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Canarismos

El camello no se ve la joroba

El camello no se ve la joroba

Este dicho propio de las islas viene a expresar -en sentido figurado- que siempre resulta más fácil advertir y criticar los defectos ajenos que los propios. A veces se añade la coletilla: "y el que va detrás se la ve toda" (u otras adiciones por el estilo). En el español hablado en Canarias, el camello equivale a lo que -en rigor- la ciencia zoológica llama dromedario; es decir, al rumiante artiodáctilo con una sola giba. El camello (de una sola joroba que es el único que existe en las islas) fue introducido en el Archipiélago, procedente del Norte de África, como animal de carga y ayuda en la faenas agrícolas, localizándose sobre todo en Lanzarote y Fuerteventura, donde se adaptó rápidamente a las condiciones climatológicas y geográficas. Es tal la tradición camellera en estas islas que existen múltiples términos dialectales propios, como: majalulo, para llamar al camello joven o a la cría; fuchir/truchir para referirse al animal cuando se echa; así como una variada terminología para los arreos; o referencias en el folclore, aberruntos y cabañuelas.

La imagen que traslada el dicho obedece a una lógica sin contestación, pues parece del todo improbable -y hasta anatómicamente poco verosímil- que el camello gire su cuello de tal modo que alcance a verse su propia giba, máxime si se encuentra recubierta de silla y demás arreos. No obstante la lleve siempre encima y deba ser consciente de ello. Como cada cual lo es -o debe serlo- de sus propios defectos y limitaciones.

El proverbio que cuenta con otras versiones similares en el refranero popular castellano (como: "el corcovado no se ve su corcova, sino la ajena") parece rememorar la parábola evangélica de quien ve la mota en el ojo ajeno, y no la viga en el propio (Mateo 7: 1-5; Lucas 6: 41-42). Aunque la enseñanza contenida puede tener una proyección y carácter universal que va mucho más allá de la referencia bíblica.

Entre los dichos afines o sinónimos, con una mayor carga de ironía, tenemos en las islas una expresión antigua -hoy prácticamente en desuso-que dice: "El caldero le dice a la olla: ¡quita pa' allá que me tiznas!" Tiznar viene de tizna o tizne, que son las manchas negras que se forman en el fondo y contornos de ollas y calderos al contacto con la lumbre. El dicho evoca un tiempo pretérito en el que aún se cocinaba con leña sobre los tres teniques del fogal. Ambos dichos tienen la fuerza de aquella otra expresión que reza: "¡Siempre habla quien tiene que le digan!" Es decir, quien menos virtudes ostenta es, generalmente, la persona que suele mostrarse más crítica y severa en sus juicios para con los demás. La intolerancia frente a alguien o a algo suele ser un defecto que se atribuye con frecuencia a quien critica e incurre en idénticos errores o adolece de los mismos vicios que reprocha. El dicho induce con simplicidad a una verdad que podríamos definir freudiana: los demás nos hacen de espejo, y muchas veces no se soporta ver los propios defectos reflejados en el otro. No es cuestión de vanidad, sino de vergüenza al mostrársenos la propia imagen a través de los defectos reprimidos en la actitud ajena. Por eso se es intolerante con quienes manifiestan nuestras propias sombras que no nos atrevemos a reconocer. Sin embargo, los calderos y ollas del fogal acaban tiznados todos.

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