdelwahab Meddeb; Milan Dekleva; Yves Peyré; Pia Tafdrup; Yves Namur; Boris A. Novak, y Dónall Dempsey.

Los traductores de esos versos (quince en total) son los profesores y alumnos de los seminarios de taller, claro, así como otros poetas invitados y el director del mismo, alma indudable de esa sobresaliente empresa. Entre ellos, José Juan Batista, Clara Curell, Jesús Díaz Armas, Laura Repov?, Francisco León...

En sus atinadas palabras introductorias, Robayna destaca el papel de la traducción en un doble sentido: "Por un lado, en el plano (...) de la dimensión internacional de los hechos literarios; por otro, en la necesidad de que los textos fuertes, difíciles, complejos, no queden aislados en sus lenguas respectivas". De ahí que, para huir del "envilecimiento" cultural generalizado en el que nos encontramos, se apueste por la "complejidad", a favor de la "lite-ratura absoluta" (Calasso) o la "literatura difícil" (Bonnefoy). En contra del "ensimismamiento" nacionalista, porque, como dijo Pound, "Una gran época litera- ria es tal vez siempre una gran época de traducciones". No creen los talleristas en la "intraducibilidad" de la poesía. Ni siquiera que un poeta moderno no esté obligado a abordarla. Recuerda a Philip Larkin y su boutade a este propósito.

Me parece fundamental que se destaque la noción de taller de lectura, antes que nada, y que se entienda la traducción como "una ética".

Con esta muestra se proponen "reflejar un mapa posible de la modernidad en poesía". De su "lenguaje universal". Hasta donde es eso posible. En un momento, siguiendo a Huyssen, de "una modernidad después de la postmodernidad". Para ello eligen nombres muy concretos y obras muy pensadas. Traducen de lenguas poco exploradas en castellano, como el danés (Rifbjerg y Tafdrup) o la lengua eslovena (de tres de estos poetas eslovenos dimos cuenta en otra ocasión, con motivo del número dedicado a Eslovenia del Boletín del Taller de Traducción Literaria). También se rescatan poemas poco o nada conocidos de autores con numerosas ediciones en español. Es el caso de Eugénio de Andrade, de un juvenil Paul Celan (aún en rumano), Pessoa (en su relación con la historia) y Ungaretti (el del precioso y pessoano Los ríos). Con todo, si se repasa la lista de autores se reconocerán otros nombres ilustres: Baudelaire, Trakl, Mallarmé, Benn, etc.

A uno le han vuelto a encantar los poemas de Dickinson, o del citado Andrade o de Caproni, una debilidad.

Destacaría algunos descubrimientos: el rumano Arghezi, la judía de Bucovina Ausländer, los eslovenos Kocbek y Novak ("Poeta, / jardinero / del silencio"), el italiano Prete o el irlandés Dempsey.

No hace falta decir que la línea poética que predomina coincide en gran medida con los gustos estéticos de Robayna, que uno, por cierto, casi siempre comparte. No sé, por otro lado, si es casual que la nada, como concepto, aparezca lo suficiente como para llamar la atención.

Echo de menos unas breves notas biobibliográficas, al menos de los escritores menos frecuentados. Comprendo, eso sí, que el lector puede localizar esa información y que más de cuatrocientas cincuenta páginas son tal vez demasiadas.

Cierra el volumen un hábil epílogo (del todo poético) del aludido Antonio Prete. Allí leemos que "La hospitalidad es nómada". Habla de "La traducción como hospitalidad" y afirma que "Quien traduce hospeda, pero es, primero, hospedado".

En suma, un libro ejemplar.

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