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El entrañable Juanito 'el cojo'

Cada vez que llegaban las fiestas de la capital, los vecinos se ponían de acuerdo para bañarlo y ponerle ropa nueva

Juanito. BIBLIOTECA DE PUERTO

Juan Rodríguez Curbelo, más conocido como Juanito el cojo, fue una de esas figuras entrañables que forman parte de la memoria colectiva de los vecinos de Puerto. Sólo se llegó a saber de él que había nacido en algún lugar de Gran Canaria en 1918, y que en la década de los cuarenta apareció por las calles de Puerto Cabras, arrastrando una pierna y siempre apoyado en un bastón. En memoria de este grato personaje existe una calle que lleva su nombre.

En cierta medida, Juanito y sus paseos, sus idas y venidas por Puerto del Rosario resultaban tan cotidianos, tan familiares, que con él, con su ausencia, se fue también una parte de la ciudad.

Los que llegaron a conocerlo lo recuerdan como una persona afable, de risa fácil. Dicen que era un hombre delgado, bajito, con la boina calada hasta las orejas y que siempre sonreía a la gente. Con una vieja guitarra canturreaba canciones y a las mujeres que pasaban a su lado les decía: "Maruca de mi vida, Maruca de mi corazón". En esto no hacía distinciones.

Juanito fue pescador, latonero y amante de la fiesta. Y para ganarse la vida, la gente solía encargarle que fuera a la marea a limpiar el pescado. Así, entre unos y otros, Juanito subsistía en ese duérmela de un viejo lobo de mar que decidió quedar varado en Puerto.

Por las noches se refugiaba en un pequeño cuarto que le habían cedido en el barrio del Charco. Y cuando llegaban las fiestas de la capital, los vecinos se ponían de acuerdo para lavarlo bien, y ponerle ropa limpia. Entonces, la cara morena de Juanito, el cojo brillaba como nueva.

La presencia de este hombre por las calles del centro de la ciudad, siempre con un cigarrillo entre los labios, se convirtió en una constante. Sin él, casi no se entendía la realidad de la capital majorera, sobre todo cuando se organizaba una fiesta y la voz profunda y ronca de Juanito se hacía notar.

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