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La isla, hace más de un siglo

Lanzarote en blanco y negro

La obra del fotógrafo Jacinto Alonso, a pesar de ser un gran desconocido, tiene un enorme valor documental. Sus retratos muestran cómo era en realidad la sociedad lanzaroteña hace más de 100 años

El señor con bigote que mira con aparente desinterés es el propio Jacinto Alonso, que posa junto a una amiga. Sin duda, puede decirse que esta fotografía puede ser un primer ´selfie´ con el que sorprende a todos. JACINTO ALONSO

Mujeres enlutadas, serias, con el rostro ennegrecido y la mirada tímida, como si temieran que el hombre que hace el retrato pudiera obrar algún extraño sortilegio, y entonces su atrevimiento, el de salir en una fotografía con sus seres queridos, acabara por ser la peor de las pesadillas, el peor recuerdo. Los hombres aparecen con sus trajes de los días de fiesta, ocupan el centro de la imagen. Con sombrero, chaqueta y hasta corbatín. Eso sí, como ellas, mantienen esa idéntica mirada, entre huidiza y lastimera. Tal vez sólo se trata de la cara que se les quedó a todos ellos la primera vez que asumieron que tenían que ponerse delante de aquel extraño artilugio: una cámara con placas de vidrio.

Las imágenes que se han logrado recuperar del fotógrafo Jacinto Alonso resultan sencillamente maravillosas, apabullantes. No hay adjetivos con los que se pueda definir este hallazgo. Estas fotografías realizadas entre finales del siglo XIX y principios del XX tienen un enorme valor documental. Sirven para poner rostro y también para iluminar la realidad en blanco y negro de una sociedad lanzaroteña que durante esos años vivía inmersa en la miseria.

La isla que retrata Alonso es la tierra de los años ruines. La falta de agua se convierte en un problema tan grave como histórico. Los periodos de sequía se alargan en el tiempo como un mal agónico y sin aparente solución.

Poco más de 18.000 habitantes viven de una economía de subsistencia basada en la agricultura, la pesca y actividades tradicionales como las salinas o la recogida de la cochinilla. Esta situación obliga a gran parte de la población a emigrar hacia otras islas, sobre todo Gran Canaria y Tenerife, y también hacia el continente americano.

En Lanzarote impera un régimen caciquil y las élites de las islas centrales ejercen el predominio político en detrimento de las islas periféricas. La sociedad es mayoritariamente rural y analfabeta. La riqueza procede de la propiedad de la tierra y se la reparten muy pocas manos. La burguesía comercial comienza a desarrollarse en torno al puerto de Arrecife. Surgen las primeras sociedades recreativas y poco a poco se generaliza una mentalidad mercantilista. Aunque sólo una parte mínima de la población tiene acceso y puede disfrutar de estas mejoras. Campesinos y pescadores luchan con todos los integrantes de su familia por sobrevivir. No pueden aspirar a más. La sanidad y la educación mantienen enormes déficits.

Testigo de una época

La obra de Jacinto Alonso es un testimonio de primer orden del Lanzarote de finales del siglo XIX y principios del XX. No hubo clase social que se resistiera a su objetivo. Ante él posaron destacados representantes de la alta burguesía de Arrecife, reconocidos políticos, humildes campesinos, carpinteros, pescadores, retratados con sus trajes de los días de fiesta o con sus maltrechas indumentarias de diario.

La lista es amplia y permite bucear en la realidad de una época no tan lejana, pero que sí se percibe hoy como imágenes de otro mundo. Al mirar a esos lanzaroteños da la impresión de estar observando a una tribu de otro continente.

Sin embargo, como muestra la historia y certifican estas imágenes, los conejeros eran así. Su realidad era esa, y tampoco fue hace tanto. Entonces, las familias apenas tenían que comer, salvo batatas y pescado salado. El agua se guardaba como un tesoro, no se perdía ni una gota, en esto coincidían pobres y ricos. Aunque los que menos tenían incluso llegaban a reutilizar el agua que quedaba después de sancochar las papas.

Jacinto Alonso no es un fotógrafo desbocado, que apuesta por la inmediatez. En todas las instantáneas se aprecia una puesta en escena, una preparación previa. La mayoría de familias aparecen en el patio de su casa, en el lugar con más luz. Y coloca una manta o una tela para tapar parte del escenario. Como si los protagonistas tuvieran que posar en un particular photocall de hace más de 100 años.

