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Entrevista a Fuensanta Nieto

"Con el edificio histórico el arquitecto debe dar un paso atrás"

"El Museo Canario es la idea de una arquitectura aditiva hasta crear una manzana", explica al arquitecta

"Con el edificio histórico el arquitecto debe dar un paso atrás"

Fuensanta Nieto (Madrid 1957) es una de las arquitectas española de referencia en el ámbito internacional, como prueba la concesión en 2015 del prestigioso galardón Alvar Aalto. Cofundadora con Enrique Sobejano del despacho Nieto Sobejano, con sede en Madrid y Berlín, ha proyectado, entre otras obras, el Centro de Creación Contemporánea de Andalucía, el Museo San Telmo y el Meina al Zahra. En Las Palmas de Gran Canaria llevó a cabo la ampliación del Museo Canario y la rehabilitación del Castillo de La Luz, sede de la Fundación Chirino, donde clausura el jueves de la próxima semana, a las 20.30, el Seminario Ciudad Atlántica de la III Semana de Arquitectura con la conferencia Denkbilder. En esta entrevista, Fuensanta Nieto reflexiona sobre las actuaciones en edificios históricos.

Hacer una arquitectura vinculada a la Historia, al patrimonio, contiene una gran responsabilidad social. ¿Qué es lo más que tiene en cuenta para que dicho proceso no sea traumático?

Efectivamente, el arquitecto no está aislado, la nueva arquitectura es en cierto modo siempre reflejo o reacción hacia algo que antes ya existió en el lugar o en el paisaje. Las ciudades y los edificios tienen también una memoria, de modo similar a la que nosotros mismos tenemos de nuestra propia vida. Interpretar esa memoria es lo que nos motiva a la hora de intervenir en edificios históricos o en general del pasado. En otras palabras, algo así como establecer una conversación con lo previamente existente.

¿Creo que todas sus obras han logrado finalmente alcanzar un consenso con la ciudad y con los políticos?

En la gran mayoría de los casos así ha sido. La arquitectura se basa también en el diálogo, y en ese sentido trabajar directamente con los responsables de Patrimonio, con historiadores y urbanistas es necesario para llegar construir un buen proyecto.

¿Ayudan los premios a que la creación arquitectónica en ámbitos históricos transcurra sin asperezas, o así y todo los representantes públicos intentan imponer sus criterios?

Los premios ayudan en tanto que son un reconocimiento otorgado por jurados cuyos miembros tienen un destacado criterio profesional, artístico o histórico. En ese sentido pueden facilitar que las administraciones respeten los proyectos, o al menos, aunque existan discrepancias, comprendan que la propuesta arquitectónica responde a un trabajo serio y meditado.

¿Algunas veces habrá que acogerse a la autocensura o ceder en las ideas? Un ejemplo de laboratorio sería el Castillo de La Luz

En efecto el Castillo de La Luz ha sido un proceso largo, trabajando con distintas administraciones, -estatal, atonómica y municipal- gobernadas durante más de una década por distintos partidos y con diferentes interlocutores técnicos. En consecuencia ha habido cambios de objetivos, de uso del edificio, de relaciones con los responsables políticos y de patrimonio. En términos generales el resultado es muy positivo y se trata de uno de nuestros proyectos más queridos aunque también más difíciles. Únicamente en algunas decisiones no consensuadas con nosotros, como sucede con la mutilación del cerramiento del recinto exterior, hemos sentido que las intenciones arquitectónicas no han sido comprendidas y han primado reacciones inmediatas no bien meditadas.

Una vez con las escultura de Chirino dentro de la fortaleza y con un dinámica de visitas apreciables, pasada la tensión, ¿qué vibraciones le produce el Castillo?

La utilización del Castillo de La Luz como sede de la Fundación Martín Chirino es una de esas inusuales ocasiones en las que el contenido encaja perfectamente en un continente previamente existente. Visitantes que no conocían el proceso previo, nos han felicitado por lo bien que hemos adaptado nuestra idea arquitectónica a la obra y exposición de Chirino, cuando lo paradójico es que el edificio fue primero y la obra artística después. Un caso excepcional y una suerte inmensa. En cuanto a la intervención arquitectónica, en ocasiones la nueva arquitectura debe dar un paso atrás para ceder el protagonismo al edificio histórico. Esa fue nuestra actitud aquí, la que consideramos más equilibrada y apropiada.

