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Menos héroes de papel

El 'Spotlight' se apoya en el verismo y los duros testimonios de las víctimas para contar la historia de los casos pedófilos del clero que investigó el 'Boston Globe'

El elenco de 'Spotlight', con Michael Keaton, a la izquierda, y Mark Ruffalo y Rachel McAdams, en el centro. LP / DLP

Los mayores elogios que ha recibido Spotlight, la película de Tom McCarthy que recrea la investigación del Boston Globe sobre los sacerdotes pedófilos, vienen de periodistas. Se trata, podríamos decirlo así y por la novedad que supone, de una noticia bomba. Por lo general, el mundo de la prensa no guarda un amor especial por los films que lo glorifican, aunque la gloria en Spotlight se sirva con cuentagotas. Paso a explicarlo.

Una de las razones por las que Spotlight resulta satisfactoria para el oficio periodístico es el empeño de McCarthy en no convertir a los periodistas en héroes absurdamente irreconocibles. Éstos hacen simplemente su trabajo, tedioso y crítico, con un realismo que a pesar suyo se apodera del espectador. De manera que, sin demasiada acción ni turbulencias en las vidas paralelas de los protagonistas, la película es igualmente interesante, hasta el punto de superar en credibilidad a uno de los grandes clásicos de las redacciones como es Todos los hombres del Presidente, con la que Alan J. Pakula llevó al celuloide los entresijos del "Watergate".

McCarthy (The Visitor) y su coguionista Josh Singer (El ala oeste de la Casa Blanca, El quinto poder) entienden que los periodistas no son la historia en Spotlight. Por contra es la de los seres humanos que fueron acosados o violados en la infancia e incluso tiempo después por hombres de Dios y que, acto seguido, sufrieron la indiferencia de la institución católica que encubrió los abusos de manera absolutamente contraria a lo que el cristianismo predica. La recopilación de los informes y documentos que llevarían más tarde a destapar el escándalo de la pedofilia en Boston es la intriga que maneja Spotlight. El suspense tiene como único decorado las salas de los palacios de justicia y el mobiliario de la redacción. Suficiente. En un período que cubre desde mediados de 2001 hasta principios de 2002 - sólo hay una pequeña tregua debido al atentado de las Torres Gemelas- la película sigue a los periodistas y a los directivos del Globe sin apenas concesiones melodramáticas.

Michael Keaton interpreta al jefe del grupo de investigación, (Spotlight), Walter 'Robby' Robinson, jugador y a la vez entrenador, como él mismo se define. Encarna el ingenio taciturno bostoniano que hace a veces la ciudad tan impenetrable para quienes no son de allí y tienen que abrirse un hueco en ella. Bajo su mando están los redactores Sacha Pfeiffer (Rachel McAdams), Matt Carroll (Brian d'Arcy James), y Mike Rezendes (Mark Ruffalo). Por encima, el jefe de redacción Ben Bradlee Jr. (John Slattery, Mad Men) y el chico nuevo en la plaza, el director Martin Baron (Liev Schreiber, Ray Donovan), que nada más aterrizar, en su primer día de trabajo, pone al periódico tras la pista de los abusos sexuales del clero.

No hay grandes emociones, ya digo, en Spotlight para quienes buscan ver reforzados los crímenes reales en la pantalla con dosis de espectáculo cinematográfico. Tampoco, romances entre compañeros. La iluminación es plana y poco favorecedora, y las oficinas están sucias. Todo el suspense que proporciona la cámara son peinados de los archivos polvorientos y entrevistas desgarradoras con las víctimas de los abusos que habían renunciado a ser escuchadas, entre ellas la de Phil Saviano, el líder local de una organización que las agrupa. Resultan ser los momentos que más conmueven de la historia.

La cuestión principal que plantea la película de McCarthy es si el Globe va a conseguir que los tribunales de Massachusetts liberen los documentos sellados que se relacionan con el caso del reverendo John Geoghan, acusado de abusar sexualmente de decenas de niños en los últimos años. Al principio, a Baron le preguntan si realmente quiere demandar a la Iglesia. Existe cierto escepticismo cínico, puesto que se trata de una institución arraigada en la ciudad que participa del desarrollo y las actividades metropolitanas como ninguna otra.

La Iglesia católica no es cualquier cosa en Boston. Tras esa incredulidad, la película capta con acierto un muro cívico de deferencia y complacencia que a lo largo de generaciones se ha postrado ante el poder de la autoridad espiritual e institucional. Prueba de ello: el cardenal Ley (Len Cariou), que más tarde se vería obligado a renunciar y le encontrarían acomodo en el Vaticano, regala al director recién llegado un catecismo como guía para moverse por la ciudad.

Spotlight, a su vez, no esconde la autocrítica cuando los periodistas reconocen que las denuncias de los abusos sexuales se perdieron años atrás en la sección de local porque nadie tuvo el empeño en seguir las pistas que ofrecían las víctimas. Por objetar algo, la trama resta importancia a los artículos escritos en 2001 por Kristen Lombardi en el Boston Phoenix, un periódico entonces con apuros financieros y sin la relevancia pública de las grandes cabeceras, que precedió a la investigación puesta en marcha por el Globe.

En cualquier caso quien busque una película veraz de periodistas alrededor del hueso esta es la de Tom McCarthy, un buen ejemplo de género que rehúye la amplificación del falso dramatismo que suele rodear a las tramas de este tipo en el cine. Y los héroes de papel.

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