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Las vanguardias de la primera revolución rusa

Mientras la sangría de jóvenes soldados rusos continuaba en los frentes, uno de los grandes creadores del XX, Malévich, iniciaba una pintura pura

Las vanguardias de la primera revolución rusa

En 1994 llegaba al CAAM (primera época gloriosa de la institución, esperemos estar ante el umbral de la segunda), una maravillosa exposición, La vanguardia rusa, 1905-1925, en las Colecciones de los Museos Rusos. El transcurso del tiempo establece cuáles han sido las muestras artísticas más señeras, y sin duda, ésta lo fue para Canarias, ya que difícilmente se podría reproducir en la actualidad un número de préstamos de obras de tal inmenso valor cultural y económico. A partir de 1918, el Expresionismo germano y la Nueva Objetividad emergían como estilos y credos ideológicos en la Alemania de la República Weimar, acabando con las viejas herencias "retinianas", la seductora pintora del ojo y sus paraísos miméticos. Italia, tras la frustrante y amarga participación en el conflicto bélico mundial, iniciaba su aguerrida vanguardia futurista, que ensalzaba la velocidad, las máquinas y la guerra, ayudando a incubar el auge del fascismo. El caso ruso, de la Rusia pre-soviética, nos ofrece una sorprendente diversidad innovadora en todos los terrenos de la estética (literatura, poesía, artes escénicas y artes plásticas) durante los años que preceden a la revolución de octubre de 1917. Y, se trata, además, de una fenomenología vanguardista muy extensa. Abarca la geografía del vasto país y sus, entonces, principales ciudades: San Petersburgo, Moscú, Kiev, Odessa Samara, Nizhní-Nóvgorod, e incluso capitales de la Rusia Asiática, como Uzbekistán y Tadjikistán.

Mientras la sangría de jóvenes soldados rusos continuaba en los frentes del oeste, uno de los grandes creadores del siglo veinte, Kazimir Malévich iniciaba una pintura pura desligada de todo contexto referencial y visual previo, que evocaba la matemática de Ouspenky y sus teorías sobre la cuarta dimensión y la interpenetración de los planos espacio-temporales. En el espacio subatómico, donde la forma no es fija sino aparente, los sólidos y sus planos se intersectan y se pueden representar en una suerte de caída o cascada libre. Malévich pinta cubos, rectángulos y círculos, bien separados, bien dispuestos, en sutiles relaciones de equilibrio espacial, tocándose (tangentes) o solapándose. Esto es el suprematismo, la invocación geométrica filosófica de una nueva pureza que sustituirá el desgastado y vacuo repertorio de la imagen occidental. El necesario final de la pintura burguesa y aristocrática, con todos sus géneros, sub-géneros y jerarquías. Una gran barrida radical de la basura artística de la vieja Europa cuya caducidad se aceleraba en el horror de las trincheras. Otros, lamentaban la pérdida de este sistema, entre ellos el clarividente Stefan Zweig; sabía muy bien por qué.

Un arte basado en una "nueva gramática" de formas geométricas o geometrizantes que respondían a las pulsiones más puras, y, por tanto, "abstractas" y no representativas. Una estética sencilla, depurada de cultismos y códigos elitistas, que sería universal, y que construiría la "sintaxis del futuro". Los más puros de esta revolución, continuasen, o no, en la otra revolución paralela de su tierra, fueron los suprematistas. Malévich (que después retornaría a una enigmática figuración), Ródchenko, Olga Deineko y Aleksander Vesnín, representaron la facción clásica suprematista. Ellos trabajan para ese futuro mejor, participaban de mil maneras en los movimientos radicales que condujeron hacia la revolución. Formarían parte del poderoso Narkomprós, el Comité de las Artes, que se transformaría en una tremenda arma represora cuando el "arte del futuro" dejó de convenir a las ideologías comunistas-soviéticas. El Lissitsky fue el más político, el soldado-comisario que usó la geometría suprematista para hacer memorables pósteres durante la guerra civil rusa. El triángulo, devino en su propaganda visual, a la vez abstracta y figurativa, la cuña que rompía el poder de las oligarquías.

Mas, la vanguardia en suelo ruso, comprendía muchas otras estéticas, ideas y tendencias. Tomemos, como muestra, algunos nombres que conforman la historia contemporánea del arte europeo. Filónov, el creador cuasi surrealista y épico que visionaba el destino del hombre en grandes lienzos que no acaban de entroncar con el socialismo, a pesar de su patriotismo, (lo "dejaron" morir de hambre durante el sitio de Leningrado en 1941, al no proporcionarle las vitales raciones de comida). Góncharova, cercana a la vida y las costumbres del pueblo, pos-impresionista, cubista, (ella combinó el suprematismo con el cubismo); Goncharova recreaba en sus paisajes rurales el espíritu naif de los "lubók" rusos, las estampas sin apenas perspectiva de la tradición popular. El expresionista, Larionov, que pintaba pequeñas escenas de costumbres, tampoco muy alineadas con el realismo social (broncas callejeras, riñas de taberna); su personalidad se podría emparentar simbólicamente con Otto Dix, si pensamos en su pertinaz interés por ciertos iconos clásicos, como el de Venus. El pos-impresionsita y cubista, Shevchenko, que amante de la naturaleza muerta, quiso trasladarla a una dimensión suprematista, con sardinas suspendidas sobre platos, ambos colgando en el espacio. La futurista más consecuente, Rózanova, que aplicó la deconstrucción en planos simultaneados y contrastados de la acción al universo de los proletarios y a las ciudades modernas.

El 11 de octubre de 1920 Lenin le envió una breve nota a Nikolai Bukharin, un alto cargo del Concejo de Comisariados Populares, considerado un liberal en cuanto a las artes. Bukharin era responsable del sistema de talleres artísticos populares, o proletkults. Lenin le informó de que no podía seguir ofreciéndole a los trabajadores "imágenes absurdas, de un gusto pervertido (futurismo)". Era la puntilla para la vanguardia que a Lenin siempre la había disgustado. El momento de la realineación ideológica. El largo inicio del realismo socialista, una historia compleja, llena de contradicciones, que fue desde una imagen presuntamente "unitaria" tan compleja como la gran vanguardia, estaba comenzando.

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