Su manera de presentar un sonido versátil que tenga como nexo común su propia personalidad recuerda un poco a Matt Johnson. Lo cierto es que el cúmulo de sorpresas que anunciaba su debut Sweet disarry se confirma en este segundo disco donde el pop clásico y contemporáneo cobra una nueva dimensión de lo más excitante y que entran con facilidad a la primera escucha. Y es que el músico de Staffordshire sabe crear composiciones de estructuras sesenteras pegadizas que no resulten empalagosas ( Bad boy) o dejarse invadir por esencias soul evitando las sonoridades vacuas de muchas formaciones ( Sometimes when I'm lonely).