La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Don Rafael, primer maestro canario en Smara

En Gran Canaria ganaba 700 pesetas y en Smara percibe como primer sueldo más de 6.000 pesetas

Don Rafael, primer maestro canario en Smara

La vida de este maestro de escuela canario guarda un gran parecido con la de aquellos viejos exploradores que se lanzaban en busca de tesoros escondidos o paraísos aún por descubrir. Hasta en la vestimenta, con la que aparece en esta vieja fotografía junto al chófer que lo acompaña en sus excursiones por el Sáhara más profundo, Rafael González podría llegar a ser confundido con un famoso aventurero y descubridor inglés. Pero no, su tarea en el Sáhara tuvo que ver sobre todo con dar oportunidades a los jóvenes Sáharauis, formarlos y también tratar de que aquellos niños tuvieran, como los demás, comida y ropa con la que abrigarse en aquellas noches frías, habituales en esta parte de África.

Para llegar a Smara desde el Aaiún se tardaba en jeep unas 13 horas de duro traqueteo. Vivir en este territorio del interior del Sáhara resultaba a finales de los años cincuenta una experiencia difícil de sobrellevar.

Rafael González Rodríguez, un experimentado maestro de Agüimes no quiso perder la oportunidad que se le brindaba, y primero solo, años después con su familia, decide dejar su tranquila vida en Gran Canaria y trasladarse a Smara como primer maestro de escuela de la zona.

Llega en 1958, entonces en aquel lejano territorio sólo hay militares. Como civiles únicamente se cuenta con otro maestro y el practicante, que la mayor parte del tiempo tiene que hacer las veces de médico. El doctor sólo visitaba esta población una vez al mes. Lo mejor para aquellos civiles que tienen que trabajar en tan duras condiciones es el salario que perciben. Rafael ganaba como maestro en Gran Canaria 700 pesetas, y el primer sueldo que recibe en el Sáhara supera las 6.000 pesetas. Su mujer, en Las Palmas de Gran Canaria, no acaba de creerse todo lo que le envía su marido.

Al principio de su estancia en Smara cree recomendable que su familia permanezca en Canarias, en aquella localidad ni siquiera los militares se llevaban a sus mujeres.

Rafael no sólo da clases a los niños saharauis, también se preocupa de alimentarlos y además se convierte en el alcalde de Smara, un cargo que va a desempeñar desde su llegada hasta el año 68 en el que se traslada a El Aaiún.

En 1964, por fin puede traerse a su mujer y a sus dos hijos pequeños, Beni y Antonio, de 7 y 8 años. Las chicas mayores, dos adolescentes, deben quedarse internas en las Dominicas de Teror. Entonces no se recomendaba que mujeres jóvenes solteras estuvieran en esos territorios. Beni recuerda aquellos años en Smara con cariño, con mucha melancolía, "apenas éramos diez familias, pero lo pasé muy bien".

Su madre también se encargaba de ayudar a las mujeres saharauis cuando daban a luz: "A ella le gustaba hacerle la canastilla, para que cuando naciera el niño tuvieran ropa que ponerle, y mi padre estaba obsesionado con alimentarlos, siempre decía que sin comer, aquellos chicos no podían aprender nada".

Director del colegio La paz

En el año 1968 trasladan a la familia a El Aaiún, y su padre se convierte en el director del colegio La Paz, el centro escolar más importante de la ciudad y en el que imparten docencia 40 maestros.

Beni reconoce que a partir de entonces la vida cambia mucho. Aquella localidad tenía de todo, "había tiendas, cine, farmacia, estaba el Casino, teníamos una piscina", y sus hermanas pueden venir, en El Aaiún también se contaba con un instituto.

Su padre sigue siendo un referente para sus alumnos saharauis. Los que logran hacer estudios superiores siempre van por su casa para darles las gracias y comentar lo bien que les va.

Estos años fueron para esta familia procedente de Agüimes muy especiales. "Nos fuimos llorando de Smara y también del Aaiún". Aquel territorio se convirtió para muchos canarios en una gran familia. Casi todos se conocían y quedaban para verse y charlar. Ayudaba mucho la buena situación económica, "a nosotros, cuando nos íbamos de vacaciones, a cualquier punto de España, también le daban a mi padre el dinero para los billetes de avión".

Después, en los setenta, comienzan los primeros alborotos, hasta que en el año 1975, "el 11 de noviembre, me acuerdo perfectamente -señala Beni- vienen a buscarme al instituto y a mi hermana al centro de salud, y nos dejan en el aeropuerto, sólo llevábamos una maleta con nuestras cosas".

Para sus padres fueron unos días difíciles, su madre tratando de no dejar solo a su marido, y él, sabiendo que ya nunca más regresaría al Sáhara.

Beni González vive desde hace años en Lanzarote, en una casa pintada de blanco en Costa Teguise, y por fuera de la vivienda hay un pequeño letrero que pone Smara, un guiño natural para una familia que sigue teniendo aquel desierto en el corazón.

Rafael González Rodríguez regresó a Gran Canaria, y volvió a trabajar en Educación, esta vez como inspector. Seguramente sin poder olvidar sus años como primer maestro de Smara.

Compartir el artículo

stats