A Valentín Roma, hijo de manchego emigrado al cinturón industrial de Barcelona, le quedan algunas certidumbres. Por ejemplo, la risa, la lucha de clases y los afectos. Roma (1971) es un desclasado: su abuelo era labriego; su padre, obrero, y él es profesor de Teorías Artísticas y aprendió en carne propia que puedes dejar de ser conservador jefe del Macba si le das el visto bueno a la escultura de un Borbón enculado. Esa mezcla de ingredientes está en El enfermero de Lenin, una novela que harían muy mal en no coger al vuelo.
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