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La fauna y la flora en la simbología navideña

La mula y el buey, los dromedarios, los renos, el árbol, el acebo y el muérdago son parte de la tradición de las fiestas

La Navidad también tiene su lado natural: animales y plantas vinculados a la representación y a la celebración de estas fiestas. Así, la iconografía cristiana incluye tres animales en "papeles protagonistas": la mula y el buey del pesebre donde nació Jesús y los camellos (dromedarios) a cuya grupa viajaron los Reyes Magos al encuentro del Mesías. El rito del árbol iluminado -en origen sin adornos ni regalos- se cristianizó hacia mediados del siglo VIII y desde entonces forma parte de la tradición religiosa navideña. También es de incorporación relativamente reciente el uso del acebo, una planta mágica para los antiguos celtas que la Iglesia se apropió para contrarrestar el símbolo pagano del muérdago, con su misma procedencia. A su vez, la figura de Papá Noel o Santa Claus tiene su origen en las régiones árticas, vinculada a la celebración del solsticio de invierno (el Cristianismo la sincretizó con la figura del obispo San Nicolás, de Anatolia, que vivió en el siglo IV y fue muy venerado en la Edad Media), y lleva asociado un animal propio de esas latitudes, de la tundra: el reno o caribú (según se trate de las poblaciones europeas o norteamericanas, respectivamente).

Los dos símbolos más entrañables, la mula y el buey que, según la tradición, dieron calor al Niño Jesús, fueron cuestionados recientemente por el Papa Benedicto XVI, que directamente los omite en su libro La infancia de Jesús, afirmando que "en el portal no había animales". Es cierto que no se mencionan en las Sagradas Escrituras (tampoco resulta verosímil que una familia pobre tuviese una posesión tan valiosa como era entonces un buey) y la primera referencia a ellos, en el siglo VII, corresponde al Evangelio Apócrifo del Pseudo-Mateo. La representación vigente del portal se debe a San Francisco de Asís y data de 1223. Sea como fuere, ni Joseph Ratzinger propuso la retira- da de la mula y el buey de los bele- nes ni nadie se la ha planteado, da- dos su arraigo y su entrañable simbolismo. La montura de los Reyes Ma- gos también ha sido objeto de controversia, aunque por otras razones. Se habla de camellos, pero las evidencias zoogeográficas y culturales indican que se trataba de dromedarios (camélidos de una joroba), ya que los verdaderos camellos (bactrianos) sólo fueron usados para la monta por los mongoles.

La costumbre del árbol, popularizada en España en los años 60 del siglo pasado, parte, como el mito de Papá Noel, de las celebraciones del solsticio de invierno. La elección del abeto se debe a las mismas tribus germánicas que la originaron -lo tenían a mano-, pero ha habido otros árboles de Navidad, y hoy se emplean indistintamente diversos tipos de coníferas. La rama de muérdago se ha utilizado desde antiguo como símbolo de fortuna y prosperidad; la tradición manda que se sitúe cerca de la puerta de la casa para ahuyentar los malos espíritus, y que se renueve cada año. La Iglesia introdujo en su lugar el acebo, al que se atribuyen virtudes similares, para llevar la tradición pagana a su terreno. Actualmente deben usarse acebos de vivero, pues las plantas silvestres están protegidas desde 1984.

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