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Los hermanos Cabrera

Los hermanos Cabrera, sentados a la puerta de su casa. J. S.

Andrés y José Antonio Cabrera suelen pasar la tarde sentados a la puerta de su casa. Al fresco, uno junto al otro, mirando a todo aquel que pasa. La mayoría de las veces apenas se hablan, prefieren estar así, callados. Tal vez se conocen tanto que ya nada suena a nuevo. Estos dos hermanos portuarios trabajaron toda su vida como estibadores en el muelle de Puerto del Rosario.

Entonces, Fuerteventura exportaba cal, y ellos eran los encargados de meter, pala a pala, todos los kilos que llegaban al muelle en carretas y camiones.

Los hornos de cal sacaron del hambre a muchas familias de la Isla. Fue un trabajo duro, y a ellos les tocó colaborar en la última parte: cuando la carga llegaba dispuesta para llenar las bodegas y partir rumbo a otros puertos de las islas.

Los hermanos Cabrera podrían pasar horas, días, hablando del muelle, de la carga y descarga, pero dicen que no. Acabaron tan cansados que ahora hasta hablar de esos años les resulta tedioso. "Se pasaron muchos trabajitos", dicen en voz baja.

Andrés recuerda que cuando entró en el muelle "tendría 16 años, y como tenía las manos pequeñas me ponían ahí, a sacar los últimos restos de la cal".

Cuando José Antonio Cabrera y su hermano Andrés eran pequeños, Puerto tenía poco que ver con la silueta que ofrece ahora. Sólo había un par de tiendas, las de los Castañeyra, que tenían de todo: desde zapatos, a velas y comestibles, a la de los Peñate. También estaba la tienda de Tomasita, una de esas antiguas ventas de aceite y vinagre.

Sin duda, una de las familias más importantes y adineradas fueron los Castañeyra. Y entre todos destacó don Ramón, amigo de Unamuno y gran impulsor de la cultura local. Como muestra de la riqueza de esta larga estirpe sólo hay que visitar la casa que se mantiene en el centro de Puerto, y en la que vive Encarna Castañeyra, una figura destacada de la historia reciente de la isla.

En la capital majorera, los habitantes se dividían en dos: la ma-yor parte de la población que subsistía con muy poco, y la pujante burguesía que controlaba y to-maba las decisiones, además de los militares que se habían instalado en la Isla. Los Cabrera siempre han formado parte de la mayoría, de los esforzados, de los luchadores, de los que no han dejado de batallar.

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