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La otra cara del Caudillo

Los negocios de Franco

Ángel Viñas afirma que el dictador amasó una fortuna con la Guerra Civil gracias a la venta de café regalado por Brasil o el donativo mensual de Telefónica

Ángel Viñas.

Francisco Franco, el hombre que presumía de austeridad espartana y mostraba poco apego por el dinero, tenía en agosto de 1940 la nada despreciable cifra de 34,30 millones de pesetas en sus cuentas, en gran medida aportados por simpatizantes que habían ofrecido sus carteras en la suscripción abierta para financiar la guerra que arrasó España. Unos 388 millones de euros a día de hoy. Así lo relata el historiador Ángel Viñas en La otra cara del Caudillo (Crítica), una obra que, a punto de cumplirse los 40 años de la muerte del dictador, ofrece una mirada ácida sobre los mitos que aún rodean su figura. Y lo hace bien documentado a la hora de exponer casos tan sorprendentes como el "donativo mensual" que le pagaba la compañía Telefónica. Nada menos que 10.000 pesetas (114.000 euros en 2010). Conviene recordar que, en ese momento, tenía como mayor accionista y acreedora a la estadounidense ITT.

Según Viñas, Franco, que tenía una nómina mensual en 1935 de 2.493 pesetas por su responsabilidad militar y de 50.000 cinco años después como Jefe del Estado, engordó en 1940 una de sus cuentas con 7,5 millones de pesetas, o sea, más o menos 85,6 millones de euros de 2010. El origen, según el historiador, la venta de café que había donado el también dictador brasileño Getúlio Vargas. "No veo la razón por la cual Vargas pudiese hacer un donativo a Franco a título personal, de dictador a dictador. Probablemente supondría que su homólogo no iba a beberse el café que pudiera obtenerse con 600 toneladas de granos. Entiendo, pues, que lo más probable es que fuese hecho implícitamente bien al pueblo o al Estado españoles", explica Viñas. No hay que olvidar que el café era uno de los productos más difíciles de conseguir en un país devastado por la guerra civil y que en las vías oscuras del estraperlo se cotizaba a precios astronómicos.

¿Como se pudo hacer semejante operación con el café? Sencillo, en palabras de Viñas. Siendo Francisco Franco Salgado-Araújo (primo del dictador) responsable de la Secretaría de Estado, el café llegó a la Comisaría de Abastecimientos y Transportes, organismo estatal dependiente del Ministerio de Industria y Comercio, para que fuera repartido a los gobiernos civiles para su venta en las respectivas provincias, según el precio público fijado por la administración de 12,48 pesetas por kilo. El historiador investigó y halló el importe total de la venta en el archivo del Palacio Real: 7,5 millones de pesetas recaudados, "exactamente el importe que figura en la relación de cuentas del Caudillo cerrada a 31 de agosto de 1940".

Viñas, que recuerda que "Franco tuvo siempre una inmensa capacidad de autoengaño, solo comparable a su cuasi patológica afición para que le 'hicieran la pelota' sin límite alguno", recibía donativos de todo tipo: fincas como el Pazo de Meirás o automóviles de lujo. Pero la Operación Café se lleva la palma en cuanto a ingreso en la versión de Viñas. Además, "revela un alto grado de secretismo por parte de Franco. Lo demostró en los momentos trascendentales de la guerra civil. Subsistió en la posguerra. El episodio cafetalero es tan trascendente en el plano histórico como en el meramente personal del deseo de acrecentar una fortuna en aquellos tiempos inseguros. Conviene subrayar esto porque es verosímil que el chorro de donativos que hicieron a Franco derechistas agradecidos pudiera haber disminuido en 1940". En definitiva, sostiene Viñas, "parece obvio que una parte de la fortuna del Caudillo se explica originariamente por 'donativos'. En otros casos como testimonio de agradecimiento de los capitalistas y propietarios de toda índole a quienes Franco sacó las castañas del fuego. No cabe olvidar, desde luego, el fervor de la clase media e incluso de gente humilde en arrebatos de patriotismo estimulados adecuadamente por una propaganda desbordante en favor de todos los sacrificios necesarios para la causa nacional. O incluso por miedo a no parecer lo suficientemente entusiastas".