En la curiosa fotografía que ilustra el inicio de este reportaje puede verse a ese hombre vestido con su mejor traje, junto a sus hijas, y en las manos sostiene las herramientas propias de su trabajo como carpintero: un gran serrucho, un cepillo y una escuadra.

Y así, retrato a retrato, este fotógrafo ambulante ofrece una visión global y clarificadora de aquella sociedad. Los señores aparecen con el cutis más blanco, seguramente no tienen que sufrir los rigores del sol abrasador durante jornadas interminables en el campo, siempre a la intemperie. La servidumbre tiene la cara ennegrecida, con los pies descalzos, anchos.

En una de las imágenes, que forman parte de la exposición sobre la obra de Jacinto Alonso que puede verse en la Casa Amarilla de Arrecife hasta finales de año, hay una fotografía bastante reveladora: en primer plano una señora bien vestida; delante de ella y sobre una silla, un lindo perrito blanco, y en una esquina, casi saliendo del plano, puede verse una sombra oscura, la silueta de una mujer que va sin zapatos, que trata de esconderse detrás de una cortina y que mira al fotógrafo entre la curiosidad y el miedo. El contraste entre la señora y su criada muestra la gran diferencia que existía en esos años. Como bien apunta la historiadora Arminda Arteta, "es que el perro está mucho mejor que la pobre criada".

Quién era Alonso

La biografía de Jacinto Alonso está llena de incógnitas. Nació en algún momento indeterminado entre 1877 y 1879, y residió durante gran parte de su juventud en Tinajo, por lo menos figura censado en ese municipio hasta el año 1903. Sus padres procedían de Arrecife y eran conocidos como los Quevedo por desenvolverse en un ambiente culto. Su tío fue pintor. En cuanto a la formación que recibió Jacinto Alonso es algo que se desconoce.

Para los investigadores de la obra de este ilustre fotógrafo, Miguel Ángel Martín y Mario Ferrer, no es descabellado pensar que mantuviera relación con alguno de los fotógrafos que recalaron en la isla a principios del siglo XX o que se formara en Gran Canaria, donde tenía familiares y contactos. Todas son hipótesis sin confirmar. Alonso demostró ser un hombre polifacético y con conocimientos, lo que sugiere una educación autodidacta.

Al igual que otros pioneros de la fotografía, como el francés Aquiles Heitz, que se instaló en Lanzarote en 1917, Jacinto Alonso fue un hombre habilidoso que desempeñó diversos y variados oficios: ejerció como carpintero, veterinario y dentista, practicó sangrados, reparó armas de fuego y recaudó impuestos. Durante décadas recorrió Lanzarote haciendo fotografías por encargo. Además de retratos familiares, aquellas personas que decidían emigrar solicitaban los servicios de Alonso para que sus padres se quedaran con algún buen recuerdo.

Algunas de sus imágenes se publicaron en la prensa española de principios del siglo XX. Fue un autor con mirada de escenógrafo, enemigo de la improvisación y diseñador de estudiadas composiciones teatrales.

Entre los objetos que mantenían guardados sus descendientes, y que han cedido al Cabildo de Lanzarote se encuentra un manual de fotografía y distintos y sorprendentes artilugios que van desde cámaras hasta aparatos extraños con los que practicaba el sangrado a los enfermos, una técnica médica que consiste en la extracción de sangre del paciente para el tratamiento de dolencias. Por extraño que parezca fue de uso muy común hasta bien entrado el siglo XIX, a pesar de los riesgos y de carecer casi siempre de efecto curativo. Tal y como aparece en las películas esta terapia también se podía realizar utilizando sanguijuelas.

Jacinto Alonso es un hombre multidisciplinar, dispuesto a probar todos los ámbitos, todas las ciencias. También se mostró como una persona abierta a entablar amistades variadas, de todas las clases sociales.

Al parecer, mantuvo una estrecha amistad con el médico José Molina Orosa, una figura central en la historia de la isla, que dedicó su vida a mejorar los servicios sanitarios de Lanzarote.

