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El ajedrez, la marca cultural de la Revolución de Octubre

Los maestros rusos alcanzaron el máximo nivel competitivo en el viejo continente, dominando campeonatos, con la excepción de Fischer en 1972

Lenin, a la derecha, durante una partida de ajedrez en presencia de Máximo Gorki, en la isla de Capri, en el año 1908. LA PROVINCIA/DLP

En estos días, en el centenario de la Revolución de Octubre, Rusia y todos los países que conformaban la URSS poseen oficialmente 469 grandes maestros y 932 maestros internacionales de ajedrez, junto a más de cinco millones de jugadores federados. Desde 1948 los jugadores soviéticos dominaron el ajedrez mundial en campeonatos del mundo, torneos de élite y olimpiadas, con la excepción del americano Robert Fischer en 1972. En esa galería de genios ajedrecísticos encontramos entre otros a Botwinnik, Keres, Bronstein, Smyslov, Tal, Petrosian, Spassky, Korchnoi, Karpov y Kasparov y también a las campeonas mundiales Rubtsova, Býkova, Gaprindashvili y Chiburdanidze.

Mucho antes, en los siglos XVIII y XIX surgieron, entre las élites de Rusia, unos pocos ajedrecistas que jugaban a un nivel magistral, como Alexander Petrov, Ilya Shumov, Emmanuel Schiffers, o el más importante de ellos, Mijaíl Ivánovich Chigorin (1850-1908), considerado el padre de la llamada Escuela rusa de ajedrez. Pese a no hacerse nunca con el título de campeón del mundo oficial, Chigorin se situó en la élite mundial en el periodo comprendido entre 1883 y 1898, compitiendo con jugadores de la talla de Wilhelm Steinitz o Emmanuel Lasker. Llegó incluso a disputar un match por el campeonato mundial en La Habana en 1892 contra el mismo Steinitz. Se sabe que el escritor León Tolstói, él mismo un aficionado, era un enamorado del juego de Chigorin. Las ideas de este supusieron un gran avance en la teoría de aperturas, y además establecieron los cimientos sobre los que después se desarrollaría la escuela soviética de ajedrez. Chigorin contribuyó decisivamente a la difusión y a la popularidad del ajedrez en Rusia.

A principios del siglo XX, gracias a sus esfuerzos y los de sus colaboradores, ya había unos quinientos aficionados a la práctica organizada del ajedrez, de los que medio centenar era capaz de competir con los maestros del resto de los países europeos. El nivel de Rusia aún estaba lejos de igualar el de Alemania o el del Imperio Austro-Húngaro. Sin embargo, esta situación cambiará durante la era de la construcción del socialismo.

De esta primera década del siglo XX, conservamos una fotografía de 1908 que muestra una partida entre Alexander Bogdanov y Lenin en la isla de Capri, con el escritor Máximo Gorki como testigo. Aunque no conocemos el desarrollo de esta partida, sí el de otra entre estos dos últimos. Gorki, gran aficionado al juego, ganó ese encuentro y solía mencionar que Lenin "se enfadaba cuando perdía". Cuando tomaron el poder los bolcheviques, una de sus medidas fue popularizar el ajedrez.

Lenin, invitado de Gorki, jugando al ajedrez con Bogdanov

Tras la Revolución de Octubre de 1917, la tarea de divulgar el ajedrez recayó en principio sobre Alexander Iliin-Genevski, en alusión a Ginebra, la ciudad en donde colaboró con Lenin en el exilio. Iliin-Genevski desempeñó el cargo de comisario de la Organización General de Reservistas de Moscú e introdujo el ajedrez en el Ejército Rojo. No en vano, estaba convencido de que el ajedrez podía desempeñar un papel importante en el plano político y que, por lo tanto, debía subordinarse a la lucha ideológica.

