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Una obra que no debe diluirse con el paso de los años

'Más allá de Cho-Juaá' desveló las facetas creativas en el arte de Eduardo Millares

Una obra que no debe diluirse con el paso de los años

Desde su fallecimiento, el 8 de octubre de 1992, hace ya casi veinte años, los hijos del pintor, caricaturista y humorista gráfico, siempre tuvimos, de manera nítida, la idea de que antes o después el artista tendría que tener un reconocimiento público y notorio, una idea que con el tiempo se convirtió en una obsesión, y créanme, hasta en un cargo de conciencia. Cada vez que aireábamos las carpetas que guardan su obra, cada vez que contemplábamos una parte de ella colgada en las paredes de nuestras casas o cuando nos recreábamos con sus geniales viñetas , siempre repetíamos lo mismo. Y así empezamos a forjar esta idea, a tener claro que nuestro padre se merecía quedar para siempre en la memoria de todos, y no diluirse en el paso de los años, máxime cuando ha representado con tanta genialidad, socarronería y dominio del arte, la filosofía del isleño, nuestros bienes culturales.

Nació en el seno de una familia en la que todos despuntaron a través de diferentes ramas artísticas, y todos destacaron sobremanera; nuestros abuelos, Juan Millares y Dolores Sall y cada uno de los ocho tíos, la saga de los Millares Sall, eran y son una fuente inagotable de arte. Cada rincón, cada hueco escondido, cada palmo de pared y hasta el suelo que pisaban en la casa de sus infancias, estaban impregnados de creatividad. Empezó a dibujar casi sin tener uso de razón, y hasta el final de su vida no dejó de parir obra; incluso, estando enfermo, si alguien le pedía un dibujo él se lo hacía, porque nunca enfermaron ni sus manos ni su gran sensibilidad. Su vida la enfocó hacia la pintura, no existía otra dimensión, entregándose por completo a esta disciplina-.

La exposición Eduardo Millares. Más allá de Cho-Juaá, celebrada en el Cicca en 2012, y comisariada por Mayeye Hernández Socorro y Franck González, nos permitió un reencuentro con este artista multidisciplinar que fue mi padre. Cada una de las ocho salas, que recogían los diferentes aspectos de su obra, perfectamente diferenciadas por el color de la pared, les aseguro, y sin temor a equivocarme, que fueron un estímulo para los sentidos y para el alma; es imposible no esbozar una sonrisa mientras se observaba cada una de las 167 piezas recogidas, porque en todas ellas subyacía una de las características principales del artista: su excelso sentido del humor. El título de esta exposición evidenciaba lo que se ha pretendido desde el primer momento, cuando aquel evento era un sueño para los tres hijos del pintor, cuando las ideas aún estaban en el aire, y es ir más allá del humorista gráfico, es conocer al pintor y al caricaturista, eclipsado tal vez por sus populares viñetas.

Eduardo, mi padre, era un hombre tímido, parco en palabras, el socarrón por excelencia, y nos dejó anécdotas muy divertidas; lo que pensaba, lo que amaba, y hasta lo que repudiaba lo plasmó a lo largo de su vida en toda su obra, tal y como lo decidió, siendo crítico y muy comprometido con la problemática social del momento, reflejada en sus viñetas, cuyo humor sigue aún vigente en el siglo XXI, y en ocasiones, mostrando su faceta más sutil. Eduardo Millares Sall, Cho Juaá, reaparece para quedarse entre nosotros para siempre, porque no se puede obviar lo que nace en la propia tierra.

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