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Epidemiología del terrorismo

Cuando los seres humanos cometen atrocidades, nos preguntamos otra vez cuáles son los motivos, qué guía al hombre. Hace ya muchos años el psicólogo de Harvard Maslow intentó dar una respuesta que se convirtió en un clásico. La primera motivación es responder a las necesidades fisiológicas, como respirar; más arriba, seguridad, que incluye el empleo; subiendo un escalón, pertenecer a un grupo y, finalmente, el reconocimiento. En una revisión posterior coronó la pirámide con la idea de autorrealización, lo que denominó la experiencia cumbre. Desde esa perspectiva, Maslow se inscribe en la corriente individualista: para ser feliz cultiva tu huerto. Podría entrar en conflicto con el sentido moral, quizá una de las predisposiciones que los seres humanos tenemos, como el sentido de la lengua por poner un ejemplo.

Casi ya nadie discute que nacemos con una capacidad para aprender la lengua de nuestro pueblo, única explicación para la rápida adquisición de un sistema de comunicación tan complejo. Hay una gramática universal basada en sujeto, verbo y predicado, y quizá una gramática universal de la moral basada en justicia, pureza, sentido de comunidad, dolor y autoridad. Dependiendo de la sociedad donde uno se críe, el valor de cada uno de ellos varía, así como su definición.

El sentido de justicia es quizá el más arraigado y examinado. Algunos estudiosos creen verlo ya en los animales cuando rechazan una comida menos apetitosa si a su congénere lo ceban con exquisiteces. Pero la interpretación alternativa es que la rechaza porque sabe que hay algo mejor, no por sentirse maltratado. Lo más lógico es pensar que el sentido de justicia se adquiere en la familia y la sociedad. Sin embargo, hay ejemplos que lo desmienten: no es raro que el niño cuestione el comportamiento del padre, tanto en la forma de distribuir sus bienes entre los hijos, materiales y espirituales, como en su comportamiento social y político. O si el niño, a temprana edad, considera que lo que se le da no es justo, lo rechaza, sea un juguete o un alimento. No pocos piensan que hay un sentido de justicia innato. El trato injusto por parte del jefe es una de las principales causas de malestar laboral y se asocia a importantes trastornos de salud. Quizá la injusticia, y no tanto la pobreza, sea una de las causas del terrorismo. La teoría es que sienten, los terroristas, que la sociedad los maltrata cuando se comparan con unos pocos que disfrutan de bienes conseguidos de forma injustificada. Esto es muy notable en los países donde hay más terrorismo y desigualdad. Allí la élite se aprovecha de los recursos naturales y las ayudas internacionales, mientras deja en la miseria al resto. Es también aplicable al mundo occidental en los criaderos de descontentos, no siempre los más pobres. La injusticia genera frustración y rabia tan intensas que rompen cualquier otra barrera, incluida la de no hacer daño, uno de los teóricos códigos de la moral innata. Y se refuerza con el sentimiento de comunidad, una comunidad universal de maltratados, unidos ahora por la fe y por internet. El terrorista es un animal moral desbocado. Lo aprendimos con ETA, una organización que nació con estrictas reglas morales. Entre ellas, la de pureza, una pureza fundamentalista que también está presente en el terrorismo islámico, y el respeto ciego a la autoridad.

No se puede decir que todos los terroristas islámicos usen la misma lengua moral, que conjuguen de la misma forma los cinco elementos. El que procede de los arrabales parisinos es probablemente diferente del terrorista criado en Bagdad y muy diferente de la joven andaluza que de manera sigilosa se convirtió en una yihadista. El peso y forma de cada uno de los motivos varían. En ciencias de la salud estudiamos el origen de la enfermedad desde una perspectiva multicausal, donde se combinan las causas de varias maneras para producir el efecto. Por ejemplo, el tabaco es causa de enfermedad coronaria, pero puede no estar presente en un enfermo. Es la relación entre agentes, medio y huésped. Creo que el método epidemiológico podría arrojar luz sobre las motivaciones terroristas. Veo que se afronta con un abordaje que denominamos ecológico: se asocian condiciones de un grupo, como pobreza, falta de oportunidades, y motivaciones individuales. Aunque donde más se fuma haya más cáncer de pulmón, hay que comprobar que es precisamente en fumadores donde se da el problema. Se supo cuando se compararon personas con cáncer y sin él y se descubrió que las primeras fumaban más, otras posibles causas no eran más frecuentes en enfermos. Se descartaron. Conocer las verdaderas causas es vital para emplear inteligentemente los recursos. Sabemos que el cáncer de pulmón está causado por más agentes que el tabaco, pero el 90% se puede evitar no fumando. Conociendo el peso de las causas en la producción del terrorismo se podrían centrar los esfuerzos. Claro, si la injusticia social fuera el más importante, combatirla sabemos que es casi imposible. Pero sabríamos que pagamos con inseguridad el consentimiento de una situación intolerable.

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