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Necesitamos inmigrantes

Varias ediciones de telediario abrieron con la noticia de que España es ahora el país de Europa con la esperanza de vida más larga

Necesitamos inmigrantes

Varias ediciones de telediario abrieron con la noticia de que España es ahora el país de Europa con la esperanza de vida más larga y el segundo del mundo. Un triunfalismo que se matiza con una advertencia: quizá esto no vaya a ser así en el futuro porque la alta frecuencia de obesidad infantil es una amenaza a la salud. Para entenderlo conviene explicar brevemente cómo se hacen estas predicciones. El cálculo de la expectativa de vida del año 2014 se basa en la mortalidad ocurrida ese año a las diferentes edades, de manera que se supone que el bebé que nace ese año, a los 60 tendrá el mismo riesgo de muerte que las personas de esa edad en 2014. Pero como se pueden imaginar, la vida y la tecnología médica que experimentarán cada uno serán muy diferentes. Los expertos calculan que la mortalidad mejorará en un 0,71% por año, que acumulado puede incrementar la vida en varios años. Pero si como otros piensan, la obesidad se constituye en un problema, quizá esa ganancia se transforme en pérdida. Los que en España tienen ahora 80 años vivieron la posguerra, tuvieron una alimentación que por escasa fue saludable, y aunque en plena expansión industrial, las exigencias físicas de la vida y el trabajo eran mayores. Pero fumaban más y quizá sufrieran más riesgos laborales. Cuánto van a vivir los nacidos ahora interesa mucho a la Seguridad Social porque ellos serán receptores de sus servicios. No le sirve las expectativas de vida calculadas sin corrección.

Con la demografía podemos explorar las posibilidades de supervivencia de una comunidad o de la especie en conjunto. Es de suma importancia. En China el crecimiento demográfico excesivo obligó a las autoridades a imponer una restricción: un solo hijo por pareja. Esta política produjo un descenso demasiado acusado de la natalidad que amenaza la supervivencia de esa comunidad más aún cuando se practicó el aborto selectivo de las niñas, con lo cual hay pocos vientres. Han levantado la restricción, la cuestión es si funcionará. Porque si uno mira las estadísticas observa que el descenso en la fecundidad, calculada como número de hijos por mujer en edad fértil, ya había empezado a descender antes de esa imposición y no se observa que ella lo haya acelerado. La mujer, o la pareja, elige el número de hijos en función de unos condicionamientos sociales, el más importante el acceso al trabajo de la mujer, en segundo lugar la educación y el bienestar social. La religión puede influir, pero no tanto como se puede comprobar por la experiencia de España.

Aquí cuando mejoraron las condiciones de vida se redujo la natalidad a pesar de la política franquista en contra de su control. No fue por el acceso al trabajo de la mujer, el menor de Europa. Se podría explicar por el descenso en la mortalidad infantil, la restricción del trabajo antes de los 16 años y por el acceso a la educación. Un hijo ya no traía un pan bajo el brazo sino un gasto. El problema es que la baja natalidad pone en peligro la supervivencia de la población como tal.

Los demógrafos nos dicen que para mantener una demografía sana es necesario que cada mujer fértil tenga 2,1 hijos. Pero ¿qué ocurre cuando la pirámide de población está estrangulada en la base? Supongamos que en los próximos años se cumple esa norma, con el índice de fecundidad más bajo de la historia, ¿compensaría la falta de nacimientos? Sin hacer cálculos precisos, la impresión es que no.

Está claro que la reposición de vientres es insuficiente: tener dos hijos a lo largo de su vida reproductiva no compensará el exceso de mortalidad que acumularán los que ahora tienen 40, 50, 60 o 70 años. Esa magra cohorte de adultos tendrá sobre sus espaldas el sostenimiento de la cada vez más numerosa población de ancianos y a la más nutrida prole si realmente aumenta la natalidad: la tasa de dependencia será insostenible.

La demografía es un problema importante de salud pública no siempre bien estudiado por esta disciplina. Es la salud de la co- munidad como tal. Creo que los dos problemas más importantes que encara nuestra sociedad son el cambio climático y la crisis demográfica. Para lo segundo solo veo una solución: la acogida de inmigrantes. Una necesidad, una actitud egoísta, que en este momento se convierte en una virtud: la solidaridad.

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