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Memorias

Martín Ramos, un rostro televisivo

"Cuando llegamos al Ayuntamiento de Santa Brígida la Policía Local era el ejército de Pancho Villa"

Martín Ramos, un rostro televisivo

José (Pepe para los amigos) Martín Ramos, el rostro más conocido de Televisión Española en Canarias durante écadas, nació el 1 de noviembre de 1950 en Portada Verde (Santa Brígida), pero ahí solo estuvo hasta los seis meses. Muy pronto la familia se fue a vivir entre La Atalaya y el campo de golf de Bandama, que es donde ha residido toda la vida. Sus padres hicieron allí su casa en los terrenos que tenían y se fueron a vivir allí, de donde él no se ha movido nunca. Ahora está viviendo una segunda vida tras haber sido trasplantado recientemente de corazón con éxito.

Es el cuarto de cinco hermanos. "Andrés fue director de Sovhispan (la consignataria de buques hispano-soviética) durante veinte años y habla ruso. Trabajó en África y estuvo de plantilla en Diario de Las Palmas. Luego, uno mayor que yo murió de cáncer en quince días. Después está el mayor, que va a cumplir 80 años, y mi hermana".

Su padre era albañil pero con el tiempo se hizo constructor. "Era un buen albañil y lo llamaban para hacer casas, pero al final se jubiló como contratista con sus empleados. Era de Santa Brígida de toda la vida y mi madre era de la Vega de Río Palma, de Fuerteventura. Vino a Gran Canaria y conoció a mi padre".

La Atalaya y el atletismo. Su padre y su madre se habían casado en primeras nupcias antes de conocerse. "Tanto mi padre como mi madre quedaron viudos. Mi madre vino desde Fuerteventura con sus hermanos y se quedó porque encontró trabajo. Aquí se conocieron y se casaron. De padre y madre solo somos hermanos Andrés, que es el pequeño, y yo, que soy el penúltimo. Los anteriores son hermanos de madre. Mi madre se dedicaba a sus labores: agricultura, ganadería y los hijos".

Construyó a la orilla de la carretera, pegado al grupo escolar de La Atalaya. "Mi padre donó unos terrenos para que se hiciera allí un grupo escolar en la misma carretera que va desde La Atalaya al campo de golf, en un sitio que llaman El Raso. Allí me establecí y de allí no me moví. Estoy vinculado a La Atalaya de toda la vida".

Cuando pequeño, en el colegio donde su padre donó el solar, vino a dar clases José Manuel Illera de la Mora, el segundo maestro que tuvo y que posteriormente dio nombre al centro escolar de la zona. "Yo inauguré ese colegio junto a otros 40 alumnos. De ahí pasé al instituto Tomás Morales, a la escuela de maestría y a la escuela de peritos".

"Juan Jiménez Martín, que murió el otro día, me metió el gusanillo del atletismo cuando estaba en la escuela de peritos y me convertí en campeón de Canarias y de España en atletismo: campeón de 1.500, de cross, en los campeonatos de España de cross en los montes de Valorio, de todo. Ahí están las hemerotecas y las crónicas de la época. En mi condición de atleta llevé la antorcha por el Club Atlético Universitario, que lo fundó Juan Jiménez Martín. Cuando pasó por aquí la llama olímpica para las olimpiadas de México yo llevé la antorcha desde San Cristóbal para entregársela a Carmelo Cabrera (baloncestista canario internacional) en el López Socas".

"En todo ese ínterin se puso en marcha el colegio con el maestro Illera, que fue un auténtico protagonista en ayudar a la gente. Se integró en el pueblo y colaboró mucho. Por eso el colegio lleva su nombre. Su hija, que es profesora también, fue compañera mía de curso, donde solo había una niña. Ella y yo, que nos sentábamos en primera fila, somos los dos únicos que salimos adelante en los estudios. El resto se ha dedicado a otra cosa: fontanero, albañil, electricista...".

"En aquella época se fomentó un poco lo que era el campo de golf, que fue una especie de golosina para los chiquillos. Terminabas en clase o te fugabas e ibas al futbolín o al campo de golf. Allí le llevabas la bolsa a aquellos caballeros y te daban cinco o diez duros, que entonces era una fortuna para un niño. Con el pantalón corto llegabas con cinco duros a la calle Colmenares y estabas jugando al futbolín un año".

Inicio en el periodismo. "En esa época LA PROVINCIA me reclama a través de Antonio Lemus y Rafael González Morera para que empezara a hacer las referencias e informaciones de atletismo y golf. Entonces Antonio Ayala, el padre de Marisol, Alfredo y Antonio, estaba de jefe de Deportes en El Eco de Canarias. Los colaboradores de LA PROVINCIA y de El Eco parábamos todos por allí. El Eco era un coto más cerrado. Allí estaban Casado Crespo, García Torres, Vicente Martínez? Yo era un pollillo y en medio de aquel bosque era la hostia".