Los primeros progresos tardaron poco en producirse. Antes de la guerra civil, los propios sindicatos organizaron un pequeño torneo en la República Soviética de Transcaucasia. Después, en plena guerra civil, Iliin-Genevski organizó la primera olimpiada de ajedrez de la RSFS de Rusia en octubre de 1920. Aquel torneo supuso el aldabonazo inicial para muchos otros en Moscú y Leningrado, como el torneo Internacional de Moscú de 1925 en el que Iliin-Genevski se convirtió en el primer soviético en derrotar al mismísimo campeón mundial Capablanca. Como premonición, durante este torneo invitaron a Capablanca a dar una exhibición de simultáneas en Leningrado, en la que participó un joven de catorce años con gafas que lo sorprendió y lo derrotó. Este muchacho era Mijaíl Botwinnik, futuro campeón del mundo y padre de varias generaciones de campeones del ajedrez soviético.

En 1924 se fundó la Sección de Ajedrez del Consejo Supremo de Cultura Física. El comandante Nikolái Krilenko, a cargo de esta, lanzó la consigna: "¡Llevad el ajedrez a los trabajadores!". Secciones similares se fueron fundando en los Consejos de Cultura Física locales. "Debemos acabar de una vez por todas con la neutralidad del ajedrez, hemos de organizar brigadas de choque de jugadores de ajedrez y empezar de inmediato a cumplir el plan quinquenal del ajedrez". Así, se puso en marcha la llamada Escuela Soviética de Ajedrez, caracterizada por su afán de descubrir jóvenes talentos desde muy temprana edad con un sistema de entrenamiento de máximo rendimiento. Se lograron grandes avances en las técnicas de enseñanza, surgieron entrenadores de ajedrez de alta especialización como Romanovsky, Rabinóvich y Levenfish, asesorados por especialistas en psicología y pedagogía como Vigotski, Luria y Leontiev. De esta manera, el ajedrez llegó a tener un lugar reservado en los palacios de pioneros, las entidades culturales que centralizaban las actividades juveniles. En ellos siempre había una sección de ajedrez formada por niños de entre seis y diecisiete años.

No debemos olvidar a uno de los ajedrecistas rusos más importantes, Alexander Alekhine, en el que Chigorin influyó de manera especial. Fue campeón del mundo desde 1927 hasta su muerte en 1946, salvo dos años en los que cedió ante Euwe. A Alekhine no lo podemos relacionar directamente con la era soviética, puesto que en el momento de ganar sus títulos mundiales ya había adquirido la nacionalidad francesa, pero su carrera coincide parcialmente con la aparición de la Unión Soviética. Aunque fuera un personaje polémico y políticamente reprobable, la escuela soviética siempre consideró que había una línea evolutiva entre el ajedrez dinámico de Chigorin y el de Alekhine, y además mostró aprecio por su juego de ataque, que se reflejaba en el estilo de ajedrecistas como David Bronstein o Mijaíl Tal.

El número de aficionados se disparó durante los años veinte y treinta. Así, de unos mil jugadores registrados en 1923 se pasó a ciento cincuenta mil en 1929. Los sindicatos y los clubes de trabajadores constituyeron el alma de este movimiento de apasionamiento por el juego. A finales de los años veinte, cada sindicato tenía un equipo de veintiocho jugadores registrados. Para hacernos una idea del lugar que ocupaba el ajedrez entre buena parte del proletariado soviético, baste decir que la industria automovilística Likachov de Moscú contaba con clubes de veintiséis deportes diferentes, aunque el de ajedrez era donde mayor participación se registraba.

El resultado de décadas de dedicación al deporte mental fue tal que a mediados de los años ochenta, un total de 4 200 000 personas figuraban inscritas en la Federación Soviética de Ajedrez. Más de un centenar de ellas poseían el título de Gran Maestro. Cada año, cientos de miles de niños participaban en el torneo Torre Blanca. En total, se estimaba que unos doce millones de ciudadanos jugaban al ajedrez con asiduidad.

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