Nos disponemos a reflexionar, en el marco del Castillo de la Luz, sobre la importancia del jardín en nuestras Islas. Las diversas ponencias recogerán algunos de los ejemplos de jardines y espacios públicos más sobresalientes, realizados en Canarias. Irán desde ejemplos históricos hasta propuestas más actuales, así como la visión que se tiene desde distintas disciplinas implicadas en el arte de los jardines.

Los jardines están dirigidos a la percepción, a los sentidos, a las emociones, a la creatividad o a la belleza, pero, especialmente, los jardines construyen un ideal, reflejan utopías y concilian un deseo real, mítico o simbólico de naturaleza. Por todo ello, los jardines son una auténtica expresión de arte, lugares de contemplación y de clara y específica manifestación cultural.

El jardín es un arte que pretende ser universal, en el sentido de llevar a un plano cultural la relación entre la sociedad y la forma de situación frente al medio. Como apunta Le Dantec, los jardines se encuentran entre el microcosmos ontológico y el macrocosmos cosmológico. El jardín siempre intenta una representación.

El jardín, con frecuencia, no necesita ser reflejo de una expresión utilitaria, y esta condición los hace libres para convertirse en expresión ideal, cultural o estética. Pura representación. Pero de alguna manera son modelos primigenios que nos sirven para entender otro tipo de intervenciones más complejas sobre el territorio, en la medida en que también apuntan relaciones básicas entre la cultura y la naturaleza. Pura relación.

Los jardines como relación cultural entre las personas y la naturaleza pueden definirse, en el sentido apuntado por Rosario Asunto, como "verdaderos ideales de naturaleza" absolutamente ejecutados. Muchas son las formas de relación entre la naturaleza y la cultura que pertenecen a la historia de las ideas y a la relación y confrontación de la humanidad con el entorno. El paradigma de naturaleza ha ido variando en cada momento histórico y también muchas de sus representaciones cultas en la construcción de jardines. Pero también sucede al contrario; muchas representaciones de jardines han servido para contribuir a un ideal de naturaleza.

El jardín, la plaza y el parque como lugares de la representación y de la relación, siempre exponen un mundo y lo construyen; son obras intencionales que aluden, como una heterotopía foucaltiana, a la parte y al todo. En esta acepción exponen un conjunto de valores constantemente redefinidos en función de exigencias simbólicas o materiales de la cultura, de la sociedad o de la ciudad. En este sentido, singularizan tradicionalmente una proyección, anticipan nuevas imágenes de la cultura. Los jardines, los parques y las plazas comparten con las ciudades su acto fundacional; colaboran con su presencia a construir de forma solidaria y entrelazada la historia de las ciudades. También los jardines incorporan una dinámica evolutiva y biológica en la ciudad, inducen significados, y, como todo arte, cuestionan e introducen interrogantes en la conformación mineral y densa de las ciudades. El agua y la vegetación constituyen sus materiales más básicos y elementales. El agua simboliza en muchos jardines el origen de la vida, es el elemento necesario en la construcción de la idea de paraíso meridional, y, como decía el arquitecto paisajista Nicolás Rubió, que en los años cincuenta hizo algunos jardines en Gran Canaria, el agua en los jardines es el símbolo primigenio de la vida, especialmente en las regiones del sur geográficamente más áridas. Oasis idealizados o naturalezas recreadas a partir de aguas controladas en forma de fuentes, surtidores, cantoneras, chorros, acequias, pilas o aljibes acompañados por la vegetación ornamental como la expresión sublime de lo natural, la vida en su expresión primordial.

Los orígenes de la idea de jardín-paraíso, palabras que en algunas culturas tienen el mismo significado, sitúa la cuestión en sus orígenes legendarios. En Canarias históricamente ha funcionado el relato de la tradición mítica del concepto de isla-paraíso, tales como islas Afortunadas, Campos Elíseos, Jardín de las Hespérides, en donde la palabra isla funciona como un concepto completo e ideal con todos los matices y emociones de lo paradisíaco en muchos de los atributos o referencias literarias. La idea de jardín en las Islas ha estado asociada a su naturaleza exuberante, a sus paisajes sublimes, a su excepcionalidad. La naturaleza se convierte en cultura en un modo de diálogo específico y singular y en un verdadero paradigma de la esteticidad. En Canarias no hemos tenido históricamente un constructo cultural propio o único de jardines, pero por aquí han recalado muchas culturas que nos han ido dejando sedimento y formas de hacer, como la amplia tradición española de plazas, alamedas, espacios representativos y recoletos jardines, algunos de ellos en el interior de la arquitectura provista de patios. Otras culturas de gran presencia, como la de las antiguas colonias inglesas, dejaron un legado en la construcción de jardines y en la incorporación de vegetación en la ciudad en espacios domésticos y urbanos. Todos estos jardines conforman una increíble representación de la historia de las islas y de su trasiego cultural, cosmopolita y abierto, que se expresa especialmente en el amplio muestrario de vegetación exótica como ficus, araucarias, jacarandas, tipuanas, pitosporos, magnolias, entre muchas otras en convivencia con algunas especies locales como dragos, palmeras canarias, pinos, bencomia, til o barbusanos, por citar algunos de los más representativos.

En Canarias es muy escasa la bibliografía y también limitados los seminarios realizados sobre este tema, lo que contrasta con sus muchos jardines de gran interés en múltiples sentidos, también por la cultura que todos ellos encierran y difunden. Por su propia naturaleza, son muy frágiles y están necesitados de una valoración cultural que haga posible su protección y mantenimiento sin desviaciones. La contribución a la difusión de este arte nos sirve, en este evento, para paliar en parte esta deficiencia y para comenzar a construir una verdadera cultura del paisaje a partir de la exposición de algunos de los ejemplos de jardines insulares reconocidos por su belleza.