"Pues nada, un día dice Antonio Ayala, nos dice a Cristóbal Rodríguez y a mí: coño, ¿por qué no se vienen a El Eco, que igual los hacen de plantilla porque esta es una empresa que está buscando gente como ayudantes de redacción? Cristóbal llevaba la coordinación con los pueblos y luego lo hice yo".

"Entonces me fui a El Eco pensando que los ángeles existían, pero lo primero que hizo Pío Gómez Nisa, el director, cuando tuvo el primer encontronazo conmigo, fue mandarme al aeropuerto para que me aburriera. Yo iba a Gando para ver si llegaba alguien importante. El castigo era por no cumplir determinadas indicaciones. Yo era un chico joven, con el pelo largo, que no creía en los peces de colores".

"Nadie quería ir al aeropuerto porque era aburrido. Tenía que ir por la mañana por si venía alguien. A Pedro González Sosa, que estaba en El Eco y en Radio Nacional, no le interesaba ir al aeropuerto para ver quién venía en los vuelos de la tarde. Siempre ha sido un vivo de cojones. Entonces a mí me tocaba el de la mañana y el de la noche, daba igual. Ese era el castigo por no someterme".

"Antonio Ayala y García Torres eran los que llevaban los rollos de los cabarés y a cambio de publicidad les hacían entrevistas a las 'artistas' en el periódico. Se cabrearon conmigo y me mandaron al aeropuerto. Yo ya era de plantilla y ya no podían joderme más".

"Antonio Ayala se murió y un compañero se ofreció a cubrir su puesto cuando aún no estaba enterrado. Yo ya me quedé en El Eco, donde me mandaban a hacer reportajes. Cubrí el caso de Eufemiano Fuentes. Yo tenía ventaja porque era amigo de la hija Teresita y del yerno, Carlos de la Torre, el mexicano, por el golf. Vivían en Santa Brígida y era el único al que dejaban entrar en la casa porque todos los demás periodistas tenían que esperar en Las Grutas de Artiles los comunicados de la familia".

El caso Eufemiano Fuentes. "También en El Eco entrevisté a Roberto Victoriano, el hermano de El Rubio que desapareció, que era el que me informaba. Conocí el rollo que se traía el inspector de policía Ledesma con Teresita, con la que tuvo una chiquilla. También cuando el otro policía, Carballo, se tiró a la hermana de El Rubio y lo echaron de la policía. Sagaseta fue el abogado. Ella estaba detenida, la sacó, la llevó a la casa y la violó. Luego mataron a otro policía en las plataneras y le echaron la culpa a El Rubio, cuando no fue así. Murió por los disparos de otro policía. El Rubio no iba a estar esperando allí detrás de una platanera para pegarle un tiro. Es absurdo".

"El caso de Eufemiano Fuentes sigue siendo un misterio sin resolver, digan lo que digan. Y seguí luego el juicio. Tuve la suerte de empezar con el secuestro y acabar con el juicio, el primer juicio que se celebró a El Rubio. Cuando éste se entrega hay una anécdota cojonuda. La magistrada que está de guardia, María, que era amiga mía, me llama para preguntarme. Me dice que tenía allí a un tal Ángel Cabrera que dice que es El Rubio. La juez llamó directamente a Eligio Hernández, que era delegado del Gobierno".

"En El Eco lo mío eran los reportajes, sobre todo cosas de pueblos. Cuando terminé con los pueblos y me levantaron el castigo, Paco Lara, que era un tío cojonudo y cercano, me encargó cosas más interesantes. Allí estábamos Santiago Betancort Brito y Julio Rodríguez, ambos fallecidos jóvenes. Santiago escribía sobre lucha canaria. Cristóbal, que escribía de puta madre, hacía los pueblos. Él me pasó los pueblos y yo a su vez se los pasé a López Galán".

Hacía reportajes en El Eco hasta que Radio Nacional de España necesitó un periodista. "Pedro González Sosa era un soberbio y tuvo unos problemas con el director de Radio Nacional en Tenerife, donde estaba la sede regional. Aquí solo había una delegación, que era un tío que tenía un magnetofón, que además era suyo. Ibas a Televisión Española, donde tenías una línea microfónica y mandabas la crónica. Hacías un resumen que copiabas de los periódicos y lo mandabas. Con el tiempo me enteré que por eso pagaban y lo cobraba Pedro González Sosa".

"Llega un momento en el que Pedro plantea que lo tienen que hacer delegado o se va. El de Tenerife le dijo: pues se va. Entonces me recomendó a mí, que estaba colaborando, que hiciera las crónicas porque las iba a sacar fácilmente. Entonces me nombró el primer delegado de RNE. Solo queda un tío de la red de corresponsales de RNE de esa época, Gerardo Jorge Machín, de Fuerteventura, y estos capullos se han olvidado de él, a pesar de ser el único que vive. El de El Hierro, José Padrón Machín; Domingo Acosta Pérez, de La Palma; Rafael Ángel Domínguez, de Lanzarote? toda esa gente ha muerto. El único que vive es Gerardo y el tipo está de puta madre. Me llamaba a Madrid al hospital a interesarse por mi estado cuando esperaba por el trasplante".

(Mañana, segunda entrega)

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