Otro episodio extraño relacionado con una gran finca en la carretera de Extremadura de la que mucho se ha escrito, y en la que Viñas intenta aportar datos exhaustivos para tratar de entender su intrincada historia, tiene a la esposa de Franco, Carmen Polo, como coprotagonista. El 4 de octubre de 1951 se constituyó en Madrid una sociedad, Valdefuentes S.A. "Famosísima", subraya Viñas. Tres socios fundadores: otra sociedad (Parcelatoria Milla), José María Sanchiz Sancho, industrial casado con Enriqueta Bordiú, y un abogado llamado Luis Gómez Sanz. Tres días antes de su escrituración, sostiene Viñas, "el segundo socio en importancia, José María Sanchiz, había arrendado las tierras y aperos de labranza de la futura Valdefuentes S.A. sobre la base de un contrato privado. Mi sorpresa fue mayúscula al leer el nombre del arrendatario o para ser exactos, arrendataria: Carmen Polo Martínez-Valdés". El arrendamiento "se estableció por un período de ocho años, es decir, hasta el 31 de septiembre de 1959. Quizá se tratase de un regalo de Franco a su mujer en el XV aniversario de su proclamación como jefe del Estado. O no".

Seis meses más tarde el contrato privado de arrendamiento entre Sanchiz y Carmen Polo se elevó "a escritura pública sobre las cincuenta y cinco fincas que ya constituían el patrimonio de Valdefuentes S.A. Coincidió con el día de los Santos Inocentes de 1953. La señora estuvo asistida por su esposo, militar (según la escritura), quien le otorgó licencia para ello en el mismo acto". Carmen Polo, "que aparece en la escritura 'sin profesión especial', se obligaba a explotar y cultivar las fincas y fue habilitada para hacer todas las mejoras que estimase convenientes. Todas ellas quedarían, por supuesto, en beneficio exclusivo de Valdefuentes S.A. En román paladino, la propiedad no estaba a nombre de Franco ni de su esposa pero los beneficios que se extrajeran de la explotación de la finca irían a parar a esta última".

El 8 de abril de 1957 "una nota manuscrita en el expediente indica que la escritura original se entregó al abogado Gómez Sanz 'para hacer la agrupación de otras fincas'. Esto probablemente indica que Valdefuentes S.A., cuya propiedad continuaba todavía arrendada, había proseguido su camino triunfal. Franco se había convertido, por sociedad y esposa interpuestas, en un entusiasta practicante de la denominada 'concentración parcelaria'". Y ahora viene el lío: "El 1 de octubre de 1951 Carmen Polo no pudo haber hecho el contrato privado con Valdefuentes S.A. (como declaró el 28 de diciembre de 1953) en buena y debida forma. La razón es muy sencilla: esta sociedad mercantil no se constituyó hasta tres días más tarde".

Viñas apunta la posibilidad de que la declaración de Carmen Polo no fuese cierta, bien porque la fecha del arrendatario fuera errónea y posterior al 4 de octubre, bien porque no fuese cierta la existencia del arrendamiento, aunque lo invocó en 1954 para dar mayor fuerza jurídica a su ocupación de facto de las fincas de Valdefuentes". Primera irregularidad. Y una segunda: "Cuando se constituyó Valdefuentes S.A. ya estaba vigente la Ley de Sociedades Anónimas, a la cual "la sociedad no se atuvo". ¿Por qué el notario actuante cerró los ojos a la anomalía?

Viñas destaca que este caso de extraordinaria opacidad "muestra que Franco introdujo conscientemente a su esposa en el mecanismo de ingeniería jurídico-financiera en que se basó Valdefuentes S.A. Aquí, por mor de la escrituración, no podía zafarse de dejar documentada su aparición en un acto que le obligó, en cierta manera, a prescindir de la conveniencia de poder refugiarse tras testaferros".

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