La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

AMALGAMA

Aceleracionismo

Aceleracionismo

Piense usted en un bosque, frondoso, irregular, feraz, lleno de todo tipo de vida animal y vegetal, con sus peligros y bellezas. Y ahora piense en una extensión de trigo, o de soja (transgénica). ¿Cuál de las dos circunstancias es conveniente para el humano? En la primera tiene que adentrarse, arriesgando su físico, y conseguirá frutos o comida, tal vez venenosa, quizás manjar paradisíaco, siempre sorprendente, diverso, casi nunca faltará de nada. En la segunda, sobre todo si es transgénica, hay que comer lo único y poco que se obtiene, a pesar de que produzca quiebra en la salud, y además, vendrá a través de una organización de semejantes que pondrán un precio, y ese precio es el nombre del amo. Lo primero es el comercio libre, la mano invisible que todo lo regula, lo segundo es el socialismo, la mano visible y concreta que todo lo autoriza, la ingeniería que termina beneficiando a su inventor en detrimento de los consumidores.

El comercio libre, el capitalismo que nadie ha inventado pero siempre está, y evoluciona a lo largo de la historia, tiene, no obstante, un hándicap, y es el siguiente: tiene facilidad natural para convertirlo todo en un casino, en un juego donde siempre gana el astuto, prima la selección natural del más fuerte. En el socialismo prima la conversión de todos en seres débiles y ovejunos en manos de un lobo feroz. Como la naturaleza de la humanidad está centrada en su egoísmo, y es el egoísmo su guía natural, la diferencia entre el egoísmo que nutre al capitalismo y el egoísmo que nutre al socialismo es su mero resultado: regularizaciones de recursos nutricionales y apropiación de la propiedad en el primer caso y regularizaciones demográficas genocidas y colectivización de la propiedad en el segundo. En el primer caso las dentelladas las pegan las hienas y los lobos, en el segundo un solo bocado del dragón oscuro. Más allá de la metáfora, no obstante, en el sistema capitalista es obvio que se estudia a la empresa, que cotiza en el parqué, como un ente que tiene cada vez que ganar más. En una economía virtualmente sostenible, bastaría con que el individuo siempre coma lo mismo y se mantenga en homeostasis hasta su muerte, y quien dice individuo dice empresa. Sin embargo, de la empresa el sistema capitalista pide que gane siempre más, que engorde cada vez más, si una empresa no gana cada vez más entra en profit warning, cae su cotización y se arruina. Ese básico efecto de la avaricia termina, pues, rompiendo el saco, y ocurre lo obvio: las burbujas estallan y así se va regulando el mercado. Las burbujas socialistas son iguales, pero más grandes, y quien se arruina no es una empresa en medio de un equilibrio selvático, sino se arruina el estado completo y la hambruna y el genocidio mata al ecosistema completo. Pues este comportamiento, de forma suspicaz, con recelo y malicia, ha sido tomada por los aceleracionistas para elegir entre susto o muerte. Entre continuidad o colapso. El capitalismo alcanzó, gracias a la caída ingrata del comunismo y el socialismo, un éxito que llevó, a finales del siglo XX, a manifestar en la cuna del mismo que había llegado el fin de la historia (Fukuyama), y el antagonismo dialéctico había sido superado por la victoria del capital, de lo natural. La historia ha seguido y las burbujas han continuado estallando, y es así que, en 2013, llegan Alex Williams y Nick Srnicek y publican el Manifiesto Aceleracionista: "Si hay algún sistema que se haya asociado con ideas de aceleración, ese es el capitalismo. El metabolismo esencial del capitalismo demanda un crecimiento económico constante, una competencia permanente entre entidades capitalistas individuales y un desarrollo de las tecnologías para aumentar la ventaja competitiva, todo ello acompañado de una fractura social cada vez más grande. En su forma neoliberal, su proclama ideológica es la liberación de las fuerzas de destrucción creativa para despejar el camino a las innovaciones tecnológicas y sociales, en constante aceleración". ¡Ja! Resulta paradójico constatar que el capitalismo ha pervivido y ganado la partida gracias a su facilidad para adaptarse y cambiar, como la naturaleza misma. El capitalismo se mantiene gracias a sus propias contradicciones, se fortalece cada vez más, las burbujas se neutralizan y corrigen cada vez más rápida. Estallido de burbuja es colapso, y desde finales del siglo XX el capitalismo es culpable de un desastre más: la destrucción ecológica de la tierra (la sexta extinción del comunista Alberto Garzón, que olvida que los peores guardianes de la tierra han sido justamente los regímenes comunistas, que han sido capaces de acabar hasta con el mar de Aral). El resultado esperado es que ese colapso final dará al traste con el sistema completo, con el ganador, con el capitalismo: eso es aceleracionismo. El mundo dominado por el capitalismo acelera hasta un colapso final, y los salvadores son sus contrarios. En la propuesta 23 del Manifiesto Aceleracionista, Williams y Srnicek dicen: "La elección que tenemos que tomar es crítica: o un post-capitalismo globalizado o una fragmentación lenta hacia el primitivismo, la crisis perpetua y el colapso ecológico planetario". Correcto, pero falta la otra mitad de la culpa, y entre ambas está la solución.

Compartir el artículo

stats