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Carlos Ramos: rescatado del olvido

El Club LA PROVINCIA acoge la presentación del primer tomo dedicado a la obra del poeta

Carlos Ramos: rescatado del olvido

Érase una vez un muchacho teldense que vivía por libre, todo lo libre que se podía ser en los negros años del franquismo. Su espíritu inquieto lo inclinó primeramente por el teatro (en el grupo Tarja) y por escribir en revistas experimentales de literatura y arte, como fue la titulada 27, de corta vida, todo esto mediados los años '70. Años fértiles en agrupaciones alternativas, de renovación estética e ideológica, que hoy se echan de menos, en lo que todo parece reglado por iniciativas institucionales, y lastrado por la escasez de lectores, galerías de arte y revistas culturales que muevan el cotarro. Carlos Ramos era un rompedor, vivía desmedidamente hacia los demás, de modo no convencional y al mismo tiempo interiorizaba aquella fiebre que ocupaba su sensibilidad, su ludismo, su espiritualidad y su conciencia social. Todo ello debía pasar indefectiblemente desde el comportamiento a la escritura. Y escribió Carlos Ramos todo lo que su corta vida le permitió, hasta que decidió acabar con ella a los 22 años.

Solamente comunicaba lo escrito a sus amigos, no entrando en los canales de edición contemporáneos que le ofrecían la prensa y las revistas insulares. No quiso, o no supo, buscarse la vida y alcanzar la notoriedad impresa, acaso porque su joven edad era un obstáculo para entrar en los cenáculos literarios de las generaciones ya estables en el tablero literario local. Y también porque sus poemas de adolescente podían ser tomados como un descargue juvenil más, de esos que comparten cientos o tal vez miles de poetas insulares.

Se trataba de un ejemplar humano de rara especie: la risa que no abandonaba sus facciones eran sin duda manifestación de una alegría natural; pero detrás de ella había un ser pensante con la jiribilla del activismo teatral, libertario y con conflictos de hombre maduro que no se transparentaban en su ternura, en su eterna sonrisa. La poesía que dejó lo muestra así: tierno, entrañable, cercano al afecto, la expansión anímica, inquieto por la realidad social común. Ello queda patente en el primer tomo de la Biblioteca Carlos Ramos [la obra se presenta el próximo jueves, a las 20.00 horas, en el Club LA PROVINCIA] que comprende sus primeros poemas de 1976, reunidos por un voluntarismo que sostienen sus amigos cercanos desde hace ya cuarenta años, tras una ingente batalla para lograr la unión de su obra dispersa, y una fallida edición incomprensiblemente justificada por el Ayuntamiento de Telde. Se trata de una revelación, un rescate del olvido, una obligación pendiente que ahora parece felizmente en marcha.

En este primer volumen de los cinco que formarán la Biblioteca Carlos Ramos hay un poeta de diecinueve años que observa la Naturaleza sin desviar su atención a un imaginario donde se fusionan situaciones de fuga onírica ("Salen burbujas de la luna / y yo voy dentro de una burbuja anaranjada") (pg. 2), de crudeza realista ("Salimos/ con las narices sifilíticas / de tanto oler / la podredumbre de los hombres") (pg. 61), de reflejos expresionistas, y una sostenida autodescriptiva de su portulano como individuo sintiente. En este aspecto encontramos poemas dignos de figurar en las Antologías de poesía que se han publicado en estas Islas en los últimos decenios. Pensamos especialmente en los que comienzan: "El verbo salta sobre mí (?)" (pg. 32) "Desde hace algún tiempo (?) (pg.58) "Hay espuma de sol (?)" (pg. 68) y en ese extraordinario vaciado de ánimo premonitorio de su final que se inicia así: "Estoy a punto de estallar en el lenguaje del silencio (?)" (pg. 37).

Es así como crecerá potencialmente una cosecha textual con los surcos, los estigmas, las caricias y los arañazos que dejaban en su piel la contemplación de la mar, del cielo, del vuelo de las aves, los amores y los desdenes, y las variables sicotrópicas que recoge su escritura. Ocupado como estaba en el éxtasis de sentirse unas veces exultante, otras extrañado, desmoronado, tocado personalmente por algunas de las injusticias de la modernidad, se abandonó al azar de un automatismo textual que solamente controla el protocolo que lleva a "lo santo", cuerpo sutil que Caronte conduce en su barca en el célebre cuadro de Patinir Travesía de la Laguna Estigi a del Museo del Prado.

La relación entre Carlos Ramos y el mundo fue evolucionando a lo largo de su escritura. Se reafirma la presencia de un "yo" vulnerable a los avatares de la vida. Como escribió Gottfried Benn: "(?) cada vez se refuerza más el sentimiento de autonomía del sujeto individual. El yo, emplazado plenamente en el mundo externo y al comienzo sin diferenciar apenas en su conciencia la posición de su propia persona y la de los seres vivientes circundantes, va reuniendo y concentrando progresivamente su sentimiento de vida subjetiva hasta convertirse en conciencia de una existencia individual." (2) Ramos repite dos veces "yo" en el poema "Estoy a punto de estallar en el lenguaje del silencio" antes de enunciar el presentimiento del ocaso. La primera persona es irremplazable cuando se pretende hablar de ética, escribía a su vez Ludwig Wittgenstein. El sujeto Carlos Ramos supo envolver su ética personal, superando las pasiones alegres y tristes, en la esfera asimétrica que divide el paraíso del infierno, volcándolo en la depuración catártica que supone la escritura.

Un valioso poeta que, aunque ahora regrese en olor de postumidad, deberá ser leído con pupila de hoy en día, todo sea alimentarse de su alegría y su desolación, suturando la llaga que nos dejó su pérdida prematura con el láser de una interiorización sublimada. Carlos Ramos, el que "pensativo se refugió en el camino / a buscar descanso / se encontró con sus ojos "(pg. 67). Y que seguirá forever young, como canta Bob Dylan; muerto de risa, roto por dentro y herido de muerte, pero siempre con un verso en los labios, "horizonte / cercado de yacente perfección" (pg. 67).

Cuarenta años después de lo vivido y escrito, Carlos Ramos deberá ser considerado entre los poetas fundamentales de la lírica canaria del siglo XX. Si parece un aserto exagerado, entren en sus páginas y léanlo. Luego nos dirán. Los siguientes volúmenes de su Biblioteca no harán sino corroborar lo que ahora adelantamos.

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