¿No les parece como menos insólito que el Museo Canario no haya culminado a estas alturas la ampliación realizada por Nieto Sobejano?

La ampliación del Museo Canario es una obra clave en nuestra carrera. Proyectada en 2003 , que aun sigue incompleta. Es un proyecto que trata temas que posteriormente han influido en otras obras nuestras, tales como la idea de una arquitectura aditiva, o la compleja interacción de la luz natural por medio de lucernarios y huecos en relación con fachadas existentes. La primera fase lleva prácticamente acabada desde hace años, cerrada, pendiente de los fondos que hagan posible su uso.

Me interesa la reflexión que les llevó a hasta un edificio compacto de hormigón, una operación arriesgada, si me permite, en un barrio como Vegueta, con una identidad arquitectónica tan marcada.

Si en el Castillo de la Luz, como antes comentamos, el edifico histórico de enorme valor era el protagonista, en el Museo Canario, sin embargo, consideramos que es el proceso y la escala de construcción del barrio de Vegueta lo esencial. En otras palabras, una arquitectura de muros lisos y austeros de dos o tres plantas, a menudo sin cornisas ni aleros, generado por adición de casas para fomar las manzanas. Esa fue la clave de nuestra propuesta ganadora del concurso, una serie de volumenes blancos de hormigón que se irían encajando por fases hasta completar la manzana, en algunos casos conservando las fachadas existentes y en otros sustituyéndolas por otras nuevas.

¿Y en cuanto a la funcionalidad del Museo qué va a significar la apertura de esta ampliación?

Para el Museo Canario se trata de un reforma y amplición enormemente necesaria, significa transformar un museo de origen y espíritu decimonónico en una institución contemporánea con una arquitectura e instalación museográfica y de servicios de máxima calidad. Que una inversión como la ya realizada permanezca sin uso desde hace ya más de seis años, sin que las administraciones y la propia institución lleguen a soluciones para poner en uso lo ya realizado, es una situación triste que espero que llegue en breve a buen fin.

Participa en el Seminario 'Casa Atlántica'. ¿Que provoca en usted más atención los edificios promovidos por el poder, o lo que aquí se llaman 'casas terreras', en vías de desaparición, construidas de una forma humilde, y que precisamente abundan en el barrio de La Isleta?

Hacer desaparecer las trazas del pasado arquitectónico se asemeja a una persona que enferma y pierde la memoria y por tanto la conciencia de sí misma. Ello incluye tanto la arquitectura popular como la pública, de diferentes escalas. Solo un equilibrio entre la memoria y la innovación tiene sentido en mi opinión en el futuro de nuestras ciudades.

La concesión de la medalla Alvar Aaalto en 2015 corona en cierta manera una carrera marcada por relevantes obras ganadas en concursos. Usted es una defensora de los mismos -se presentó a la ampliación del Prado- pero parecen estar ahora en franca decadencia, o bien se convocan y luego el político de turno hace a su antojo con el proyecto ganador. ¿Por qué se respetan tan poco los resultados de estos certámenes? O mejor dicho: ¿Por qué se convocan tan poco?

Nuestra carrera se ha desarrollado en torno a concursos, no tanto como medio de acceder al trabajo, sino como fuente de continua experimentación, teórica y práctica en el estudio. Por esa misma razón nuestra obra se ha construido en muy distintos lugares y paises. España fue desde los años 90 hasta la llegada de la crisis económica, probablemente uno de los paises que de un modo más serio y extendido llevaron a cabo una política de concursos de arquitectura. Lamentablemente el proceso se ha detenido completamente, algo que no sucede en otros paises europeos, como Alemania, Suiza o Francia donde las administraciones mantienen el sistema de concursos activo. Si los políticos no toman conciencia de esta realidad, la calidad de la arquitectura española de las úlltimas décadas, reconocida internacionalmente, se verá enormemente dañada. Es papel también nuestro, de los arquitectos, saber transmitir el valor cultural, social y de bienestar que la buena arquitectura produce en la vida de sus habitantes.

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