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Letras

Previsiones meteorológicas del miedo

Olivier Rolin narra la conmovedora historia de un científico, víctima de las purgas estalinistas durante el Gran Terror

Previsiones meteorológicas del miedo

El meteorólogo Alexei Féodossévitch Vangengheim, de origen ucraniano, asignado en 1929 como director del Servicio Hidrometeorológico de la URSS, estaba convencido de que el futuro pertenecía a la energía solar y al viento. Pero no tuvo tiempo de que sus investigaciones prosperasen. Un día en 1934, fue detenido por agentes de la GPU, acusado de sabotaje contrarrevolucionario y de emitir falsas predicciones. Lo enviaron al gulag de islas Solovski y sería ejecutado en 1937. Vangengheim era un comunista convencido y mantuvo hasta el final la creencia de que su encarcelamiento se debía a un error, y por ese motivo no dejó de apelar al camarada Stalin para conseguir la libertad.

En la correspondencia que mantuvo figuran las cartas a su esposa Varvara, a su hija Eleonora, los dibujos de la flora y la fauna de las islas que le envió y a la que jamás volvería ver. Permaneció tres años en un lugar helador antes de terminar en una zanja con una bala en el cuello. Vivió atrapado en el hielo, envuelto en una larga noche de invierno de auroras drapeadas, exprimiendo la memoria y la esperanza hasta que esta se fue apagando. "El otoño llega rápido, escribe, se acerca la noche polar. Hoy han puesto en marcha por primera vez las estufas. El bosque está amarillo y ocre, los árboles pierden su follaje. No sé lo que haré cuando salga del hospital, no me gustaría trabajar fuera, pues, pese a mi amor por la naturaleza, mi edad y mi debilidad nerviosa me hacen temer el frío".

Tormenta

Nuestro hombre del tiempo, despedido por sus logros científicos y la esperanza de un mundo mejor y más unido, fue incapaz de predecir la tormenta que se avecinaba cuando Stalin y sus secuaces, en 1937, empezaron a masacrar a millones de comunistas. Víctima de sus orígenes burgueses, cabeza de turco perfecto para justificar las malas cosechas y el hambre, murió aplastado por la historia.

Durante el Gran Terror, se produjeron en la URSS 1.600 ejecuciones al día durante un periodo de cinco meses. Olivier Rolin (1947), que cuenta la historia de Vangengheim con un ritmo envidiable en El meteorólogo, que publica Libros del Asteroide, no es el primero en denunciarlo. Antes lo hicieron Dostoievski en Recuerdos de la casa de los muertos, Shalamov en Los cuentos de Kolymá, y muchos otros más. Pero Rolin, activista ligado al maoísmo a finales de los años 60, incorpora a su estupendo artefacto literario sus propios estados de ánimo. Mezcla constantemente investigación e historia real: la de un meteorólogo al que arrastra la gran purga estalinista seleccionado entre la masa infinita de víctimas anónimas e inocentes.

Parte de la belleza del relato tiene que ver con la tristeza que desprende. Rolin no pierde la oportunidad de evocar la gran esperanza revolucionaria que había florecido en Rusia, el futuro como una propiedad colectiva, incluso el momento en que nadie se opone a la guerra por considerarla un ensayo tumultuoso previo a la felicidad. Stalin se encargaría de decapitar esa ilusión.

El autor de El meteorólogo piensa hasta qué punto el socialismo hubiera sido preferible al capitalismo. Narra con sencillez y emoción el conmovedor destino de un hombre que vivía interesado por las nubes y los dibujos para su hija que el libro reproduce al final. Por medio del desolador y trágico discurso de la víctima, describe la implacable mecánica estalinista paranoide, y acaba preguntándose si el siglo no habría tomado otra dirección distinta de no existir el siniestro padrecito. Un pronóstico más complicado, sin duda, que el de las nubes, y una novela estremecedora sobre el miedo.

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