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Protagonistas de la cocina tradicional canaria (12) Concepción Trujillo Jara

Las delicias de Conchita, la de Arure

Nadie prepara el potaje de berros como Conchita, la de Arure, ni esos postres típicos de La Gomera. Sus recetas se hicieron tan populares que las guaguas de extranjeros se paraban en su bar para probar estas delicias. Ya jubilada, aún sigue recibiendo postales de algún turista que no ha podido olvidar su comida

La receta de las torrijas con queso se la enseñó su abuela Isabel. Se acompañan con miel de palma.

Conchita habla con parsimonia, con la delicadeza de quien sabe lo importante que es escuchar al vecino y entretenerse en una charla amena hasta que las campanas de la iglesia de nuestra señora de la Salud recuerden que hay que volver a casa. En Arure la gente se conoce por los nombres, sabe cómo apodan a su familia, cuántos quedan, dónde trabajan y hasta los males que aquejan a los mayores de cualquier casa. Por eso nadie se extraña cuando ven caminar por la carretera a Clarita, con su inseparable bastón y ese andar pausado. A sus 101 años, Clarita nunca ha estado en un hospital, y cada vez que puede cuenta, a quien quiera escuchar, los secretos de su buena salud. Preocupados por ella, cualquier vecino nada más verla aparecer por el primer recoveco del camino siempre le dan el mismo consejo: "Cuando vea algún coche, usted se desarrima de la carretera, ya lo sabe Clarita". Y ella sigue en su lento ir y venir por las calles empinadas de Arure.

Conchita Trujillo Jara se siente una mujer privilegiada. Por tener los padres que ha tenido y por vivir en La Gomera. En medio de la naturaleza, con barrancos por los que corre el agua limpia, y en cuyas orillas nacen los berros frescos que cogen para hacer uno de los platos más típicos de la isla: su famoso potaje.

Sus padres, José Trujillo y Margarita Jara tenían una tienda de esas de aceite, vinagre y gofio. El lugar ideal para conocer un poco más a los vecinos y descubrir que a la pequeña de la casa se le daba muy bien hablar con la gente, "me encanta, y si puedo ayudar en algo, mejor". Poco a poco, viendo a su madre cómo cocinaba y a su abuela Isabel, empezó a meterse cada vez más en la cocina hasta que ya sola decidió dar su toque personal a los potajes, a las carnes y a los postres.

Sus padres emigraron a Venezuela en busca de una vida mejor para la familia, y ella, con 18 años, ya casada y con hijos, opta por quedarse al frente de aquella pequeña tienda confiando en salir adelante.

Por La Gomera comenzaban a llegar los primeros turistas, algo despistados se paraban siempre en Arure en busca de información y de algún buen lugar para comer. Conchita se lanza y transforma aquella pequeña venta en la entrada del pueblo en un bar. El aroma de los calderos del potaje de berros se convirtió en una atracción para todos los visitantes. Las guaguas comenzaron a hacer su parada en esta casa de comidas. No sólo recibían un excelente menú sino también el buen trato de esta mujer afable. "Fíjate, la gente se quedaba tan contenta, que he recibido muchas cartas desde el extranjero, dándome las gracias. Ponían para Conchita de Arure, y el cartero me las traía a casa".

Premio Canarias

En el 2008 recibió la Medalla de Oro de la Comunidad Autónoma en reconocimiento a su buen hacer y su amabilidad. Su establecimiento llegó a convertirse en una referencia culinaria en la isla de La Gomera y, por extensión, en toda Canarias.

Desde que en 1970 abrió el restaurante Conchita, esta mujer no paró de preparar ricas y variadas recetas de la comida tradicional canaria, y en la que no faltó el almogrote, la torta de cuajada con miel de palma, o sus torrijas de queso tierno.

Una de las peculiaridades del bar de Conchita es que al pedir el potaje de berros no te ponía un plato: en la mesa de los comensales colocaban un buen caldero humeante, junto a un tazón repleto de gofio. Esto permitía que el cliente pudiera servirse varias veces, y así salía del local reconfortado. Sobre todo en invierno, cuando las brumas aparecen por lo alto de las montañas y apetece algo caliente, degustar este rico potaje resultaba un manjar de dioses. Lograba atajar el frío de raíz.

Conchita recuerda el acto de entrega de la medalla de oro con orgullo, y mucha alegría: "Fue muy bonito, nos la entregaron en Las Palmas de Gran Canaria, en el auditorio Alfredo Kraus, y creo que la gente me mostró un cariño sincero, eso fue la impresión que yo tuve".

Hace unos años que ya se ha jubilado, aunque el restaurante Conchita sigue abierto, pero en otras manos. Ella sigue ahí, en su casa de siempre, de toda la vida. Con más tiempo para dedicar a sus hijos y a su madre Margarita, "que ya tiene 88 años, y ahora está muy bien. Sobre todo estoy feliz porque tiene muy bien su cabeza".

Apasionada de su pueblo, no se cansa de colaborar con los vecinos en las fiestas y de obsequiar de vez cuando con sus ricas torrijas. "Hay amigas que me dicen: pero qué le pones, que no me quedan tan ricas como a ti".

Es la magia de la cocina, que permite a unos, con los mismos ingredientes, hacer delicias y otros deben conformase con unos simples bocados que no pasarán a la historia.

En esta serie sobre la cocina tradicional de Canarias se pretendía que Conchita desvelara los secretos de su potaje de berros, pero ella explicó que para hacer bien esta receta, como ella la hace, se debe contar con un ingrediente básico: unos buenos berros frescos, "si son de los barrancos de La Gomera mejor". Además, dijo que prefería ofrecer una receta mucho más familiar y fácil de hacer: sus torrijas de queso tierno, "creo que así, sólo he visto que las haga mi abuela, y están tan buenas, que la gente que las haga ya me verá que ha valido la pena".

Ante el argumento de Conchita, la de Arure, habrá que tratar de hacer este magnífico postre, que nació de la buena mano de la abuela Isabel, una desconocida estrella de la cocina de La Gomera.

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