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historia

La bisnieta bastarda de Carlos V en la calle Triana

Clara Eugenia, hija de la abadesa María Ana y nieta de don Juan de Austria, y sus desventuras en la ciudad de Las Palmas

La abadesa María de Austria.

La exitosa serie televisiva sobre la vida de Carlos V, que se está emitiendo los lunes por una popular cadena de ámbito nacional, y que pretende que tenga la misma celebridad que la anterior, Isabel de Castilla, debería de narrar en sus capítulos las adversidades de una rama ilegitima del emperador que vivió sus aventuras y sinsabores en nuestra ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.

Carlos I de España y V de Alemania, aparte de conquistar estados, ducados y reinos del Sacro Imperio Romano, también adquirió fama como conquistador de mozas y doncellas. Al menos debió de ejercer la prerrogativa de pernada de los soberanos y extendió por sus vastos dominios ilegítima descendencia.

En Bárbara Blomberg engendró en Ratisbona, Alemania, en febrero de 1547 al entonces llamado Jerónimo, que será andando el tiempo el Don Juan de Austria de la Historia, el vencedor de la batalla de Lepanto contra los turcos en octubre de 1571, que fue la hazaña que dio gloria a los estados de su padre y la victoria de sus galeras le transformaron en el más brillante héroe de la vieja Europa.

Al atractivo y joven don Juan también le atribuyen numerosas aventuras amorosas. Una de sus amistades más íntimas fue con la princesa de Éboli, lo que le permitió tener relaciones carnales con su parienta María de Mendoza, noble dama castellana procedente, a su vez, de una rama bastarda de los condes de Priego. La damisela de joven había pertenecido al séquito de la princesa Juana, la que pasará a la historia como gobernadora de los reinos mientras duró la ausencia de su hermano Felipe II, el cual había ido a Inglaterra para casarse con María Tudor.

De los escarceos amorosos de don Juan, doña María quedó en estado de buena esperanza. Al quedarse preñada, se retiró de la vida cortesana en la localidad de Pastrana para no levantar sospechas, con la excusa de estar enferma y débil y así poder dar a luz entre julio y octubre de 1568 a su hija en casa de su deuda la citada princesa tuerta. Dos días después del parto de la criatura, la niña fue entregada a doña Magdalena de Ulloa para ser educada en secreto durante siete años. Poco después del natalicio se entera Felipe II de la existencia de esta sobrina, le autoriza que lleve el apellido de Austria y ordena que quedara enclaustrada de por vida en el convento de Madrigal de las Altas Torres.

A pesar de este regalo envenenado, porque las ilegítimas de la Casa Imperial estaban condenadas a ingresar desde tierna edad en los monasterios para que profesaran, teniendo o no vocación, la inocente criatura tiene que emprender este triste destino para purgar en las lúgubres celdas conventuales la debilidad de sus biológicos padres.

Con el nombre de Ana de Jesús de Austria profesa el 12 de noviembre de 1589 en el Monasterio de Nuestra Señora de Gracia el Real de la Villa de Madrigal, de la Orden de San Agustín. Poco después, la joven religiosa, que acababa de cumplir los 20 años de edad, recibe a un desconocido que insiste en visitarla. Tras muchas audiencias y solicitudes obtiene la licencia. Primero la visita se hace en la sala principal del convento con la presencia de otras religiosas. El incógnito visitante le confiere a la monja que es su primo, y ésta fue poco a poco convenciéndose del parentesco.

Tras varias visitas, la hija ilegitima de don Juan se siente atraída por aquel embaucador, que se había introducido en el monasterio con el nombre de Gabriel Espinosa y que le fue presentado por el confesor portugués de la monja, fray Miguel de los Santos.

Fascinada sor Ana de Jesús con el visitante, al confesarle el impostor que era el rey Sebastián de Portugal, aprovechando un sorprendente parecido físico con el misterioso monarca, alegando el impresentable personaje que se hizo desaparecer en la batalla africana de Alcazarquivil en 1678, y que gracias a un grupo de portugueses supervivientes llegó camuflado a Arcila buscando refugio, desde donde fue pasando a otros lugares. Incluso hay leyendas fantasiosas que lo hacen escondido en nuestra fortaleza sureña del Castillo del Romeral.

La desaparición del joven rey portugués de 26 años, sin haber alcanzado descendencia, provocó que su trono fuese ocupado por su tío-abuelo Enrique I, cuya muerte, también sin herederos en enero de 1580, abrió la crisis sucesoria que desembocaría en la cesión de la corona portuguesa. Este fue el momento de la visita del farsante a la religiosa. Y con la complicidad de fray Miguel de los Santos, quien aseguraba que don Sebastián iba a retomar la corona perdida, la beata queda deslumbrada por la esperanza de convertirse en reina de Portugal y abandonar un estado para el que no sentía vocación. La monja también había quedado encinta entre aquellos muros conventuales de su triste cautiverio. Estos acontecimientos involucraron a ambos en una conspiración contra el rey Felipe II, tío de la religiosa, por lo que desarticulada la trama, Espinosa, que en su camuflaje se había presentado como pastelero, es condenado en 1595, ahorcado, decapitado y descuartizado, y sus restos expuestos en las entradas de la villa de Madrigal, y fray Miguel es ahorcado en la Plaza Mayor de Madrid. Doña Ana de Austria, es desposeída de sus privilegios, fue recluida en estricta clausura en el Convento de Nuestra Señora de Gracia de Ávila. En este monasterio nació el fruto de aquellas secretas relaciones en 1590, cuya criatura recibirá, una vez que su madre fue perdonada por su primo Felipe III años después, el nombre de Clara Eugenia de Austria.

Con el perdón del rey, la religiosa fue también nombrada abadesa perpetua del cisterciense Monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas, la mayor dignidad eclesiástica a que una mujer podía aspirar. Mientras la beata ejerce el poder terrenal que le daba el cargo, su hija, ya mocita, entra de doncella en casa de la marquesa de Auñón, en Madrid. Pero llegó el momento que la abadesa no puede seguir aguantando el peso de la clausura y junto con su hija desaparecen de la corte.

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