Rescate del olvido

Y a pesar de todo lo que hizo, ha sido muy complicado llenar los enormes agujeros que componían la vida de este fotógrafo de Tinajo. Sobre todo porque su obra permanecía en el olvido. Poco se sabía del rico patrimonio cultural que se escondía en sus negativos. Hasta que sus familiares aparecen con un increíble tesoro: una colección de placas de vidrio que documentan la historia reciente de la Isla, la historia de los peores años de Lanzarote.

Como señala Mario Ferrer, "el protagonista de la primera muestra de La Casa Amarilla, Jacinto Alonso también se hallaba algo perdido en la cueva del olvido histórico. Había estudios puntuales de autores como Francisca Perera, Francisco Hernández Delgado y María Dolores Rodríguez, pero era un completo desconocido para el público general, y había muchas lagunas por cubrir. Así que, durante meses, hubo que revisar archivos públicos y privados, consultar con historiadores y cronistas, hablar con descendientes y amigos de la familia, chequear bibliografía. El objetivo principal era dotar de más información a las fotografías de Jacinto Alonso, aunque el gran trasfondo consistía en averiguar cómo era posible que un carpintero y pequeño propietario de Tinajo hiciera esas fantásticas y sugerentes imágenes en una época tan complicada y pionera para Lanzarote".

Al final, lograron sacar de la cueva al hombre y a su obra. Haciendo visible aquellos negativos en vidrio, y con ellos la mejor muestra documental de una época. Para Ferrer, "sus imágenes demostraban que no estábamos ante un cazador casual de estampas, sino ante un autor que sabía, a pesar de lo prematuro del tiempo y lo remoto del lugar, que manejaba una técnica expresiva autónoma, con capacidades creativas y narrativas propias".

Técnica fotográfica

Los negativos que se han conservado de Alonso son placas de vidrio emulsionadas con gelatina, una técnica que surge en las últimas décadas del siglo XIX. De bordes regulares, las placas están cortadas de manera industrial y suponen un avance respecto a prácticas anteriores. Además permiten hacer copias de gran calidad sobre papel. Se emplearon hasta 1930 y hoy en día se usan para fotografía de gran precisión como la que se hace en astronomía.

Por su estratégica situación geográfica, los puertos de Canarias se convirtieron en escala obligada para todas aquellas embarcaciones que pretendían llegar hasta América, África o Asia. Y con ellos también arribaron al Archipiélago grupos teatrales, nuevas ideas, y muchos inventos, entre ellos, el primer ingenio fotográfico de la historia: el daguerrotipo. En 1839, sólo dos meses después de su presentación en París y a bordo de una fragata en viaje trasatlántico, llegó a Tenerife esta máquina, que permitía obtener imágenes sobre placas de cobre, vidrio o latón.

Años más tarde, este sistema mejora. Permite hacer copias en papel y se produce la expansión de los estudios fotográficos en Canarias.

Además de cartas de visita y retratos, los fotógrafos toman imágenes de paisajes naturales y costumbres. Comienzan a venderse las primeras postales turísticas para los visitantes extranjeros y la fotografía periodística da sus primeros pasos.

El primer estudio del que se tiene constancia en Lanzarote es el de Camilo González y se anuncia en 1861 en el periódico Crónica de Lanzarote. El lanzaroteño Ángel Vidal Bonilla hace retratos en un estudio que regenta en Las Palmas entre 1860 y 1876.

Durante el siglo XIX pasan por la isla de Lanzarote varios autores foráneos y la fotografía se consolida definitivamente a principios del siglo XX. Destaca el francés Aquiles Heitz, que instala su estudio en la calle Real de Arrecife. La influencia de Heitz es notable, sobre todo en la figura del escultor Pancho Lasso y en su hermana María, que acabará por ser el gran amor del fotógrafo francés, y que al fallecer Aquiles Heitz, será ella la que se encargará de seguir su legado haciendo retratos a una gran parte de lanzaroteños.

Acercarse estos días hasta la Casa Amarilla en Arrecife puede ser la ocasión perfecta para admirar la obra de un gran documentalista. Sin querer se puede entrar en ese túnel del tiempo, o en la cueva donde se escondían los grandes tesoros, y admirar, sin más, el pasado. Las caras, los gestos que retrata Jacinto Alonso forman parte de la historia de Lanzarote a la que hasta ahora no se le había puesto luz.

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